¿Me extrañaste?

290 16 7
                                    

Así como todas las mañanas que tenía libres de misiones, Deidara despertó con una fuerte migraña y la garganta seca por la resaca.
Desde que junto a Hidan descubrieron un bar donde les permitían beber toda la noche sin chequear sus identidades, iban sin falta todas las semanas, se convirtió en su lugar favorito. Lo tenía todo, alcohol, música y muchas chicas lindas a las que llevaban cada noche de vuelta a sus habitaciones. Al comienzo a Deidara no le llamaba mucho la atención la idea de salir a beber y conocer chicas, pero no tardó en tomarle el gusto al estilo de vida que caracterizaba al excéntrico jashinista.
A pesar de que él e Hidan discutían todo el tiempo y no parecían agradarse, las circunstancias los llevaron a congeniar y formar una inesperada amistad. Ambos tenían compañeros mayores y aburridos que sólo les dirigían la palabra para amenazarlos de muerte o algo por el estilo, era aburrido, tanto Deidara como Hidan estaban llenos de vitalidad y ganas de demostrar lo que podían hacer, ambos eran arrogantes, impulsivos y les gustaba pelear sólo por el placer de pelear. Cuando no estaban desafiándose el uno al otro, usaban su tiempo libre en explorar la vida nocturna de las aldeas aledañas al refugio de Akatsuki. Y eso fue exactamente lo que hicieron la noche anterior, sólo que esta vez se alejaron tanto de la guarida que rentaron una habitación por la noche para poder continuar con la fiesta cuando el bar cerrara. Deidara superaba sus limites como era de esperarse y bebió mucho más de lo que su cuerpo podía soportar, así que la resaca de esa mañana era especialmente insoportable.
Poco a poco comenzó a abrir los ojos, la cortina había quedado abierta la noche anterior así que el sol le daba directo a la cara, lo que empeoraba todo su malestar. Con el ceño fruncido miró hacia abajo, una cabellera roja descansaba en su pecho.

- Ah, la chica de anoche. - pensó mientras sentía el olor a alcohol y cigarrillos mezclado con perfume que emanaba de ella.

No quería despertarla, pero tenía que levantarse o las nauseas empeorarían. Cuidadosamente rozó la espalda de la chica, acariciándola suavemente para despertarla.

- Buenos días. - le susurró.

- ¿Huh? - murmuró la pelirroja con los ojos cerrados acompañado de un bostezo. - ¿Qué hora es? - dijo volteando para ver el reloj.

Deidara decidió ignorarla y se levantó rápidamente para ir al baño a tomar una ducha e intentar sacudirse todo ese malestar. Se tomó su tiempo para que todo dejara de dar vueltas un poco, sólo un poco, lo justo y necesario para poder volar de vuelta a la guarida, sólo podía pensar en lo mucho que quería llegar a su habitación para dormir hasta el otro día.

- ¿Deidara? - dijo una suave voz. - ¿Estás bien? - preguntó mientras se asomaba la bella chica de la que Deidara aún no recordaba como se llamaba.

- Ya salgo. - respondió mientras secaba su rostro con la toalla.

- Vuelve a la cama. - dijo acercándose a él con un puchero. - ¿Por favor? - lo miró con ojos tristes.

- Oh. - dijo tomándola del mentón y dejando un beso su mejilla. - Me encantaría, pero no puedo, lo siento.

- ¿Por qué? - preguntó tomándole la mano.

- Debo irme ahora. Llegaré tarde a entrenar. - mintió. - ¿Para la próxima?

Sabía perfectamente que no volvería a verla, así era cada vez que salían, pero a diferencia de su compañero, a Deidara le agradaban las chicas a las que decidía llevar a su habitación, así que no le gustaba ser tan patán a la mañana siguiente largándose sin decir nada, al menos se despedía. Eso era mejor que nada, pensaba.
Esperó a que ordenara servicio a la habitación y luego tomó sus cosas y se marchó.
El viaje de vuelta a la guarida no era muy largo si lo hacía en una de sus aves de arcilla, era peligroso controlarlas en ese estado pero sin duda Deidara había estado en situaciones mucho más peligrosas que esa, así que tambaleando un poco se subió y se dirigió a toda velocidad a la guarida, no tardó más de cinco minutos en llegar. Aún era temprano así que no había nadie rondando los espacios comunes de la guarida, por lo que aliviado de no encontrarse a Sasori, se dirigió inmediatamente a la cocina a buscar agua helada y algo para el dolor de cabeza.
Mientras pensaba en lo mal que se sentía y bebía el agua apoyado en la heladera, un inusual ruido lo alertó.

deidara › not so sweet ♡ lemonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora