| Hablar hasta por los codos |

9 3 0
                                    

Capítulo 3

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 3

No estoy segura de quien está más sorprendido; si yo, mis hermanos, mi papá o mi vecina. Olvidé considerar que Iwan nunca ha visto a otra persona que no sea de la familia.

Mientras nos quitamos la ropa empapada junto a la puerta, me pongo a considerar recién que no he hablado nunca frente a Alexi, que no puedo hacerlo.

Más bien no quiero ni intentarlo.

—Vaya, nos trajeron viva la comida —bromea mi padre, pero por el color que adquiere la cara de Alexi rápidamente se arrepiente—. ¡No, no! Lo siento. Solo bromeaba. Llevo como siete u ocho años sin ver a otra persona fuera del círculo familiar. Me llamo Suibhne Bianchi. Sui.

Larkin suelta la carcajada que yo me reprimo y se adelanta para rescatar al chico nuevo.

—Soy Larkin —dice, extendiendo su mano al nervioso Alexi—, el hermano mayor de Finne.

—Un placer —susurra en respuesta. Me mira de reojo con nerviosismo, pero yo le hago señas hacia el comedor donde la comida espera—. Huele delicioso, señor Bianchi. Lamento la intromisión, pero el cielo literalmente se está cayendo allá afuera.

Mi papá le sonríe.

—Es una buena época para las plantas. ¿Sabes tú algo de cultivo? —pregunta mientras lo ayuda a quitarse su bolso y lo invita a sentarse junto a él. Jackie solo gruñe un saludo en su dirección.

Me quedo mirándome al espejo. Esta definitivamente fue la peor idea de todo la década.

—A ver cómo te las arreglas —me molesta Larkin viendo mi reflejo, observando las prendas que cubren mi cara—. Si te dice algo sobre eso enseguida lo pondré de patitas en la calle.

Niego con la cabeza. Larkin enseguida hace una mueca al notar mi negativa a hablar.

—Él no va a quedarse si te impide hablar. Te lo advierto.

Y se marcha junto con el resto.

Las manos me sudan. Tengo mucha hambre, pero le tengo más terror a que me vea el rostro. Con mi voz... puedo hacerlo, puedo hablar, pero no quiero tener que explicarle. No quiero que me haga preguntas que no quiero responder.

Me acerco al resto y me siento en mi silla, viendo las variadas legumbres de mi plato. Jackie, que ya ha terminado su comida, se lleva mi plato a la cocina y lo guarda para que no se me enfríe. Hecho eso, se marcha a su casa sin decir una despedida. A ella no le agrada mucho la gente nueva tampoco.

Oxígeno [En progreso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora