| Venganza, no justicia |

1 1 0
                                    

Capítulo 9

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo 9

—Papá, no debes ir solo. ¡Es una locura! —insiste Larkin, siguiendo a mi padre mientras este me sigue a mí—. Una cosa es que quieras tomar el asunto en tus manos y buscar a quien elimina a la gente en la estación, pero ¿sin que yo te acompañe? Eso es pasarse de la raya. ¿Estás pensando en lo que quieres hacer? Podrías morir.

—Ya se lo dije —intervengo, aunque ninguno de los dos me presta atención. Mi padre está llenando una maleta con las armas que le voy prestando. Aunque si las va a compartir con otros doy por hecho que nunca las tendré devuelta.

Antes de que podamos llegar a los explosivos sin armar, Larkin se para frente a mi padre para detenerlo.

—Vas a morir ahí. No sabes cómo es el mundo exterior, como Finne y yo. Deja de ser tan cabezota —gruñe y cruza los brazos, como hacíamos cada vez que nos amurrábamos de pequeños—. Voy contigo.

Papá le pone las manos en los hombros, observándole con ternura.

—Tú salvas vidas, Larkin. No necesito que me acompañes a quitar una.

—Pero quiero ir contigo —insiste mi hermano, apretando una de las manos de mi padre en su hombro, con fuerza.

—No lo pienso repetir —murmura papá, apartándose y tendiéndome la mano para recibir todo armamento que esté dispuesta a darle, sin dejar de mirar a mi hermano mayor—. Vas a ir al hospital a trabajar con el Dr. Varela.

Larkin sale por la puerta de mi habitación, negándose a mirarnos a cualquiera de los dos. El silencio nos rodea por unos minutos, donde hacemos como si nada. Mi padre me mira atento, pasando la mirada por la maleta llena de artefactos extraños para él.

—¿Vas a enseñarme a usarlos o vienen con manual también? —bromea para suavizar la situación.

—No seas tonto. Voy contigo.

Rueda los ojos.

—No tú también, Finne. ¿No escuchaste nada de lo que dije?

Rio forzosamente.

—Oh, no. Tu trasero tendrás que cuidarlo tú mismo —explico, y señalo mis cosas—. Pero tengo que ir a explicar cómo usar estos o la gente va a dispararse a sí misma. No tengo opción, y no te creas que quiero ir. Ya conocí al asesino y no tengo ganas de encontrármelo de nuevo.

—Mejor anótame qué decir, Finne, si tú ni siquiera hablas en público.

—Necesito mostrarles. Tú di lo que quieras mañana, pero yo debo ir a cuidar mis cosas.

Me mira con indecisión antes de preguntar:

—¿Crees que estoy haciendo bien?

Uno de mis gatos se acicala a nuestro lado y no dudo en tomarlo en brazos. Me tomo mi tiempo para no decir nada hiriente.

Oxígeno [En progreso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora