| Hasta los huesos |

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Capítulo 4

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Capítulo 4

Una creencia importante de nuestra estación es la falta de necesidad de armas de cualquier tipo.

Solo hacen falta mentes e ideas.

Esto también puede provenir de nuestra arrogancia. Nuestros antepasados tenían la tendencia a creer que éramos intocables. Tal vez fue uno de los motivos que llevó a Estación armería a molestarse. Eso y la falta de informes sobre lo que hacíamos.

Puedo seguir los errores de otros en mi estación y tratar de averiguar por qué hay un asesino entre nosotros, que bien puede ser por la hambruna, o bien puedo hacer algo al respecto. Esto último es lo que me ha llevado a mi última creación.

Me niego a gastar de la reserva de pólvora de la casa, así que un arma de fuego no estaba en mis alternativas.

Ajusto el proyectil en el artefacto ajustado en mi antebrazo. Es muy similar a las saetas de mi diseño de ballesta, pero en un tamaño más cómodo. Esta arma fue diseñada para poder esconderla bajo la ropa.

Apunto cuidadosamente hasta la cabeza de la Barbie a unos metros de distancia y disparo manualmente, escuchando como se activa el mecanismo automáticamente para cargarla con el siguiente proyectil, pero está vacía. La saeta de diez centímetros falla del blanco por poco.

Gruño por lo bajo. Creí haber arreglado ese problema en el último intento.

—¿Has pensado que tal vez la maniobres mal? —sugiere Alexi, entrando casualmente por la puerta de mi taller. Otros le llamarían habitación.

La precisión de mis tiros se ve afectada por la acción de disparo que debo hacer, creando involuntariamente un movimiento en mi muñeca. No me queda más que dejar más accesible el gatillo, evitando que me incomode y se accione accidentalmente.

No le digo nada de esto a Alexi, por supuesto. Llevar una noche en mi casa no significa absolutamente nada.

Larkin concuerda conmigo.

—¿Quién te dio permiso de entrar aquí? Vete abajo —le ladra, frunciéndole el ceño. Alexi se ve insignificante a su lado.

—Sui me mandó a buscarla para el desayuno...

No sé si me encuentro en desacuerdo con Larkin. El salto que dio mi corazón cuando lo escuché hablar no me pasó desapercibido.

¿Y si no hubiera tenido cubierta la cara? ¿y si hubiera visto las cicatrices?

—Bueno, ya te escuchó —señala Larkin hacia la escalera con el mentón.

Alexi hace caso, pero no sin antes hacer una breve inspección por mi taller. Si bien está organizado y limpio, y es muy espacioso, no deja de ser un almacén de cosas a medio construir, mapas, planos, lápices y herramientas por doquier.

Oxígeno [En progreso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora