Capítulo 3: El choque

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Capítulo 3:

Llegamos un poco tarde al instituto debido a que nos perdimos de camino, cuando llegamos hacemos el papeleo y nos indican cómo llegar hasta nuestras respectivas clases.

Charlotte es un año más pequeña que yo, por lo que ella se despide de mi cuando llega a su pasillo, cuando la veo entrar sonrío y subo las escaleras hasta la planta superior donde se encuentran mi curso y último curso.

Voy mirando distraída los números de las clases buscando la mía cuando de repente noto que chocó contra alguien y caigo al suelo y veo un montón de papeles caer como una lluvia de confeti, y detrás de ésta, veo a dos chicos algo más mayores que yo, uno de ellos se agacha y me da la mano mientras el otro recoge los papeles desperdigados por el suelo, no puedo evitar mirarlos sonrojándome con fuerza.

—¿Estás bien?— El chico que me tiende la mano muestra preocupación en su rostro, tenía el cabello moreno y algo largo y unos preciosos ojos verdes, vestía con el uniforme de la escuela.

—Deberías tener más cuidado— dice el otro chico sin mirarme recogiendo los papeles, tenia el pelo corto y negro y ojos verdes.

Tardo unos segundos en reaccionar —l-lo siento no os había visto— Me levanto corriendo muerta de la vergüenza.

El chico de pelo oscuro me mira de arriba a abajo —eres nueva ¿No?—

—Si, llegue ayer a la ciudad, aún estoy acostumbrándome a esto—

El chico moreno sonríe dándome la mano de nuevo —Yo soy Gabriel y Don estirado es Raúl—

—Yo me llamo Diana, es un placer—

—Tú clase es aquella— Me señala Raúl la clase del fondo a la derecha, yo le miro perpleja ¿Cómo sabe cuál es mi clase?

Como si me leyera la mente me responde —soy el delegado de estos cursos, mi trabajo es saber todos los cambios que puedan ocurrir— Sus ojos se cruzan con los míos y no puedo evitar sentir calor en mis mejillas ¡Diana contrólate!

—Vaya— les sonrío amable —Gracias por la indicación, espero verlos pronto de nuevo— Les despido y me dirijo a la puerta de la clase, cojo aire y pongo la mano en el pomo abriendo la puerta.

Como estrellas fugacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora