En su vida, Mina había vivido bastantes situaciones traumáticas. Desde el divorcio de sus padres, el abusador de su padrastro, y hasta la noticia de su enfermedad, pero jamás había presenciado tan shockeante como lo que estaba viendo en ese momento.
Ver cómo el cuerpo de Chaeyoung saltaba por cada descarga eléctrica le proporcionaba Nayeon sin éxito alguno, le estaba poniendo los pelos de punta.
– ¡Aumenten y despejen! ¡Uno, dos, tres! – volvió a gritar y nuevamente le generó una descarga eléctrica a la menor – Vamos, Chaeng, vamos... – murmuraba la doctora, su voz estaba temblorosa y eso no ayudaba en nada a la situación – Vuelve, por favor.
El sonido del constante pitido de la máquina cardíaca dando a entender que el corazón de la pequeña había dejado de latir, se escuchaba por encima de todos los gritos, murmullos e intentos de reanimación, simplemente Chaeyoung no despertaba.
– Nayeon, creo que... – intento decir un enfermero a la doctora, que ahora se encontraba realizándole un RCP con sus manos a la coreana en la camilla.
– ¡No! – gritó interrumpiéndolo, las lágrimas eran notorias en los ojos de la mujer – ¡No voy a permitir perderla a ella también!
– J-Jihyo... – susurró débilmente Mina apretando la mano de la enfermera que no había la había soltado desde que logró recuperar el oxígeno – Llévame con ella.
– Lo siento, Minari – la castaña miró a su paciente – No puedes acercarte al cuerpo de Chaeyoung cuando le han practicado electroshock.
– Por favor, llévame con ella – suplicó y la mujer miró los ojos de la japonesa, estos detonaban sufrimiento, dolor y desesperación.
Su propio corazón se encogió y mordió su labio sin saber qué hacer. Se mantuvo en un gran dilema ya que su ética profesional era demasiado grande, pero cuando escuchó los sonoros sollozos de Nayeon no pudo contenerse y permitió que Mina se acercara a Chaeyoung.
Bajo la mirada de todos, la japonesa a paso lento se acercó al cuerpo inerte de la menor. Con sus manos temblorosas, quiso ponerlas en su pecho peto un enfermero se lo impidió de inmediato.
– Señorita, no puede tocarla – le dijo – Es peligroso.
– No me importa, suéltame – masculló fríamente, aunque su voz sonaba completamente rota.
– Déjala, Seungmin – articuló Nayeon como pudo y el chico con preocupación soltó a la pelinegra.
Mina apretó los labios y puso su mano en el pecho descubierto de Chaeyoung, sintiendo como una corriente eléctrica se apoderaba de su brazo. Lo ignoró, sabía que tocar a la rubia causaría ese efecto gracias al gran voltaje de electricidad que le habían dado los electroshock.
– C-Chaeyoung... – susurró en su oído – Sé que me estás escuchando, sé que no te has ido... – su voz se quebró, quebrando a su paso los corazones de todos los presentes – E-Eres fuerte, Changie, has estado luchando por 15 años, no puedes rendirte ahora... Hazlo por ti, hazlo por Jihyo, por Nayeon que te han cuidado por tanto tiempo.