Capítulo 4

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Los labios de Olympia se quedaron sellados de la sorpresa y sus ojos ni siquiera pestañeaban. La sonrisa de Arion se fue disminuyendo, desvió la mirada y se mordió los labios. Ella sacudió la cabeza y frunció el ceño.

- Eh...

- ¿Qué? - contestó secamente Arion, mirando para otro lado. Olympia sintió como subía su rencor por el pecho y un picor en su mano la instaba a meterle a aquel chico una cachetada.

- Nada. - pasó por su lado y se alejó rápidamente. Arion cerró sus ojos, apretando sus puños. Un tacto le agarró firmemente el hombro. Sabía que era su mejor amigo, por eso se mantuvo como estaba.

- Eres tan estúpido, Arion. De verás.

- Cállate, Mice, no estoy de humor...

Mice puso los ojos en blanco y lo golpeó fuerte en el hombro. Arion le dedicó una enfurecida y amenazadora mirada, mientras que su amigo solo rió.

- Estás que te babeas por ella ¿y la tratas así? No es justo, Arion. Ella fue demasiado de

- Buena, buena, lo se. ¿Crees que soy idiota? Por eso la trato así, no quiero que esté con... con alguien como yo.

- Eres tan depresivo. ¡Ay, ay, no quiero que esté con alguien como yo! No soy suficiente, pero la quiero tanto. Pero ella merece algo mejor. Bla bla blaaaaaa.

Arion rió, observando a la chica de ojos café leer en una esquina alejada de la realidad. Suspiró.

- Sabes perfectamente porqué, Mice.

Este frunció los labios, rindiéndose.

- Sí, lo se. - le dio un medio abrazo a su amigo y se dirigieron a clases.

Olympia, disimuladamente, alzó la vista de su libro y observo como Arion y Mice pasaban por delante de ella, sin darle ninguna importancia.

¿Por qué tengo que amarte?

Se levantó del suelo y entró a clases. Todo el mundo hablaba, reía y cuchicheaban. Olympia se dirigió al último pupitre del salón. Sentía que los minutos pasaban con serena lentitud. Momentos después, escuchó como arrastraban la silla a su lado. Ignoró al que fuera. Continuó leyendo, ocultando su rostro con su negro cabello.

- Hola.

¡Ay, maldita sea!

Alzó el rostro y sacó un gemido de sorpresa. Sus ojos no podía creer lo que estaban viendo. Aquel chico... Tan familiar.

- Me llamo Owen. Tú eres Olympia Greece ¿cierto?

La chica asentió lentamente, observando detenidamente aquellos ojos color miel que recuerda en lo más profundo de su memoria. Owen sonrió.

- No te acuerdas de mi, al parecer. - rió. - Soy un viejo amigo. Estudiamos en la primaria juntos... Siempre montábamos caballo en el rancho de mi padre por las tardes...

De repente, montones de recuerdos llegaron a la mente de Olympia como si hubieran sido invocados. Sacudió la cabeza y sonrió ampliamente.

- ¿Owen? ¡Por los dioses, Owen!

- Jajaja, bienvenida otra vez, pequeño Olimpo.

Conectados. (On Hold)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora