Pateando las rocas, Arion al fin llegó a su casa. Molesto hasta más no poder y con el corazón desecho, se tiró como vegetal en su cama. Cerró los ojos, colocando sus audífonos en los oídos. Comenzó a sonar Dead Man Walking de The Script. De un jalón, tiró de sus audífonos y su ipod cayó contra la pared. La canción fue el colmo de su paciencia. Se sentó en la silla de su escritorio, tomó un papel y lápiz, y comenzó a dibujar. El tiempo pasó en un deprisa, mientras la mano de Arion se movía rápidamente en diferentes ángulos, sobre el papel.
El cielo se había tornado completamente oscuro para cuando había terminado. Colocando el lápiz sobre la mesa y dejando caer los hombros, miró su trabajo finalizado. Era una chica hermosa, oculta tras su cabello negro. Sus ojos llevaban un brillo muerto, pero su mano señalaba hacia el artista; pidiendo ayuda. Anhelando su mano.
Arion deseó tanto poder agarrarla. Se echó hacia atrás en su silla, con lágrimas acumuladas en sus ojos verdes. Comenzó a pensar en qué había hecho y porqué. Esa tarde terrible y lluviosa de noviembre, cuando mató los sueños de aquella chica de sonrisa perfecta y sus propios sueños también. Cuando decidió irse. Ha llevado la culpa del corazón roto de Olympia desde entonces. Pero aunque carga con eso en su conciencia, también carga con la promesa que le había hecho al padre de ella.
Esa noche de febrero, antes de su muerte, hace un año atrás. El padre de Olympia, Evan, lo había llamado en privado a encontrarse en el bosque de su hija montaba caballo. Al llegar allí, se saludan y en el rostro de Evan, Arion logra notar un aspecto nervioso; preparado y preocupado. Fue entonces cuando Evan habló.
- Hijo, yo se que tú realmente amas a mi hija. Y por supuesto, ella a ti infinitamente. Por eso es que lamento tanto tener que pedirte este gran favor. Pedirte que me prometas algo.
El corazón Arion dio un vuelco. Asustado, asintió diciendo.
- Sí, señor. Puede pedirme lo que sea.
- Yo se tú secreto, Arion. Somos parte de lo mismo. Es por eso que debes dejar a Olympia de la manera más convincente de que ya no la amas. - Arion comenzó a negarse, pero Evan, agarrando su hombro, lo tranquilizó. - ¡Escúchame, Arion! Ella está en peligro. Y ahora que yo me marcharé, tú tendrás que cuidar de ella.
Arion no comprendía como él sabía su secreto. Quien realmente era. Somos parte de lo mismo. Esa frase ma escuchaba siempre cuando se encontraba con gente que era de los suyos. Pero lo que más le intrigó, fue el pedido de aquel hombre.
- ¿Cómo lo haré? ¿Separándome de ella? ¡Eso es absurdo, señor! No.
- ¡Arion! Así la protegerás. Será menos obvio, menos fácil para que la encuentren. Por favor, hijo. Sí la amas, déjala ir. Claro, permanece en su vida, aunque ella te odie al final. Busca la forma de estar cerca de ella, aunque sea a la distancia.
Aunque ella te odie al final. Esas palabras resonaron en la mente de Arion todos los días desde entonces. Rindiéndose, se lo prometió al padre de Olympia. Con un apretón de manos y un abrazo, le dijo.
- Señor... ¿A dónde irá?
- A un lugar, al cual no puedes llegar... aún no es tú hora.
Eso fue suficiente para abrazarlo una vez más. Para comprender. Una despedida final y continuaron sus caminos distintos.
La chica del dibujo lo miraba suplicante. No pudo más. Cogió su chaqueta, abriendo su ventana, saltó y corrió lo más rápido que pudo.
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Conectados. (On Hold)
Teen FictionOlympia, honestamente, no era una chica normal. Tuvo una relación, en la cual ella y su amado se amaron intensamente. Fue esta gran química quien los separó. Aún sin haber hablando en meses, comenzó a suceder algo extraño desde que se reencontraron...