Capítulo 3.

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16 de Enero.

Los Ángeles.

Lunes.

19:54 p.m.

Después de hablar con Stefan, para que me hiciera una identidad falsa, me dediqué a buscar un departamento o casa en el bosque. No quiero una casa que solo me de vista a un simple jardín o a una simple calle con una o dos casas habitándola. Yo quiero una vista a la ciudad, edificios, monumentos, bosques, árboles, etc... Yo quiero ver la ciudad toda alumbrada de luces a la noche o también un bosque de noche sin un alma viva. Me gustaban esas vistas. Algunos les tienen miedo. Un bosque oscuro, con neblina, de noche y con los gritos desgarradores de personas siendo asesinadas y degolladas.

Ha una persona normal eso no le gustaría. Pero, ¿a mi? A mi me fascinaba. Me encantaba escuchar sus gritos desgarradores y sin alma. Era tan satisfactorio escucharlos rogar por sus miserables y patéticas vidas. Era como el arte. Consideraba algo como arte a aquellas cosas que solo algunas personas hacían o apreciaban.

Por ejemplo. Yo consideraba el matar a gente como el arte, su sangre color carmesí tiñendo su ropa, el suelo y mi cara al salpicar, era como la pintura de un cuadro, sus rostros llenos de lágrimas, sus ojos transmitiendo miedo, terror y angustia al no saber qué hacer para sobrevivir, sus bocas abiertas gritando a todo pulmón que los dejara en paz, eso era el retrato del cuadro. Esos se volvieron mis cuadros favoritos. Bueno, también por que yo era la artista de esos maravillosos cuadros.

Estuve algunas horas buscando por internet en mi celular casas y departamentos, y por suerte encontré una casa de tres pisos, contando el sótano, casi a la orilla del bosque que me daba una vista de toda la maldita ciudad. Estaba fascinada.

La casa por fuera tenia pinos de adorno y macetas, una fogata en medio de una tabla que simulaba un sillón gigante que rodeaba la fogata y sillas para descansar. Las paredes estaban intercaladas en cuanto al material, habían paredes de piedra y otras con bambú. También habían sombrillas con mesas y sillas para ver la ciudad.

Me dirijo hacia la inmobiliaria del sitio web que vi para comprar la casa ya mismo, por que no me quiero quedar en un hotel ahora mismo. Al encontrar el edificio me bajo del auto para dirigirme hacia la entrada para luego ir hacia la recepcionista. Cuando me acerqué pude visualizar el nombre ''Beatriz'' bordado en su camisa.

-Buenas tardes. Vine para comprar una casa que vi en su sitio web.- traté de sonreír un poco pero salió como una mueca.

-Claro, ¿Me puede decir cual de estas casas es, por favor?.- la recepcionista de mala gana me mostró unos folletos con casas más dañadas que mi humor.

-No es ninguna de esas casas. Es esta.- le mostré la foto de la casa en mi celular.

-Señorita, esa casa vale 34 millones y no creo que pueda pagarla.- mostró una sonrisa falsa para luego guardar los folletos que había sacado. Sacó su celular y comenzó a jugar en el.

-Llama a tu jefe, ahora.- mencioné irritada.

-Lo siento, señorita. Pero no voy a llamar a mi jefe por que usted crea que puede pagar esa cantidad de dinero.- 

-Oh llamas a tu maldito jefe o haré que te despidan, créeme cuando te digo que tengo los contactos y poder suficiente para hacer eso.- calmé mi tono de voz.

Ella se rindió al ver que hablaba en serio y llamó a alguien por el teléfono. En unos tres minutos ya se encontraba un señor no mayor de 60 años con un saco elegante que tenía una chapa pequeña dorada en el lado del corazón que decía "Jefe'' y abajo del nombre decía "Robert".

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