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Luca y Rey nos estaban esperando en el mismo lugar del primer encuentro en la plaza. Habíamos estado intercambiando algunos mensajes los días siguientes a lo que yo llamaba "la primera cita" y queríamos que nuestras mascotas se volvieran a juntar para jugar. Por supuesto, esa fue la excusa perfecta para volver a vernos sin ser tan directos. Aún no conocía mucho a Luca y los mensajes no habían sido tan extensos. No era una persona de muchas palabras al escribir, lo asumo. La mayoría de las personas se quejaban por eso, más que nada en mi trabajo, odiaban que respondiera con un simple ok o con un bueno, lo hago. Pero es que hay ocasiones en las que extenderse está de más.

Esa vez, Rey estaba más despeinado que la vuelta anterior, y Luca llevaba puesta una camisa a rayas celeste y blanca por fuera del pantalón, y unos jeans holgados azul claro. Sus cabellos también estaban como los de su mascota. Yo, que no era fan de la moda, me había puesto una camiseta mitad marrón y mitad azul oscuro, y unos pantalones negros. Fortachón se paseaba con una correa nueva color marrón.

-¡Por aquí! -nos gritó Luca, al vernos. Estaba sentado junto a su perrito en el pasto. La tarde era luminosa y los rayos del sol te calentaban las mejillas.

Fortachón empezó a correr como si lo estuviera llamando su dueño (el cual era yo) y solté su correa. Cuando Rey lo reconoció, se pusieron a jugar saltando y corriendo alrededor de Luca, quién se estaba poniendo de pie.

Al llegar a su lado, Luca me saludó con un fuerte abrazo como si fuese un amigo de años. Me agradaba la confianza que tenía en sí mismo y la soltura con la que se manejaba. Al abrazarnos, yo quedaba por encima de él, y eso me generaba ternura. Me daban ganas de remover sus cabellos.

Estuvimos un rato en le plaza viendo a nuestras mascotas saludarse y luego emprendimos viaje al destino pactado. Luca tenía intenciones de mostrarnos algunos lugares del barrio en donde aceptaban animales y que eran también muy agradables. Si bien, anteriormente, yo vivía cerca de mi nuevo departamento, esta parte de la ciudad no la conocía demasiado. Un guía como Luca era la mejor opción para deambular por las calles desconocidas. Cada vez que lo veía de frente, sus ojos me hipnotizaban de un modo descomunal, me hacía sentir de la misma forma en la que Fortachón me observaba a mí.

-Te aseguro que este lugar les encantará -me dijo mi guía, mientras recogía con una bolsa la caca que Rey acababa de hacer en la vereda-. No solo es divertido para los perritos, sino que también preparan los mejores batidos de la ciudad.

-No sé por qué me da la sensación de que te dejas llevar mucho por las bebidas.

-No solo por eso, sino también por las personas que te atienden. Si el servicio es bueno, por más que la comida sea medio medio, te dan ganas de volver.

Tenía mucha razón con lo que decía. Había lugares cerca de mi antigua vivienda que yo frecuentaba solo porque conocía a los que atendían o porque me sentía como en casa. Uno siempre vuelve a donde fue feliz o a donde lo trataron con amor.

Supe que habíamos llegado antes de que Luca tuviera tiempo de anunciarlo. A unos metros de nosotros había un gran cartel que decía: "Parque Canino Guau Guau". Era toda una manzana enrejada llena de diferentes juegos de obstáculos para perros. Había circuitos con ruedas de camiones pintadas de diferentes colores, toboganes, tubos enormes y largos a medio metro de altura para que los animales salten y pasen de lado a lado, y miles de cosas más. Fortachón se puso como loco cuando entramos. El parque contaba con cupos limitados por horas y uno de los requisitos para poder entrar era que tu mascota se llevara bien con otros perros. Rey, que ya conocía el lugar, se mostraba feliz y relajado.

-Lo primero que haremos será ir con los instructores (aunque yo ya conozco como es todo), luego, iremos por nuestros batidos y, recién ahí, comenzará su diversión. -nos informó Luca, acariciando a Fortachón al terminar de hablar.

Joel y Fortachón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora