Adentro
Michel puede sentir los latidos en su interior. Tiene miedo de hacer todo por sí mismo. Tiene miedo de fallar a pesar de lo que ha planeado.
Michel y Claude llevaban veinte años juntos ya. Mucho más que la mayoría de las parejas heterosexuales que conocían. Eran estables gracias a la paciencia de Michel y la creatividad de Claude. Pero ante todo, su felicidad se debía a que planeaban todo con antelación. Siempre se tomaban su tiempo para hacer las cosas con la mayor precaución posible. Ensayaron Mental Express bajo condiciones muy estrictas. Estar preparado es lo más importante.
Esta era una de las muchas cosas que probaban juntos.
Alquilaron un chalet para tener el espacio de experimentar sin ser juzgados por otros. Primero iba a probar uno, después el otro. Igual que cuando se iniciaron con la marihuana, el peyote y el LSD.
Ese fin de semana había comida suficiente, acceso a teléfonos de emergencia, pero no a números personales para evitar cometer tonterías bajo los efectos de las píldoras. Se prepararon para todo.
Claude quiso la personalidad de un atleta.
Michel quiso ser una mujer embarazada.
La elección de Michel fue inesperada. Claude trató de disimular un poco su sorpresa e incomodidad bromeando un poco. Le dijo que al menos ya tenía la panza para parecer preñado. Michel se molestó bastante con el comentario, lo cual dio paso a una pelea en el camino. Pero para cuando llegaron al chalet, la pelea había acabado y el entusiasmo por consumir sus píldoras era el nuevo tema de conversación.
El primero en probar fue Claude. Pasó de ser tranquilo y lánguido a ser agresivo y activo. Fueron doce horas de intensa actividad física que los dejaron extenuados y listos para el turno de Michel, que fue amoroso, suave, romántico. Un ying para un yang, una combinación perfecta para el fin de semana. Michel se sonrojaba cuando Claude le tocaba, su voz se hacía débil y femenina, su cuerpo obeso adquirió una gracia distinta por el medio día que duraron los efectos de la píldora.
La experiencia fue tan agradable como sus amigos les anunciaron. Cuando estuvieron de regreso en su casa, justo antes de caer dormidos, se prometieron volver a probar Mental Express.
Michel recordaba con placer ese fin de semana, tres meses después. Tan sólo con recordar esa tarde, algo se disparó en él. En medio de su distracción, vio una mancha crecer en su camisa. Leche.
No quiso mencionarle lo ocurrido a Claude. No sabía bien por qué. Pensó que lo abandonaría, que se iría de su lado y lo dejaría si empezaba a complicarse la situación. Tal vez no fuese nada grave. Así que fijó una cita médica para la semana siguiente.
Esa noche no pudo dormir. Corregía su postura, pero un dolor de espalda que nunca había conocido antes le torturaba. Después vino la acidez estomacal. Y en la mañana, las ganas de vomitar.
Fue así cada noche de toda esa semana de espera antes de la cita. Claude ya había notado el cambio de comportamiento, pero Michel negaba que hubiese problemas. Incluso cuando lo encontró llorando sentado en el baño.
El médico le aseguró que se trataba de un problema estomacal. Tal vez gastritis. Le pidió hacerse unos examenes al día siguiente.
Michel tenía otra teoría. Algo había salido mal con la píldora de Mental Express que había probado. Algo estaba cambiando en él.
Estaba en su interior. Eso era innegable. Podía sentir cómo se movía en su cuerpo. Tal vez su obesidad ocultaba el proceso de gestación.
¿Qué era lo que había en las píldoras? ¿Era posible que la transformación pudiese ser física también? ¿Se estaría formando realmente ese bebé en su interior?
Estaba lactando. Sus pechos ya parecían senos de mujer. También continuaban los dolores de vientre y espalda. ¿Cuanto tiempo de embarazo llevaba la mujer de las píldoras?
El médico le dijo que no era nada grave. Un aumento de la presión y un desorden hormonal. Tenía que cambiar un poco su dieta, hacer algo de ejercicio y seguir un tratamiento con pastillas para volver a la normalidad.
Pero las contraindicaciones decían que no eran recomendables para mujeres en gestación. Sus sueños estaban plagados de imágenes de fetos, de deformaciones, de su bebé fusionándose con su propio cuerpo, de convertirse en un siamés con su aborto pegado a los muchos pliegues de su piel.
Siguió el tratamiento a regañadientes todo ese mes. Claude se encargaba de vigilar que lo siguiera. Era difícil ocultarle cosas a él, pero sentía la necesidad de hacerlo. No hablaba de los mareos que sentía todo el día, fingía dormir, a veces no tenía ganas de hacer el amor, pero no podía permitirse decirle no.
En su cabeza estaba muy presente el tiempo que corría. Calculaba que el embarazo ya casi alcanzaba el octavo mes.
No podía permitir que ese bebé muriese.
Por las tardes salía a ver los almacenes de ropa de bebé en los centros comerciales. Se preguntaba si era un niño o una niña, si estaría bien conservarlo. Frente a una de las vitrinas del centro comercial escuchó a una pareja discutir por un sweater rojo. ¿Qué tanto problema tenía ponerse una prenda de vestir que se vería bien en él de todos modos? Había días en que no podía entender a los hombres.
Esa tarde tomó la decisión de salvar al bebé.
Las pastillas estaban ayudando a contrarrestar los cambios hormonales que sentía por el bebé, así que decidió dejar de tomarlas y tratar de distraer a Claude para que no lo notara. Ni siquiera el miedo a ser abandonado era tan importante como la vida de su bebé.
La noche crucial vino apenas seis días después de suspender los medicamentos. Sudaba como si estuviese en un sauna. Las patadas eran cada vez más seguidas. Se hacían tan frecuentes que no pudo aguantar las ganas de gritar. Claude se asustó cuando vio manchas de sangre en su cama. Michel le dijo que conservara la calma pero que corriera por un médico.
Cada minuto el latido del bebé era más lento. El dolor era agudo en la espalda, le era difícil moverse. Pensó en lo difícil que era hacer lo necesario para salvar a su bebé. Lo correcto siempre cuesta demasiado.
En su armario tenía escondido el kit de emergencia para hacerse la cesárea. Sabía que tenía que hacerlo por sí mismo, o nadie le creería a tiempo.
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Efectos Secundarios
Khoa học viễn tưởngQuiero decirte que hay un modo de escapar de tu realidad. Es simple y es certificado por un médico. Es legal. Olvida tus problemas. Sé quien deseas ser. Por doce horas.