Informe de Rendimiento

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Informe de Rendimiento

 Hay personas bajo cuya sombra pueden vivir miles de personas sin llegar jamás a enterarse. Para mí, esa persona es María Alexandra Sandoval. Yo la conozco como nadie jamás llegó a conocerla en su vida. Y la he conocido en muchas otras María Alexandras. Verán, ella es la mejor vendedora de Mental Express.

Han pasado 5 años desde que se abrió la primera oficina de la compañía. Los primeros consumidores me parecían personas demasiado corrientes, pero siempre bien vestidos y en general, bastante tímidos, como clientes de farmacia comprando condones. Siempre se guardaban el frasquito de píldoras en sus abrigos, como si llevaran dinamita.

Recuerdo que al presentarme para mi entrevista de trabajo, sentado en la sala de espera, creí que Mental Express era una clínica odontológica. Mi especialidad es realizar estadísticas de proyección en recursos humanos, y hasta ese momento, trabajaba para almacenes de cadena. Yo les hacía algoritmos que detectaban si un empleado era un riesgo potencial o un costo demasiado alto para la compañía. No entendí en un principio la razón por la que me necesitaba esta compañía tan pequeña con un solo punto de venta. Después de hablar con los dueños, lo tuve claro.

Cada píldora es lo que ellos denominan una huella mental: la personalidad del individuo en un instante de tiempo. Comprende su manera de ver el mundo, la forma en que toma decisiones, su estado anímico, sus habilidades sociales y cómo reacciona ante el ambiente que lo rodea. Pueden ser grabadas de una persona real o ser fabricadas de manera artificial, bajo mayor riesgo de daños a la corteza cerebral. Cuando alguien toma la pastilla, la huella se superpone a su propia personalidad y por un lapso que varía entre doce horas o siete días dependiendo del individuo, se convierte en alguien más, pero conservando sus recuerdos y hasta cierto punto, la noción de su identidad. Gracias a eso, una píldora puede ser un viaje psicotrópico o una ayuda para convertirse en alguien más agresivo sexualmente.

La compañía quería asegurarse de que el personal era idóneo para su trabajo. Eran un grupo de traficantes, pero querían ser una corporación, que nada de ganancia se les escapara. Querían que su personal convenciera, que fuera un factor decisivo en las ventas. Sólo lo mejor de lo mejor.

Desde el momento de su inserción, sabían que Mental Express iba a ser un éxito. Esa fachada casi antiséptica era un imán para gente desesperada con el mundo real, que al ver los ojos inmensos y claros de María Alexandra, aceptaba lo que sea que les ofreciera. Eso lo supe al verla. Sus manos siempre se acercaban a tocarte a través del mostrador, nunca demasiado, sólo ese roce que deja correr energía por la piel. Tenía las uñas largas, excepto en los pulgares, que mantenía cortas de tanto morderlas. Fue un detalle pasajero en ese entonces, pero ahora es de las primeras partes del cuerpo que noto al conocer a alguien de la compañía. Un poco de contacto físico, una mirada fija y un par de palabras correctas le bastaban para concretar cualquier negocio. Nunca estuve más cerca que eso.

Yo fui quien sugirió que debían obtener su huella mental. Sólo podía pensar en ella. Si realmente querían que M.E. llegara lejos, necesitaban tantas de ella como fuesen capaces de inventar. Y tuve la razón; llevo 5 años teniendo la razón. Ella no me decepcionó jamás.

"María Alexandra Sandoval, 23 años, sin enfermedades hereditarias en las pruebas de rigor, portadora de una enfermedad vénerea curable pero que ignora poseer y de la que no se le informará por no estar relacionado con el rendimiento en su trabajo, hasta enero del 2005, la mejor vendedora de M.E. de la zona de Antioquía, trabajando actualmente el turno de 8 pm a 5 am en días de semana. Su rendimiento genera celos entre el personal con el que comparte su espacio, como es normal, ya que aquellos que trabajan durante horarios nocturnos no son los mejores trabajadores. Lleva libros de contabilidad y administración que lee estrictamente durante la pausa de la cena. Faltando pocos minutos para finalizar el descanso, suele llamar a su pareja. Considero pertinente conseguir los datos de la relación para hacer una tabla de comportamiento."

Debo confesar que el poder que tuve sobre su vida influyó en su final. He tenido que presenciar una y otra vez la misma ceremonia fúnebre sin ser capaz de confesar a nadie que es mi culpa. Hasta cuando Diana Carvajal estaba tendida en el suelo del motel hace un año, seguía sin aceptar la realidad. Yo mismo corté todas sus uñas para que no sospecharan lo que ella tenía en común con María Alexandra. Al día siguiente saqué el memorando en que se prohibían las uñas largas y pintadas. Pobre Diana, nunca amé nada de ella hasta que vi sus uñas mordidas y su mirada copiada de María Alexandra.

Necesitaba que María Alexandra no tuviese amigos ni distracciones en su trabajo para que su productividad fuese mayor. Por eso yo mismo inicié los rumores sobre su promiscuidad. Sabía que su novio la engañaba, así como dos años después yo engañaría a Diana. Eran personas distintas, pero era el mismo trabajo, la misma situación y el mismo cabrón el que estaba detrás de sus muertes.

La única diferencia es que a una la amé y con la otra tuve sexo.

Al no tener con quien hablar de sus problemas, María Alexandra se enfocó en su trabajo con mayor esmero, como sabía que lo haría. Las ventas se dispararon en ese punto de venta. Si salía durante el día, repartía su tarjeta bajo la promesa velada de seducción. Pero nunca se vendía a sí misma. Para eso había siempre una pastilla. Yo era el testigo de su mayor éxito y sus más bajos estados emocionales. Los rumores sobre su vida sexual hacían que fuese objeto de acoso constante de parte de sus colegas hombres, y el más fiero desprecio de parte de las colegas de su propio sexo. Una de ellas puso azúcar en su gasolina. Su nombre era Sophie Lopez. Fue la primera en tomar la pastilla de María Alexandra.

Bajo la amenaza de denunciarla a la policía la forcé a tomar la pastilla. No dije de quién se trataba. El frasco lo entregué con el mismo numeral con el que aparece en los archivos: AX-4438MF. Le advertí que debía verla tomar la pastilla cada semana. Me aproveché de su miedo a la mafia detrás de Mental Express para hacerla mi conejillo de indias. Cuando María Alexandra la vio llegar al trabajo debió sentirse traicionada, incapaz de comprender lo injusto de este mundo que es capaz de perdonar a quien pudo haber sido su homicida. Después de ese día, se convirtió en la mejor reclutadora para el programa de obtener huellas mentales.

Mi suposición sobre lo que sucedería con Sophie era absolutamente correcta: Eran casi el mismo tipo de persona, con la diferencia de sus personalidades. Si no hubiese intervenido, Sophie habría seguido aceptando con docilidad la infidelidad de su esposo y hubiese conservado la amistad de la señora gorda del aseo, sin volcar su sufrimiento interior a algo productivo para Mental Express. Tal vez seguiría con vida en este momento.

El perfil de la vendedora es algo que instauré a partir de entonces. Cierta edad, ciertas aspiraciones económicas, ciertos complejos psicológicos y algunos detalles sobre la salud son los que aparecen en la tabla en la que se ingresan las hojas de vida como prueba preliminar. Toman la pastilla tras la primera llamada de atención sobre su rendimiento. Eso garantiza que los resultados sean similares. No siempre son iguales.

Sophie se cortó las venas en dos ocasiones antes de volarse los sesos con el arma de servicio de su esposo. Diana se suicidó con calmantes. Algunas se han arrojado desde la ventana de sus sucursales o apartamentos. Sus muertes son lo único que no puedo predecir con precisión.

Cuando María Alexandra murió yo no tuve ninguna sospecha de que se trataba de un suicidio. Fue un choque de automóviles. La extrañé mucho, los días se me hicieron penosamente largos cuando ella desapareció. Hubo un incidente aislado cuando su novio se enteró de los rumores que habían corrido en la oficina antes de su muerte. Se culpaba de todo lo ocurrido. No tenía idea de lo que había estado pasando con ella. Decía que de haberlo sabido no la habría tratado de aquel modo. En mi caso no cambió nada, no creo que realmente cambiaría en el de él.

¿Acaso hubiese podido ser mejor persona que yo sabiendo lo que yo sabía? En ese entonces, creí que la culpa era suya y se lo dije frente al policía que lo escoltó a la salida. Creí que ese idiota había matado a la mujer que yo amaba tanto que la había copiado por cientos.

Ciento veinte empleadas en la actualidad toman AX-4438MF, todas bajo la sombra de María Alexandra, bombas de tiempo a punto de acabar con sus vidas porque alguien no las ama. Y todas me acompañan por las noches en mis informes de rendimiento. Todas dan lo mejor de sí mismas. Ninguna vive lo suficiente para pensionarse. La ganancia es óptima.

Efectos SecundariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora