⋮ ≡ ，，(🗯) 𝐌𝐄𝐀𝐍𝐓 𝐓𝐎 𝘽𝙀.
La secundaria acaba, los caminos llevan a distintos lados, pero el destino siempre reúne a quienes deben estar juntos a las buenas... o a las malas.
¿Qué ocurre cuando éste decide que dos jóvenes deben acabar en u...
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( oikawa's pov: ) - p.ᐟ ﹕casa de Tooru.
La puta madre...
Esas fueron las únicas tres palabras presentes en la cabeza de Tooru antes de quedarse en blanco por completo. Con los ojos bien abiertos, miraba entre la bolsa en las manos contrarias y el rostro casi blanco de Atsumu.
— Tsumu... Dios, no tengo cómo explicar esto. —
Su voz era prácticamente un susurro inaudible, se acercó al contrario y cerró la puerta detrás de sí para evitar disturbios y que el resto se enterase.
— Oikawa por favor decime que esto no es tuyo. —
Los ojos marrones que una vez cargaron alegría ahora estaban llenos de lágrimas por caer sobre sus mejillas. La respiración de Tooru se había frenado y lo notó en cuanto comenzó a llorar, caminando lentamente hacia su cama para sentarse en ella, agarrando su cabeza entre ambas manos, como si desease no oír lo que ocurría a su alrededor.
— Perdón... De verdad, perdón... —
Atsumu se arrodilló frente a él con desesperación, seguía en shock pero debía ayudar a su amigo. Tomó las manos de su amigo e hizo que lo mirase.
— ¿Desde hace cuánto? —
— Desde que terminé con Iwa... —
— TOTO ESO ES UN MONTÓN, FUE EN SECUNDARIA. —
— CALLATE, IDIOTA. —
Aquella discusión de gritos susurrados quedó ahogada en sus gargantas al escuchar la suave voz de Suga llamándolos, preguntándoles si estaba todo bien.
— YA VAMOS SU, ESTAMOS BUSCANDO UNAS FOTOS QUE ME QUIERE MOSTRAR TOTO DE CUANDO ERAMOS CHIQUITOS. —
— ¿Vos sos pelotudo? —
— ¿Por? —
— VAN A QUERER VER FOTOS Y NO TENGO. —
— DA LOCO VOS TAMBIÉN NO TE ACOPLAS A UN PLAN. —
— PERO. —
Su discusión terminó con el sonido de la mano de Oikawa golpeando la nuca del rubio, intentando reírse y distraer a Atsumu del tema anterior.
— VENGAN QUE YA ESTÁN LOS MATES. —
Se levantaron para dirigirse nuevamente al living del departamento donde se encontraba el grupo de ex-armadores. Antes de abrir la puerta, el gemelo Miya frenó al morocho para decirle.
— No pienses que nuestra conversación se terminó. —
Esas palabras no paraban de pasar por la cabeza de Oikawa 24 horas después de aquella reunión. Su corazón estaba acelerado, su rostro rojo y sus ojos le ardían de haber llorado desde que se había levantado. La maldita bolsa estaba ahí, a un costado de su cama donde la había dejado Atsumu. Levantándose de esta, tristeza y desesperación corriendo por sus venas, agarró el paquete que tenía pastillas rojas, tomando una para dejarla sobre su lengua y recostarse de nuevo, entrando de nuevo al círculo vicioso de escape del dolor en su corazón...
