Destino o Casualidad

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Ya eran alrededor de las nueve de la noche. Sentada en una banca de aquella plaza no tan solitaria había una mujer descalza y con sus zapatos tirados cerca. Sus peculiares ojos violeta se encontraban hinchados de tanto llorar. Se sintió agradecida por no usar maquillaje aparte del usual labial rosa, pues de por sí supuso que ahora mismo debía verse horrible.

Aún no lograba entender que había hecho mal cómo para encontrar a su novio besándose con su amiga.

Ese día, el cuál era San Valentín y su aniversario de tres meses, habían acordado salir a una cita. Ella le había preparado chocolates hechos a mano y estaba tan entusiasmada que llegó varios minutos antes de la hora, solo para encontrar aquella dolorosa escena. La traición apuñaló su corazón haciendole una nueva cicatriz amorosa. Era un fracaso en eso de las relaciones, para que negarlo, no sabía elegir bien y siempre salía lamistada logrando como resultado que ese núcleo de sentimientos — que a veces desea arrancar — esté lleno de heridas, cicatrices y magulladuras.

Mira la caja de chocolates al lado suyo y una rabia indescriptible inunda su ser. Toma la caja y la alza por encima de su cabeza con la total intención de estrellarla contra el suelo y hacerla pedazos. Pero se detiene. Lágrimas vuelven a correr por sus mejillas, agarra los chocolates y decide comerselos mientras llora. Definitivamente se sentía como una idiota por creer que iba a salir todo bien con aquel imbécil. ¡Maldito Cupido, su puntería siempre fallaba con ella!

Aquel lugar era uno de los pocos que trabajaba en la noche, y más en un día tan ajetreado como el de San Valentín

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Aquel lugar era uno de los pocos que trabajaba en la noche, y más en un día tan ajetreado como el de San Valentín. Aparte de ese rasgo, le gustaba mucho el sabor del café y el ambiente del local, con ese nostálgico estilo vintage y los ventanales de cristal que lo dejaban ver hacia la calle.

Todos los días hacía acto de presencia para sentarse a leer un libro y tomar una taza de café bien cargado, siendo sus visitas siempre temprano en la mañana, antes de ir al trabajo. Pero tuvo ciertas complicaciones ese día y ya que no deseaba romper con la rutina se presentó en la noche. Al entrar saludó al dueño con el cuál mantenía una cordial relación amistosa. Se sentó en la misma mesa de siempre, la habían reversado exclusivamente para él por ser un cliente recurrente. Debido a la fecha sonaba en la radio una cancion romántica que lo hirió justo en la llaga. Esa que tenía que ver con su lista no tan larga pero aún así promedio de desepciones amorosas.

La razón por la cuál todas las chicas con las que salió lo dejaban era simple y la misma. El hombre de azul mirada era demasiado frío, o eso le decían. Él no era un romanticon empedernido, tampoco hablaba más de lo necesario y no le gustaba expresarse; estas cosas formaban parte de su personalidad y no estaba dispuesto a desecharlas. Además, ninguna de ellas lo motivó lo suficiente cómo para cambiar de parecer en cuanto a su "frialdad".

Aquella cancioncita rídicula lo molestó bastante cómo para salir del café y dirigirse a dónde los pies lo llevasen, como solía hacer cuando la soledad que tanto disfrutaba se volvía un poco cancina. Y dichos pies lo llevaron hasta una plaza que era cercana al local, se sentó en la banca más próxima que encontró a disfrutar de la brisa nocturna y de la vista de personas transtitado por el lugar. Hasta que a los pocos segundos pudo escuchar un sollozo al lado suyo, topándose con un cuadro bastante inusual.

OneShots GiyuuShino [EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora