CAPÍTULO XXII

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Estamos en la sala de espera, Amira lleva una hora dentro y los nervios me están consumiendo al no saber de ella.

Cuando llegamos a su departamento, estaba tirada en su baño un tanto inconsciente, varias lágrimas recorrieron mis mejillas cuando me percaté del sangrado que recorría sus entrepiernas, el rostro de pánico de Dickens se mezcló con el mío, no sabíamos como actuar, temblabamos.
Llamamos a una ambulancia y esperamos junto a Amira, sostuvimos sus manos mientras esperábamos que llegarán a ayudarla.

Ahora sostengo la mano únicamente de Dickens mientras esperamos por información, me recuesto en su hombro.
Está terriblemente asustado y lo comprendo, él había hablado con tanto amor de Amira y de su bebé que él miedo a que les pase algo lo está atormentando.

Casi amanecía cuando al fin una enferma sale a brindarnos información.
—¿Son familiares de la señora Amira Thales?.

—Si, soy el papá de bebé que está esperando—Dickens se apresura a contestar—¿Cómo están?.

—La señora Amira está descanso, referente al bebé, lamento informales que lo perdió. La señora sufrió un aborto espontáneo.

Miro el rostro de Dickens, parece no asimilar las palabras de la enfermera frente a nosotros.
Un silencio lleno de dolor se apodera de ambos.

—¿Cuál es la razón por la que sufrió el aborto?—Por lo que sé Dickens cuidó de ella, no entiendo, ¿por qué así?.

—Según los estudios realizados la señora tenía algunos problemas en el cuello del útero, a esto se le sumó el hecho de que a vivido llena de excesos, especialmente el alcohol y los cigarros, fue imposible hacer algo por el bebé, cuando empezó a sufrir el sangrado vaginal se dió por hecho que el feto ya no seguía con vida —termina de explicar—Siento mucho la perdida, me tengo que retirar.

Me acerco a Dickens y lo abrazo, siento que es lo único que puedo hacer, no quiero aturdirlo con palabras, solo necesita llorar y le prestaré mi hombro.
Acaba de perder a su hijo, el bebé del cual me habló con tanta ilusión.
Me devuelve el abrazo con fuerza, llorando sin control, el rosonar de sus sollazos me duele en el alma.

—Perdí a mi bebé Eliana—su voz es un susurro desgarrador.

Yo ni siquiera puedo pronunciar algo, su llanto me quiebra, jamás lo había escuchado así, jamás había escuchado un llanto con tanto dolor como él que emana. Se aferra con más fuerza.

—Deseaba ser padre, realmente lo anhleba...estaba cumpliendo un sueño que ahora...solo se esfumó—vuelve a sollozar enterrando su cabeza en mi hombro.

—No llores así, por favor Dickens—mi voz se quiebra sin permitirme decir nada más.

—Quiero irme, no puedo seguir aquí—me suelta y limpia su rostro, está totalmente rojo, sus nariz y sus ojos ya lucen hinchados.

—Aún no podemos, Amira está dentro, no ha venido ninguno de sus familiares, no podemos dejarla aquí—ella también debe de estar sufriendo.

—Amira no tiene familia, quedate con ella hasta que le den de alta—me da un fugaz beso en los labios—Voy a estar en casa.

—No puedes irte solo Dickens, no estás bien, tengo que acompañarte.

—No podría dejar Amira sola, acompañala por favor, te prometo que me cuidaré.

Hago un movimiento de cabeza aún dubitativa, él lo toma como un "si" y sale disparado por uno de los pasillos.

Trato de entenderlo, quizás necesita asimilar la situación.
Limpio algunas de mis lágrimas y entro a la habitación de Amira.

La veo recostada con la mirada perdida, todo su rostro demuestra lo mal que lo pasó.
Me planto a su lado, ella desvía la mirada posicionandola en mí.

Sujeto su mano con afecto —Lo siento.

Me sonríe con dificultad.—No es tu culpa hermosa, gracias por quedarte, supongo que Dickens se fue, ese hombre no sabe actuar ante el dolor—me acerco a darle un pequeño abrazo—Cuando comencé a sentir dolores supe que lo estaba perdiendo, sentí como dejaba de haber un pequeño ser dentro de mí, eso me destruyó Eliana.

Veo como su rostro se descompone, sus ojos se llenan de lágrimas y su piel pálida de vuelve roja—Iba a ser mi única familia, al fin tenía la esperanza de tener a alguien a mi lado, y ya no está, no tengo nada, nuevamente estoy sola.

—Ey—limpio su rostro—Dickens y yo estaremos para ti, eres joven y hermosa Amira, estoy segura que tendrás una familia gigante algún día.

—¿Y que hago mientras ese día llega? ¿Seguir tomando y saliendo de fiesta para no sentir que la soledad me consume?.

—No estás sola ¿entendido?, te conozco hace poco y ya me importas Amira, sé que Dickens te adora, me lo repite todos los días.

—¿Creés que saldré adelante? ¿Algún día tendré mi familia? —su tono es tierno y esperanzador.

—Estoy segura, sabes hacerte querer, sé que conseguirás a alguien maravilloso para acompañarte en el camino y formar esa familia que tanto anhelas.

—Gracias...

Puedo notar como sus ojos luchan por no cerrarse—Descansa, yo me quedaré cuidando de ti, ya te dije que no estarás sola—me siento en uno de los pequeños sofás frente a ella.

Los minutos pasan y no obtengo respuesta de Dickens, ya le dejé más mensajes de lo que puedo contar.
Me acuesto en el sofá y me dejó vencer por el sueño.


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El sonido de celular y el sol reflejándose en mi rostro hace que mi placentero sueño se acabé.
Me levanto y veo a Amira descansando, eso me tranquiliza.

Reviso el celular—Mierda—he dormido unas diez horas.

Reviso las dos llamadas perdidas de un número desconocido.

Decido devolverlas para saber de quien se trata—¿Bueno? ¿Con quién hablo?

—Buenas tardes señorita Eliana, soy el oficial Gean Cortés, un compañero de trabajo de Eithan, la llamó para informarle que en horas de la madrugada detuvieron a Eithan por conducir en estado de ebriedad, además encontraron en su vehículo policial algunas botellas de alcohol. El equipo de trabajo se debe de respetar y que lo hayan encontrado así en una patrulla le traerá problemas bastantes graves, piensan revocarle su licencia policial.
Por ahora tiene que venir y pagar una fianza, caso contrario quedará en detención.

—Ay no es posible—musito entre enojada y preocupada—estaré ahí pronto, muchas gracias por la información oficial.

Tendría que dejarlo ahí encerrado para que no se le ocurra volver a hacer esa estupidez, ¡¿manejar borracho?!, lo último que le faltaba hacer.

Sé que está dolido, pero nada justifica su acción, pudo poner en peligro a personas ajenas a sus problemas.

Tiene suerte de que lo quiero, maldigo en voz baja y salgo en busca de él.

O no...pensándolo mejor tiene que aprender la lección, una horitas más en la celda le harán bien...

Entre la aflicción y el amor ✓ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora