Act 1 /StanXeno/

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Act I: Lo hice por ti.

Se anuncia en periódicos, en reportajes de la radio y televisión con gran entusiasmo, como si el circo viniera a la ciudad. La gente peleaba para conseguir un puesto, solo los periodistas que trabajan en sitios de renombre se ganaron su lugar el día del evento. Otras compañías no tan prestigiosas o más amarillistas se tenían que conformar con esperar afuera. Lo único que evitaba que se transmitiera en televisión es que, debido a la hora que iba a suceder todo, consideraron que sería más que inapropiado y un poco de mal gusto. Bueno, ya de por si era desagradable todo el revuelo que se había hecho hasta ese punto.

Pero en un pueblo tan pequeño como ese, era una novedad sin duda. Morbosa a más no poder, pero una novedad al final del día ¿Cuántos pueblos pueden decir que tuvieron a un asesino en serie? ¿Y que además fuera un caníbal? Un puñado, muy pocos, tenían tal honor en los anaqueles de su historia. Por eso se hacía tal escándalo para ver la ejecución de quién fue y es el protagonista de las pesadillas de todo un pueblo. A las doce de la tarde, horario del este, Stanley Snyder, el caníbal de la luna nueva moriría en la silla eléctrica, condena que se le dio luego de encontrarlo culpable de los, hasta ahora confirmados, doce homicidios a lo largo de cinco años.

En la casa de Snyder se encontraron en el patio los restos esqueléticos de aproximadamente una docena de cuerpos. Dentro de la casa, en varios congeladores se hallaron un total de treinta kilos de carne molida y otros ochenta kilos de carne fileteada. Toda de origen humano según los análisis, según el testimonio del asesino, él comió buena parte de la misma. Aunque también admito que varios kilogramos de esa carne molida acabó siendo consumida en varias parrillas que él hizo para su vecindario. Este detalle se ocultó a la prensa, ya saben, para evitar el pánico general.

Había que admitir que Snyder fue prolífico de principio a fin. Por poco el caso del asesino del zodiaco no se repetía, aunque la policía no quería admitirlo, fue atrapado por una pequeña casualidad. Su última victima registrada, Giovanna Colombo, la más joven de los cadáveres encontrados: la vieron por última vez a menos de tres cuadras de la casa de Snyder. Según testimonios de sus dos amigas más cercanas, ella iría a ver a un hombre mayor que le había invitado a su casa. No dio un nombre, pero sí una descripción precisa: un ardiente rubio de ojos verdes.

Y no había muchos hombres así en ese pueblo tan pequeño y olvidado por dios.

Además Giovanna fue la única a la cual pudieron identificar sin usar los registros dentales, ya que Snyder no había "terminado" con su cuerpo cuando la policía allanó su casa. Fue como la caída de dominos a partir de ese momento, las piezas se unieron, los cuerpos fueron sacados de su patio, se celebró el juicio y lo mandaron sin siquiera pestañear al pasillo de la muerte.

—Es hora, Snyder.

Alzó la cabeza para encontrar al guardia tras los barrotes de su celda. Suspiró bajando sus hombros, al fin. Se había cansado de esperar, dejó a un lado el yogur a medio comer que le habían dado como último alimento y se puso de pie. El guardía entró a su celda, esposó sus muñecas primero, luego sus tobillos y lo llevó del brazo a donde sería su última morada. La silla eléctrica se alzaba al centro del cuarto, dio pasos cortos, debido a las esposas en sus tobillos, y tomó finalmente asiento. Soltaron sus muñecas para poder atar las correas de cuero de la silla en lugar de las esposas.

Aprovecho para mirar al frente, observar quién iba a presenciar su muerte en ese momento. Notó de primeras a la prensa, que tomaba fotos hambrientos de tener la mejor toma de tal suceso. A una mujer, delgada y larguirucha, con cejas pintadas como dos rayas finas que le miraba con un profundo desprecio. Un hombre, de espesa barba roja que apretaba sus puños y con las venas marcadas en su calva cabeza, ansioso de entrar a estamparle la cara contra el cristal. Se fijó de igual modo en un joven que tenía su cabeza gacha, incapaz de mirar. Su nariz roja goteaba, se frotaba los ojos cada cierto par de minutos. Desprecio, ira, tristeza, todo un mosaico de emociones que se contrastan entre sí.

Entonces, sus ojos cayeron sobre la silueta que se alzaba detrás de todos ellos. Un hombre con el cabello echado hacia atrás formando un copete sobresaliente. Cubierto de un abrigo negro y guantes blancos en cada mano. Ojos tan negros como una aceituna, una mirada tan densa que le quitaba el aliento. De entre toda la gente, jamás espero verlo.

Más su presencia no le incomodó, al contrario, una sonrisa se arqueó en la comisura de sus labios. Sutil, muy sutil. A pesar de que él no devolvió la sonrisa, no quitó el gesto. No, no, quería hacerle saber que estaba feliz... feliz de verle allí.

—¿Últimas palabras, Snyder?

—...—Observó de reojo al guardía, volvió la mirada al frente, parpadeo. Sus párpados se cerraron y abrieron repetidas veces, para luego, agachar la cabeza—Nah, encienda esa cosa—comentó encogido de hombros. Su rostro es cubierto por una bolsa de tela negra, el casco de metal colocado sobre su cabeza, el policía aseguró las correas de cuero una vez más para evitar cualquier inconveniente. Se acercó al switch de la silla, revisó su reloj.

11:59 PM.

Espero que el minutero terminará su recorrido, que la manecilla pequeña se alineará por completo con la más grande, acariciaba el mango de madera del switch ansioso, deseando bajarlo de una vez por todas y acabar con su jornada. Cuando finalmente los relojes marcan las doce, se alza la palanca activando el mecanismo de la silla. Las luces de la vieja prisión del condado parpadean una y otra vez por la demanda eléctrica. El cuerpo que se encontraba allí sentado se retuerce con violencia, las manos cerradas en fuertes puños, la espalda arqueada para luego dejarse caer cuando bajan el interruptor. Su cabeza cae sin fuerzas, el doctor, que siempre estaba presente en cada ejecución, se acercó al condenado y comprobó, efectivamente, que no había pulso.

Se escuchó un aplauso general, los familiares de las víctimas celebraban finalmente la muerte de aquel monstruo que les había arrebatado a sus familiares, hija, hermanos. Más alguien ya no estaba, aquel de gabardina negra se había ido antes de que encendieran la silla. Ahora se aferraba a los bordes del lavamanos del baño de caballeros, expulsando de su estómago los restos de lo que había comido ese día. Quiso quedarse, realmente hubiese querido quedarse hasta el final. Pero no pudo, con solo ver las luces parpadear en el baño, hizo que vomitara con más ganas que antes, entre arcadas se escapaban algunos sollozos, sus ouos dejaban caer gotas saladas.

—¡Ugh...!—tomo de los bolsillos de la gabardina un pañuelo blanco, se limpió como pudo la boca mientras abría el grifo para que el agua se llevara sus jugos gástricos con comida parcialmente digerida—S-Stan...—Se colocó de cuclillas, apoyando la frente en la porcelana fría del lavabo, conteniendo el aliento en cada suspiro amargo.

Tal vez el mayor misterio tras los asesinatos del caníbal de luna nueva, era la total falta de conexión entre todas las víctimas. Distintas edades, trabajos y circunstancias, Giovanna solo tenía quince años cuando murió, pero el esqueleto más antiguo hallado en su patio le pertenecía al señor Gregory Harris, de cuarenta años, que desapareció una noche que salía del bar luego de reunirse con compañeros de trabajo. Los detectives catalogaron a Snyder como un asesino de oportunidad, pero la verdad no era esa, no, la última pieza de ese rompecabezas se la había llevado Stanley a la tumba ese día, nadie nunca sabría sus verdaderos motivos.

Nadie...
Salvo él.

Xeno Houston Wingfield se miro al espejo, miró su rostro demacrado por el llanto y vomitó. Cerró sus ojos, pensando en el rostro del hombre que amo, en la última sonrisa que le dedicó antes de que le colocaran el saco de tela sobre la cabeza. El mensaje que dejó atrás, que solo él captó en el momento. Una serie de parpadeos sin aparente sentido, pero alguien que llevaba tantos años estudiando código morse, entendería a la primera sin problemas. La pieza que unía todos los asesinatos, la razón tras la cacería que inició Snyder.

Él.

L.O. H.I.C.E. P.O.R. T.I.

Angstruary 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora