Act 9/SaiGen

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Act 9: Hanahaki.

Dos años de feliz matrimonio. Sin contar los tres años que llevaban saliendo. Una boda que fue pequeña, con solo la gente que era importante en sus vidas. Recordaba todavía sus votos nupciales y las mariposas en su estómago cuando pudo besarlo en el altar. No había hombre más feliz que él, creía ciegamente que iba a llegar a viejo con la persona que se había desposado. Tal vez pecaba de ingenuo, pero ¿No todos somos un poco ingenuos cuando amamos a alguien? Es muy humano aferrarnos a nuestra felicidad, más si nos hace bien. ¿Era tan malo acaso ser egoísta y desear para uno mismo la elusiva felicidad?

¿Qué tan malo era ser egoísta?

Por qué de verdad se le escapaba la razón por la cual ahora sus pulmones ardían como si se estuvieran quemando por dentro, mientras se dejaba la garganta tosiendo como si estuviera a punto de largar por la boca trozos sanguinolentos de su interior. Pero de sus entrañas, por medio de su boca, se escapaban infinitos pétalos de lirio que caían con gracia, empapados de aquel color vinotinto. Un lirio, hermoso como macabro, se abría orgulloso en medio del lavamanos.

¿Por qué ahora? ¿Justo ahora?

El estaba en una relación estable ¿No es así? El amor de su vida era la persona con la cual se había casado, no había dudas en su corazón ni en su mente. Entonces, ¿Por qué? ¿Por qué flores están creciendo y alojandose en sus pulmones? abrió el grifo y dejó que el agua se llevará todo, los pétalos, la sangre, la evidencia de que algo estaba mal. Se limpió como pudo el rostro con toallas de papel. Se movió en automático fuera del baño, caminando de vuelta a su oficina, tratando de olvidar, de aparentar que todo estaba bien. Se topó de frente con su hermano menor, quien arqueó una ceja al notar su rostro.

—¿Sai? ¿Estás bien?

—...—Apenas y logra asentir un poco—, si, b-bueno, no, ¿Puedo salir antes? Necesito tomar un descanso, creo que tengo un resfriado.

—Oh. Claro, ve, al final de cuentas no queda mucho por hacer hoy.

Sai le agradece a su hermano y simplemente agarra lo que tiene a la mano para salir corriendo. Necesitaba hablar con su esposo, buscando una respuesta, aunque realmente si se ponía a pensar fríamente ¿Una respuesta es lo que quería? ¿Y si la verdad era demasiado dolorosa? Tal vez era mejor quedarse en la feliz ignorancia y dejar que esas flores echen raíces, simular que no dolían y que no estaban ahí, la verdad sonaba tan tentador. Pero ya estaba llamando y antes de poder darse cuenta, su voz estaba en la otra línea.

—¿Sai-chan? Que raro que me llames a esta hora.

—A-Ah… s-si, salí antes del trabajo—, pasó saliva, dudaba si continuar la llamada pero ya estaba ahí—¿Podemos vernos? Por favor—, pidió rápidamente, conteniendo que su voz no se quebraba a media oración.

—Ah, bueno, dame veinte minutos y nos veremos en el café de siempre ¿Ok?

—S-si, está bien, te espero.

¿Qué era realmente lo que quería con ese encuentro? ¿Ver algo que antes no había notado? Pues si era así, no sabía qué buscar en su esposo porque a sus ojos, Gen era el de siempre. Le sonreía con cariño, le veía con esa misma mirada dulce mientras le conversaba de su día. Le amaba, era mutuo entonces, y eso solo echaba más sal a la herida ¿Por qué? ¿Por qué flores crecían en su pecho si todo estaba bien? Se sintió extrañamente culpable, como si él fuese el responsable de todo. Como si él tuviese algún poder sobre lo que sucedía. El suave tacto de Gen al tomar su mano, la caricia discreta a sus nudillos lo hizo reaccionar.

—¿Por qué me llamaste tan de la nada?

—S-Solo quería verte—, murmuró al fin, sonriendo un poco—. Como hacíamos antes, escapar del trabajo sólo para vernos.

—¡Oh! Sai-chan, aún recordando eso después de tanto—, vió a su esposo negar con su cabeza, sin soltar su mano—, por cierto, un viejo amigo de la universidad me llamó hoy. Creo que te he contado de él, éramos muy amigos en esa época antes de que se fuera a Estados Unidos, regresó a Tokio y nos invitó para tomar un café.

—Eso suena bien, ¿Cuál es…? No soy bueno recordando nombres.

—¡Senku! El chico con cabello de cebollín.

Una descripción extraña pero precisa, recordó entonces a ese muchacho por las fotos que llegó a enseñarle de sus tiempos en la universidad. Algo en su corazón se apretó y el dolor en sus pulmones regresó como una pequeña punzada, iba a ignorarlo, encontraría la forma de encontrar una cura, por qué todo esto… Todo era un error ¿No es así? Debía de serlo. Pero las raíces crecían día con día, sus ataques de tos eran más evidentes. Y la duda del por qué estaba sucediendo le estaba devorando por dentro, algo debía de estar mal pero no sabía o tal vez, se negaba a verlo con sus propios ojos.

Entonces, sin quererlo ni buscarlo, ma respuesta que tanto ansiaba llegó a él esa tarde que fue a tomar café. Pudo notarlo, en los ojos brillantes de Gen al ver a Senku luego de tantos años, en el abrazo que se prolongó un par de minutos más de lo debido. La forma tan peculiar en cómo hablaban entre ellos tan sueltos, cómplices uno del otro. Y él solo siendo un observador, su esposo no lo ignoro, no, tomaba su mano, le hacía partícipe de la conversación, pero Sai finalmente tenía en claro que estaba ocurriendo. Algo que ni su propio esposo parecía notar, por qué a pesar de todo, Gen seguía dedicando miradas de cariño a su persona, sonrisas que calentaban su alma. Le amaba, estaba seguro que le amaba… pero su corazón estaba en otro lado.

Dolía.

Dolía justo ahora mientras tomaba su mano, caminando juntos en solitario por la calle vacía. Escuchando como eco lejano la voz de Gen, contando alguna anécdota que vivió junto a Senku. Acarició sus nudillos, pensando en cuán egoísta podía llegar ser la naturaleza humana. ¿Era tan cruel querer que Gen solo enfocará sus ojos en él? ¿Era cruel acaso aún a sabiendas de lo que sucedía, quedarse a su lado? Es que él era feliz, amaba tanto a ese hombre con el cual se casó, que la agonía de las raíces que se enroscan y retuercen en sus entrañas parecía un simple pellizco que él podía ignorar. Que la irritación en su garganta no era nada más que una molestia pasajera. Le amaba tanto como para quedarse, aún sabiendo la triste verdad. Es que el calor de su palma era tan agradable, su tacto tan gentil.

¿Cómo decirle a su alma que suelte aquello? ¿Y a su corazón que simplemente olvide?

—¿Sai-chan? ¿En qué piensas? Te ves un poco perdido.

—...—Sai enmarca una sonrisa de costado, lleva la mano de Gen a sus labios para plantar un beso en su dorso—, pienso en que soy muy afortunado por tenerte, Gen.

—A-Ah—, le vio sonreír tan tímido, con un sonrojo apenas sutil—, diría que el afortunado es otro, Sai-chan.

—Yo te amo—, y por amor, aguantaría lo que sea, cada aliento iba a ser tan valorado como él último, si es que podía compartirlo con él.

—Y yo a ti, Sai. Te amo.

Angstruary 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora