Act 15 /StanXeno/

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Act 15: Luto.

Cuán difícil es pasar tu duelo, teniendo a un bebe que llora cada mañana para ser alimentado. Eso pensaba Xeno, quien abría sus ojos, tan pesados y doloridos por la falta de sueño, escuchando de fondo como su hija de meses de nacida lloraba a todo pulmón pidiendo ser alimentada o limpiada. La bebé de apenas seis meses, inocente e ingenua que no entendía ni comprendía la atmósfera que rodeaba su realidad. Una bebé que no iba a entender hasta varios años después, que su padre había muerto luego de verla llegar al mundo. La muerte era un concepto que para un recién nacido era inimaginable, incomprensible.

Una última misión antes de retirarse del ejército, de dedicarse de lleno a la nueva familia que habían creado. Se suponía que iba a ser algo simple, un mes en el desierto de Arabia e iba a volver a sus brazos. Pero no volvió, el comboy dónde estaba su marido pasó por encima de varias minas subterráneas, explotó y se llevó la vida de todos los pasajeros, su esposo iba tras el volante. Lo único que quedó de su amor de infancia era un tarro lleno de sus cenizas y una bandera americana doblada, que se posaba orgullosa al lado de la urna.

Pero ni tiempo había de llorar, no, no con una bebé. Así que se levantó, arrastrando sus pies por el piso de madera. Observó el mentado tarro y dió un beso en la tapa, nunca se olvidaba de esa rutina, un beso de buenos días. Llegó a la cuna donde su hija reposaba y este, apenas esbozando una sonrisa la cargo. Necesitaba un pañal nuevo, el olor delataba ese hecho.

—Aquí estoy—, le dijo a su pequeña, la cual fue aminorando su llanto conforme su mamá la mece en sus brazos—, aquí estoy Elizabeth… no estás sola, tampoco yo lo estoy—. Aunque no pudiera pasar su luto, que por ahora tenía que resguardar su duelo, aún le quedaba esa niña que tenía en brazos. Elizabeth era lo que mantenía funcionando su motor, el cable tierra que necesitaba para mantenerse cuerdo en ese caos que llamaba vida por ahora, veía los ojos de su hija, en los iris tan azules como el cielo que había heredado de su padre y pudo sentir que ese hombre que tanto amo seguía allí de alguna forma.
No era religioso, claro que no. Pero creer por un segundo que los brazos Stanley le rodeaban en un apretado abrazo mientras cargaba a su hija, imaginar el olor a tabaco que hacía cosquillas en su nariz, le daba algo que necesitaba con urgencia: paz. Y nada más importaba que eso, tener paz.

Con una bebé no se podía tener luto. Pero Xeno estaba bien con ello, claro que sí.

No estaba solo.

Angstruary 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora