↭Mini historias, One-Shots y cositas Auronbowl en torno al juego del calamar.
↭Hay contenido sexual, fluff, etc.
↭Créditos del dibujo a @JotaPlay_ (en Twitter)
Resumen:(PARTE FINAL). El guardia y el jugador tienen una conclusión en su historia.
🌺 Adv/Muerte de personajes.
Palabras: 4,800.
Antes de leer, hagan sus apuestas: ¿final feliz o final triste?
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Luzu fue reclutado en un momento de debilidad, emocional y financiera. Muchos soldados, así como fue su caso, también tenían deudas que saldar y prestamistas enojados queriendo cobrarse el dinero invertido.
Sin embargo, tuvo una suerte que no todos conseguían. Le pagaban menos de lo que tendría si ganaba los juegos, pero poseía más probabilidades de, bueno, seguir con vida. Su físico le ayudó con creces. Contextura delgada pero fornida, menos de treinta y cinco años, experiencia como segurata de un banco y unos muy necesarios 1.78 cm de altura. Los demás reclutados cumplían con la misma vara de medir, en la que la única diferencia palpable era el género, pues existían mujeres trabajando, así como él.
En su momento, se dijo que podía ser capaz de hacer lo que fuese necesario para salvar a su familia; creyó que sería temporal. Pero una vez que estuvo dentro, fue imposible salir. Tampoco ha buscado huir con avidez; no tiene motivos reales para hacerlo. A sus propios ojos, es indigno de estar en la misma casa que sus padres, respirando el mismo aire y recibiendo los halagos inmerecidos. O ver a sus hermanos menores. ¿Cómo puede ser capaz de estar con ellos sin recordar a cuántos jóvenes de esa misma edad ha masacrado con su arma? No tiene donde volver, y eso está bien, porque no cree que merezca ser libre.
Sorprendentemente, nunca ha roto las reglas. Hasta ahora.
—Se llama Mónica. Tiene doce; le llevo seis años... Ella es una de las razones por las que estoy aquí —le había dicho Auron, sin que se lo pudiera sacar de la cabeza.
Con voluntad temeraria, Luzu esperó a la madrugada, cuando la retahíla de soldados salen de sus habitaciones como los conejos que saltan de sus interminables madrigueras oscuras, de cara al día. Su habitación es la última de un largo corredor, donde hay una puerta bloqueada que, desde que es soldado amarillo, nunca se ha abierto. Ralentiza sus pasos con precisión milimétrica y se esconde tras un pilar grueso, esperando que la fila de guardias se pierda de su visión. Por precaución, aguarda tres minutos enteros, casi sin respirar.
Al escuchar nada más que las indicaciones por los altavoces, camina hasta girar en dirección opuesta al rumbo que, en teoría, tendría que recorrer para llegar a los siguientes juegos. Solo espera que Auron resista, por lo menos para poder despedirlo personalmente, o para...
El rumbo lo sabe de memoria. Diez pasos al frente, girar a la derecha dos veces, por la puerta verde (no la roja, a menos que quiera caer en un pozo sin fondo), después al ascensor en el piso 3 y ha llegado a su destino. El año anterior, el Frontman encargado de vigilar los juegos lo llevó ahí para arreglar un problema y, desde entonces, tiene el croquis guardado. Entra por la puerta, recordando las paredes negras, las pantallas, y el suelo lleno de pentágonos encendidos, cual celda de colmena, con los rostros de los participantes. Busca frenéticamente el número 19 hasta dar con él. Afortunadamente, sigue iluminado.
