↭Mini historias, One-Shots y cositas Auronbowl en torno al juego del calamar.
↭Hay contenido sexual, fluff, etc.
↭Créditos del dibujo a @JotaPlay_ (en Twitter)
Resumen:Victorioso de los SquidGames, Reborn regresa a su vida cotidiana, donde le espera el mayor premio que puede tener.
Palabras: 3,100.
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En un parque, a altas horas de la noche, había un pareja que trotaba. Iniciaron el recorrido desde la entrada, pasaron por la fuente central y llegaron al área de las máquinas de ejercicio. El hombre se detuvo, pidiéndole a su novia que, mientras él usaba la plancha, ella reposara por ahí. Le garantizó que pronto se irían. La mujer sacó de su mochila una botella de agua, la destapó; dio un trago. Entonces, entre sorbo y sorbo, peinó la zona, maravillándose con las flores decorativas y con... ¿Qué era eso?
Curiosa, se metió a la grama, apartando los arbustos recortados. Se asomó entre la maleza y gritó mientras dejaba caer su botella. Ahí en la hierba, yacía un hombre, acostado cuan largo era, que daba la impresión de estar muerto o, en su defecto, borrachísimo.
—¡¿Qué sucede?! —Su novio de inmediato la buscó y cuando vio al tipo, la agarró de la mano, refugiándola tras de sí.
Reborn abrió los ojos. A diferencia de la última vez que despertó en estas circunstancias, tenía las extremidades libres de ataduras. La cara le quemaba por el contacto de las hojas en su piel y la ropa se le enlodó, humedecida por el rocío. Cuando empezó a incorporarse con un quejido de dolor, sus espectadores se apartaron, corriendo en dirección opuesta. A él ni siquiera le importó.
Se dio espacio para que el cerebro le carburara, para que reconociese su ubicación e integrara los acontecimientos que había vivido. Se palpó el costado, siseando de dolor. La puñalada que Raptor, el otro finalista, le propinó, seguía ahí. También halló en su bolsillo una tarjeta dorada que, supuso, era su recompensa de ganador. Acabó de pararse, se sacudió y, ya orientado, caminó a un cajero.
45.6 billones de euros. Esa era la cantidad, con todos los ceros correspondientes, que estaban en su poder.
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El portal de su casa estaba descuidado, como si estuviese deshabitado. Entró por la puerta, procurando no hacer ruido, en dado caso que su pareja estuviese dormida. Le convenía que durmiese, para no ser cuestionado por la suciedad de su ropa. Colocó sus zapatos enlodados en la orilla de la pared. Se quitó los pantalones y el saco, apuñándolos sobre el calzado. Se dejó la camisa, para ocultar el vendaje de su laceración y los demás moratones que le pintaban el torso.
De puntitas, se dirigió a la habitación principal.
—¿Auron? —Llamó en voz baja; lo suficientemente alto como para que, de estar despierto, le escuchase. Más no obtuvo respuesta.
