3. Tercer fracaso en el parque

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Sorprendentemente y contra todo pronóstico, Juan Pablo tenía una tercera cita y ésta vez se trataba de Mariana, una rubia tímida que era amiga de Gabriel, otro de sus mejores amigos que estaba empeñado en hacerla de cupido.

—Vamos, preciosa—le habló Juan Pablo a Malta (su mascota), luego de ponerle la correa.

Malta, movió la cola con entusiasmo y ambos salieron de la casa, a veces Juan Pablo se sentía un poco culpable de que su perrita pasara tanto tiempo sin él cerca y es que a veces cuando llegaba de largas giras, Malta parecía desconocerlo y desobedecerlo. Si tener una mascota a la distancia era difícil, mucho mayor le parecía mantener una relación amorosa y hasta el momento no había encontrado alguien que le hiciera cambiar de idea.

La cita era en el parque cercano a la casa de Juan Pablo, solo darían un pequeño paseo y hablarían, por ello, él decidió llevar a Malta. El chico vio una cabellera rubia a la distancia. Mariana se encontraba sentada en una de las bancas concentrada leyendo un libro.

—Hola—saludó Isaza llegando a su lado.

La rubia se sobresaltó y después de levantar la vista de su libro, le dedicó una sonrisa a Juan Pablo, aunque el gesto se desdibujó de su rostro al posar su mirada en Malta.

—Hola—dijo ella—. Trajiste a tu mascota—Isaza pudo sentir la incomodidad en ella.

—Sí, la mayor parte del tiempo estoy fuera de casa y creí que a Malta le haría bien un pequeño paseo en el parque—respondió—, ¿tienes algún problema con eso?

—La verdad—comenzó diciendo Mariana haciendo una mueca—, soy alérgica a lidiar perros—dijo ella—. Y además no me gustan.

—Oh—musitó Juan Pablo.

—Lo siento—respondió Mariana y dibujó en su rostro una sonrisa apenada.

—No pasa nada—musitó él.

Definitivamente no tendrían una segunda cita. Malta no era solamente su mascota, era parte de la familia y quería demasiado a la peludita. No tenía una lista de requerimientos para fijarse en una chica, pero sin duda, una característica a tener en cuenta sería que le gustaran los perros, Mariana sin duda no cumplía con ello y seguramente él tampoco cumpliría con alguno de los estándares de la chica.

"Ahora, ¿cómo salgo de esto?" Pensó. No tenía caso seguir con ese intento de cita, tenía a Malta ahí y lo que menos quería era incomodar a Mariana.

Como si Malta pudiera escuchar sus pensamientos y ser su cómplice, empezó a inquietarse.

—Malta—advirtió Isaza a su mascota quien soltó un ladrido desafiandolo—, oye, tranquila.

La perrita volvió a ladrar y luego de unos cuantos tirones, la correa se le resbaló a Isaza de entre las manos y Malta comenzó a correr, alejándose de su dueño.

—Carajo—musitó—. Tengo que...—le dijo a Mariana señalando la dirección en la que se alejaba Malta.

—Claro, no te preocupes—respondió ella.

Juan Pablo se despidió y comenzó a correr en dirección a Malta, seguramente se veía idiota persiguiendo a su rebelde mascota.

—¡Malta!—gritó son éxito—, ¡Malta, ven aquí!

Su mascota siguió corriendo por todo el parque, ignorandolo olímpicamente, cruzó cada sendero, esquivando niños y adultos hasta que llegaron a la calle de dos sentidos y un auto frenó, patinando las llantas, Juan Pablo creyó por unos segundos que su perrita había sufrido un accidente, sin embargo, para su sorpresa, Malta se encontraba perfectamente bien y de pie frente al auto que casi la atropellaba, de repente se le había quitado lo inquieta.

Del vehículo bajó una chica que Juan Pablo reconoció de inmediato. El obstáculo de uno ochenta que últimamente no dejaba de aparecer en su camino.

—Tú—dijeron ambos al unísono.

—¿Es tu mascota?—preguntó ella con una sonrisa divertida.

—Sí, ella es Malta—respondió Isaza acercándose a la perrita y sujetando la correa.

—Vaya, parece que al igual que el dueño, no se fija por donde va—bromeó la castaña haciendo reír a Isaza.

—Cada cosa se parece a su dueño.

Para sorpresa del chico, Malta se puso sobre sus dos patas y le demandó atención a la chica frente a él, quien sin dudarlo, comenzó a acariciarla.

—Hola, preciosa—la llamó con voz chillona mientras se ponía a su altura, cosa que Malta aprovechó para darle un lenguetazo.

Isaza sonrió con el ceño fruncido, Malta no era huraña pero si un poco recelosa con desconocidos, si bien, no les ladraba, tampoco se ponía cariñosa y esta vez estaba portandose de manera extraña con la chica.

—¿Sabes? Yo también tengo una perrita, es una chihuahua y se llama Tiana, por la película de "la princesa y el sapo"—comentó ella.

—Los chihuahuas son un poco...

—Caprichosos, sí—dijo ella sonriendo—, pero mi Tiana es especial. La rescaté de la basura desde que era una cachorrita, el veterinario me dijo que no había mucha probabilidad de que viviera, sin embargo, dos años después es una chihuahua sana y feliz.

—Me alegra escuchar eso...

—Sofía—dijo ella—. Yo sé tu nombre y tú no sabias el mío. Me llamo Sofía.

—La que tiene sabiduría.

—¿Qué?

—Digo que tu nombre significa eso—respondió Isaza sonriéndole.

—Ah, sí—contestó ella—. Bueno, fue un placer verte de nuevo y no atropellar a esta dulzura, tengo que irme, espero verte otra vez, Juan Pablo.

Juan Pablo se detuvo de decirle que él también esperaba verla pronto. Encontrarse con la chica obstáculo -que ahora tenía un nombre- le causaba felicidad.

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14 citas antes de San Valentín | j.p. isazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora