4. Cuarto fracaso y fantasmas del pasado

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Sofía era una persona demasiado paciente, pero a veces esa virtud se convertía en su peor defecto y eso solo sucedía cuando estaba cerca de Charles.
Llevaba alrededor de siete años junto a Charles, se conocían desde que tenían alrededor de catorce años y a los dieciséis se hicieron novios, pero no era cualquier relación la que tenían.

Su relación era un ir y venir a cada rato, era una narrativa que al parecer Sofía no era capaz de terminar, Charles marcaba un punto final en su historia y luego le daba un borrón para convertirlo en una coma o en puntos suspensivos, lo que denotaba dudas y la tenía a expensas de un posible regreso.

—¿Vas a ir con eso?—fue lo primero que preguntó Charles en cuanto apareció por la casa de Sofía.

La castaña borró su sonrisa y examinó brevemente su atuendo. Llevaba un vestido rojo, liso y de manga larga, no veía el problema.

—Te ves mejor sin tacones, con los tacones te ves más alta que yo—dijo Charles.

Sofía suspiró por lo bajo, se dio media vuelta y se encaminó a su recamara para cambiar los tacones negros de aguja por unos zapatos bajos del mismo color. Este era un tema que se repetía un montón de veces entre ellos, Charles media un metro setenta de altura, al igual que ella y cuando llevaba tacones, obviamente lo rebasaba algunos centímetros y eso hacía que él se sintiera inseguro, así que Sofía comenzó a acostumbrarse a dejar las zapatillas de lado. Prefería ceder que tener una pelea, no había necesidad de estropear las cosas.

—Listo—dijo ella una vez que salió de la habitación.

—Mucho mejor—dijo él examinandola.

Sofía aún podía recordar esa mirada que Charles le daba, como si ella fuera un obediente golden retriever que esperaba paciente a recibir las palmaditas en la cabeza por haber hecho un gran truco.

Ella creía que todo entre los dos marchaba bien y que pronto Charles formalizaría la relación con un anillo de compromiso, sin embargo, no estaba más que alejada de la realidad. Esa noche aún estaba en la memoria de Sofía pese a que habían pasado varios meses de aquello. El daño que él hizo ahí estaba, gritándole a cada segundo que era permanente.

Lo que iba a ser una simple salida con los amigos de Charles, terminó en una ruptura escandalosa en el bar por una confesión que rompió cada pedazo del corazón de Sofía.

Charles le confesó así sin más que le había sido infiel, luego de que Sofía le reclamara el haberse ido por una hora con una de las chicas ahí presentes y dejarla sola con personas que no eran de su total agrado.
Él había roto cada una de las promesas que claramente jamás debió haber hecho, en el momento, Charles rogó por su perdón, pero ella claramente no podía hacer de cuenta que jamás pasó.

—Sof, ¿estás bien?—preguntó Danna, una de sus amigas.

De repente, Sofía volvió a la normalidad, dándose cuenta que se había quedado varios minutos con la vista fija en la puerta que tenía dibujos de flores. Tras de ese pedazo de madera estaba la razón por la que aún se sentía como un pedazo de papel tirado y arrugado en el suelo. Charles estaba ahí en consulta con la doctora Cabrera porque estaba a meses de convertirse en padre, producto de su engaño meses atrás. De todos los hospitales que había, justo el imbécil había venido a este.

—Sí—respondió ella—. Eh, debo ir a mi... urgencias—mintió.

Se despidió de Danna y caminó por los pasillos del hospital, perdiéndose entre el olor a antiséptico y varios recuerdos.

Llegó a la recepción de urgencias, donde para su sorpresa reconoció una figura familiar. Juan Pablo, el chico con el que llevaba algunos días topandose estaba ahí, junto a una chica de larga melena rizada. Lo pintoresco de la escena frente a ella era ver al chico quejarse y gimotear mientras se agarraba el brazo.

—Sofi, qué bien que llegaste—dijo Carmela, la recepcionista, llamando la atención de los presentes.

Juan Pablo se puso rígido y dejó de quejarse cuando la reconoció, a lo que Sofía le sonrió discretamente.

—¿Podrías ponerle una férula al joven?

—Seguro—respondió ella mientras Carmela le pasaba la radiografía.

—Bien. Sigala, por favor.

—Por aquí—indicó ella señalando una puerta de color naranja, que era el área de curaciones—. ¿No vienes?—preguntó cuando vio que la chica no los seguía.

—Ah, no—dijo ella—. Ya me tengo que ir. Lo siento, Isaza.

—No importa, estoy en buenas manos, ¿verdad?—se dirigió a Sofía.

—Ah, sí. Seguro—respondió.

La chica se dio media vuelta y se perdió entre los pasillos del hospital, mientras Isaza entraba a la habitación de curaciones, donde había un montón de sustancias, jeringas y vendas.

—Parece que siempre nos tenemos que encontrar—dijo él mientras Sofía ponía la radiografía en la luz para determinar qué área del brazo requería la férula.

—Parece que eres muy propenso a los accidentes—se burló ella.

—Esos accidentes los he tenido por salir en citas.

—Así que eres un rompecorazones—dijo ella con diversión e Isaza la miró horrorizado.

—No, no—dijo—. Mis amigos me han tratado de emparentar con personas.

—Guau—Sofía comenzó a sacar de los gabinetes lo que necesitaba para la férula.

—Mi vida amorosa apesta.

—Bueno, somos dos—respondió ella—. Ahora, extiende tu brazo, esto va a doler un poco pero una vez que tengas la férula no sentirás nada.

Isaza obedeció, extendió el brazo hacia ella y no supo si fue por el dolor o por los pequeños dedos de ella, que sintió escalofríos. Sofía se dedicó a poner la férula de manera rápida y eficaz, como enfermera, no era la primera vez que lo hacía, sin embargo, se sentía un poco nerviosa al hacerlo, así que respiró aliviada cuando acabó su labor.

—Listo—dijo ella mientras le acomodaba el cabestrillo a Juan Pablo.

—Gracias.

—No hay de qué.

Ambos se quedaron en silencio y luego de una corta sonrisa de parte del chico, se despidieron. Aunque fue un breve encuentro, Sofía se permitió olvidar un rato a Charles.

14 citas antes de San Valentín | j.p. isazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora