—Buen día, cariño. — saludó un sonriente Steve Rogers.
—¿Steve? — susurró Tony desde la cama envuelto en una suave sabana blanca.
—¿Pasa algo? Estás muy pálido. — dijo el rubio dejando la charola de metal sobre el buro ubicado al costado derecho de la cama, para poder sentir la frente de su amante.
—¿Qué es todo esto? —preguntó Tony, mirando a Steve como si tratara de comprender la situación.
—Bueno... supongo que esto es el desayuno de cada mañana, querido. Tal como te gusta. Café y donas. La diferencia es que hoy puedes desayunar en la habitación, pero no creo que sea motivo suficiente para enfermarse. Dime qué está pasando Tony.
Tony se incorporó por completo, observó su alrededor. Todo parecía estar normal, como siempre. La habitación aseada, las cortinas abiertas y el olor del jabón de Steve. Todo estaba ahí. Tan familiar y real.
Entonces... ¿Todo había sido una maldita pesadilla? No, era imposible, el castaño levantó sus brazos, miró con detenimiento sus dedos, la palma de sus manos, sus muñecas. Nada extraño. Sin embargo, no dejó de mirar sabía que algo estaba mal. Ya habían jugado bastantes veces con su mente como para saber que necesitaba concentrarse para encontrar los errores en las malditas alucinaciones.
Enfócate.
Y ahí estaba. La mirada maniática de Rogers.
Sin saber cómo reaccionar, Tony se levantó de la cama del lado contrario en el que se encontraba el falso Steve.
—Tony, cariño. ¿Qué ocurre?
—¡Cierra tu estúpida boca, ¡quién sea que seas! No sé qué demonios pasa. Pero quién esté detrás de esto no va a funcionar. ¡Y no vuelvas a llamarme cariño!
—Vamos Tony, relájate.
La desubicada mente de Tony luchaba por encontrar el sentido a aquella escena. Eso no era real, alguien los había secuestrado durante el atentado que sufrió la torre de los vengadores días atrás. Le habría encantado tener la cantidad exacta de los días, pero lo cierto es que con mucho esfuerzo estaba recordando aquellos sucesos y también es verdad que desde que Steve se había presentado a él como el nuevo Capitán Hydra, la situación se ponía cada vez más compleja e ilógica.
Lo único claro, es que Hydra estaba detrás de todo.
—¿Tony?
El castaño quien seguía tirado sobre aquel charco de sangre seca y fétida, lentamente abrió los ojos, deseando con todo su corazón que al abrirlos se encontrara con el verdadero Steve Rogers. Tan sólo él y Steve en esa amplia habitación que tantas veces había sido escenario de sus románticos encuentros.
Para su desgracia todo seguía ahí, igual que la noche anterior y la anterior a esa. Comenzando por esas horrorosas botas negras. En algún momento habrían resultado malditamente sexis, pero en estas circunstancias las aborrecía.
Suspiró.
— Ya veo que te alegra verme. — dijo el rubio con descaro.
Con las pocas energías que aún se alojaban en su cuerpo, Tony se incorporó, notando que esta vez no se encontraba sujeto de ninguna manera. Fue entonces cuando tomó conciencia de lo exhausto que estaba, a tal punto de ni siquiera despertar para poder escapar. Si estuviera en una mejor condición, definitivamente habría rodado los ojos ante aquel comentario.
— No sé qué es lo que pretendes conseguir con todo esto, Steve. Pero te puedo asegurar que nada de lo que hagas va a funcionar.
— ¡Genial! Veo que ya tienes ánimos de hablar, para ser un genio, me sorprende que digas que no sabes lo que me propongo con todo esto.
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SACRIFICIOS Y LEALTAD
Fanfictie¿Puede el destino de la humanidad estar entre las manos de un solo hombre? Capitán Hydra, opina que no. Pero probablemente sí entre sus piernas.