2. Recuerdos

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Cuando Adora dormía y el único sonido presente en la oscuridad era el antes molesto, pero ahora calmante pitido de la máquina que monitoreaba los signos vitales de la rubia.

Porque mientras sonara, la morena sabría que su esposa aún estaba ahí.

Sentada en esa fría silla contigua a la cama de la rubia, Catra recordaba todo lo que vivieron juntas.

Incluso cuando no quería, los recuerdos llenaban su mente, como una película imposible de olvidar.

—Ella es linda.—Dijo la morena a su amiga de ojos verdes mientras señalaba a la rubia que por ahí pasaba. En el juego de nombrar a las personas más bonitas que veían, la niña se ganaba el primer puesto (y único) en la lista de Catra.

Tiempo después, la maestra les indicó que una nueva persona se uniría a su grupo, y por supuesto, era la pequeña niña rubia.

Durante un momento analizó a todos sus compañeros en el jardín de infantes, hasta que fijó su vista en Catra, quien no pudo evitar moverse un poco por nervios que no sabía que existían.

Finalmente sonrió y corrió hacia la morena dando saltitos.

—¡Hola!—Dijo alegre, sus orbes azules brillando de la emoción.—Soy Adora, ¿Quién eres tú?

—¿Catra?—Respondió inclinando su cabeza un poco.

—¡Catra!—Repitió.—¡Tú serás mi amiga!—Gritó de nuevo, tirando a la de mirada bicolor en un abrazo extraño.—¡Catra!—La pequeña morena suspiró al salir de los brazos de la rubia, luego se acercó a ella y le dio unas palmadas en su cabeza.

—Eres linda.—Dijo de nuevo, sin quitar su palma de la cabellera dorada.—Adora.

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Una Catra de catorce años se paseaba nerviosa en el patio de la escuela.

—Ok, Catra, Adora va a venir en cualquier momento y tú tienes que decirle que te gusta antes de que otra persona te la quite.—Se mentalizó la morena. Segundos después, su mejor amiga rubia estaba corriendo hacia ella, evidentemente molesta.

—¡Catra! ¿Por qué desapareciste de repente?—Preguntó Adora.

—Estoy bien, idiota.—Respondió con una sonrisa.—Sólo quería alejarte del resto.

—¿Y funcionó?

—¿Tú qué crees?—Levantó una ceja antes de reír por la idiotez de la ojiazul.—Sólo ven aquí.—Antes de que la rubia pudiera asimilarlo, la había tomado de la mano y llevado hacia la parte de atrás de una de sus aulas de clase.

El corazón de Catra golpeaba fuertemente contra su pecho como anticipación de lo que iba a hacer.

Tenía miedo, claro, pero no podía ser una cobarde. Tenía que arriesgarse.

Así que apagó su pensamiento consciente y dejó que su corazón la guiara.

Con todo y nervios decidió acercarse lo suficiente para ver a Adora más de cerca, sus mejillas rosas y sus ojos bien abiertos, observando expectante cada movimiento de la morena.

Sin pensarlo más la de mirada bicolor pegó sus labios a los de su contraria, sintiendo la suavidad de estos. Poco después se dio cuenta de que la rubia estaba correspondiendo a su beso, y su corazón saltó de alegría.

Pero antes de poder continuar, una risa maníaca se escuchó muy cerca de ellas, haciéndolas sobresaltarse y separarse de inmediato.

Al parecer había una chica de pelo morado colgada a la pared mientras grababa la conversación de las chicas en su grabadora, además de murmurar cosas que ninguna de las dos entendió.

Al darse cuenta de su error se retiró lentamente del lugar, sin dejar de hablar un segundo.

Adora y Catra rieron durante un prolongado tiempo hasta que finalmente cayeron en cuenta de lo que había pasado entre ellas y sus rostros se tiñeron en un fuerte color rojo.

Ese fue el día en el que se hicieron novias.

(...)

—¿Lista?—Preguntó Catra frente a Adora con un sobre blanco. Había pasado casi un mes desde que internaron a la chica en el hospital, una noche, a petición suya decidieron adelantar todos sus planes antes de que lo inevitable llegara en seis meses, según lo estimado por el doctor.

Esa era otra de las locuras harían.

—Puedes abrirlo.—Respondió nerviosa. La de mirada bicolor obedeció, dejando ver los resultados a la ojiazul. Ella sonrió enormemente al ver que había funcionado. Iban a tener un bebé, cómo siempre desearon.

La morena se quedó sin palabras y lo único que pudo hacer fue saltar hacia su rubia, dejándole múltiples besos en su rostro.

Hacían lo posible para alejar todas las cosas malas de su pequeña burbuja. Trataban de disfrutar el poco tiempo que tenían, de ser felices en esa situación.

Incluso cuando sabían que en cualquier momento se acabaría.

Y la despedida se volvería cada vez más dolorosa, pues la hora se acercaba.

¿Miedo? Miedo era poco para Catra. Tenía terror de perder al amor de su vida por algo que no debió haberle tocado a ella. No lo merecía, no después de haber hecho tanto por la de mirada bicolor.

Era horrible ver a Adora sufriendo por el dolor, el dolor que ni los medicamentos cada vez más fuertes podían calmar.

Quería que parara. Que les dijeran que había salida, que no tendría que ver morir a la rubia, que podrían vivir su vida juntas hasta envejecer. Hasta el fin del mundo, si fuera posible.

Pero ahí estaba, viendo a la ojiazul más débil, más delgada, más pálida, su cabello volviéndose más escaso.

La vida se esfumaba de sus manos con cada segundo.

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Y bueno, no tengo idea de que vaya a pasar después.

Planeaba que esto fuera un one-shot, pero era demasiado largo, así que lo dividí en partes.

Es una historia corta y ya no le queda mucho por obvias razones.

Me disculpo por escribir esto, no fue una buena idea porque me estoy destruyendo a mi misma con cada letra.

Pero bueno, espero que pasen un buen día, tarde o noche y que tomen awa :3

Los quiero <3

Atte: Heiwa

Corres por mis venasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora