Sandra

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Solía ir al bosque.
En sus ratitos libres después del instituto, recorría esos caminos con tanta fascinación que cualquiera que la viese pensaría que no es ni medio normal, que seguramente está loca.
Pero no es así.
Esa era su única forma de conectar consigo misma, volver a sentirse por un ratito libre.
Observaba las ramas de los árboles, alguna que otra vez lograba encontrar armonía en todas ellas junto a las miles de ojas que hacen que esos mismos árboles sean hermosos y tan tranquilizadores.
Los rayos de sol atravesaban cada oja, y ella extendía la mano hacia ellas y al hacerlo también esos rayos alcanzaban los huecos que separaban un dedo de otro.
Esa calidez que sentía en el pecho, que hacía su pequeña alma estremecer era lo que la hacía sentirse bien.
Porque ¿por un momento?
Podía florecer

Hasta que las rosas se acabenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora