Capitulo 1: ¿Dónde diablos estoy?

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"¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?". Era como si mi mente estuviera atrapada en un bucle constante, sin respuestas, solo más preguntas. No podía ver absolutamente nada, lo que solo lograba aumentar mi ansiedad. Estaba ciega y sola en un abismo... ¡Perfecto! Exactamente lo que necesitaba.


Lo más extraño de todo esto es que no recordaba quién era. Imagina eso. Olvidarte a ti misma. Yo, quien sea que fuera, estaba completamente fuera de mi elemento. Y justo cuando pensaba que la cosa no podía ponerse más rara, ¡bam!, pequeñas memorias empezaron a golpearme. Como esos comerciales molestos que aparecen por un segundo y luego se esfuman. ¿De qué servía recordar algo si en el siguiente instante ya se me había ido? Solo me dejaban con esa desagradable sensación de pérdida, como cuando te olvidas de lo que ibas a buscar en la cocina.


Había algo muy mal aquí, lo sabía. Sentía cómo una ola de nostalgia me envolvía, acompañada de un creciente deseo de salir corriendo de este lugar oscuro, donde sea que "aquí" fuera. ¿Cuánto tiempo llevaba atrapada aquí? ¿Segundos, horas, días? No tenía ni idea, pero el ansia de salir, de vivir, se estaba haciendo insoportable. Estaba desesperada. Si este era el infierno, qué decepción. No había ni un alma con quien quejarse.

—¡¿Hola?!— Mi voz temblaba tanto que casi ni la reconocía. El silencio que siguió fue aún más aterrador que el hecho de estar sola. La ansiedad subió como un ascensor descompuesto y empecé a gritar con lo poco que me quedaba de fuerza: —¡POR FAVOR! ¡ALGUIEN RESPONDA!—. Y, como era de esperarse, lo único que obtuve fue un eco vacío y la sensación de que estaba hablando con las paredes.

"Tal vez estoy muerta", pensé. Qué conveniente sería, ¿no? Ni siquiera sabía cómo llegué a ese nivel de miseria, pero ahí estaba, desmoronándome lentamente, con lágrimas corriendo por mi rostro. Y aunque al menos no había nadie para verme así, en el fondo rogaba que hubiera alguien, cualquiera, que pudiera decirme qué estaba pasando.

De repente, una voz suave y desinteresada, como la de alguien que lee las instrucciones de un microondas, me sacó de mi tormento mental.

—¿Sabes por qué estás aquí? Bueno, no importa por ahora.

¡¿Qué?! Mi cabeza dio un giro completo. Ahora sí que estaba loca. ¿Estaba hablando conmigo misma o...?

—¿Qué... quién eres?— tartamudeé, sorprendida de que hubiera algo más que el vacío. —¡¿Por qué estoy aquí?!— grité, esperando una respuesta que, obviamente, no llegaría.

La voz volvió, tranquila como si tuviera todo el tiempo del mundo.

—¿Quieres volver a vivir?

Oh, genial. No respondes a mis preguntas, pero tiras la pregunta más filosófica posible. Con un suspiro de frustración, respondí con ironía: —Claro, me encantaría, pero no parece que esté en mis manos, ¿verdad?

La misma pregunta vino una y otra vez, hasta que finalmente, agotada, dejé salir toda mi rabia: —¡Sí! ¡Sí quiero volver a vivir!

Y entonces todo se iluminó. Una luz tan intensa que casi me arrancó los ojos. De repente, había dos luces frente a mí: una era llamativa, brillante, como esas cosas que sabes que no deberías tocar pero que te llaman la atención. La otra era opaca, más tranquila.

—¿Se supone que debo elegir una, verdad?— murmuraba a la nada, sarcástica. Pero, al final, me decanté por la luz más tenue, porque claro, siempre he sido de las que eligen el camino difícil. Sin embargo, al estirar la mano hacia la luz opaca, esta comenzó a arrastrarme, como si fuera un imán gigante. ¡¿En qué me había metido?!

Intenté resistirme, pero ya era tarde. Mi cuerpo estaba siendo tragado por aquella luz, hasta que todo desapareció de nuevo en la oscuridad.

Cuando finalmente abrí los ojos, lo primero que vi fue... un techo mohoso. Genial, justo lo que necesitaba. El olor a humedad golpeó mi nariz como un ladrillo, y noté que mi corazón estaba latiendo más rápido que nunca. ¿Dónde estaba ahora?

Pero lo más extraño fue que, de repente, todos esos recuerdos, imágenes y emociones empezaron a regresar. Lo gracioso es que no eran míos. ¿Qué clase de mala broma era esta? Era como si estuviera viendo la vida de otra persona, una que parecía salida de una novela de fantasía barata. ¡¿Elfos y magia?! Vamos, ni siquiera en mi peor delirio hubiera pensado en algo tan cliché. Pero esas imágenes se sentían tan reales, tan vívidas...

Justo cuando creía que había tocado fondo, descubrí algo mucho más perturbador: ¡esos recuerdos me mostraban a mí misma! O mejor dicho, a alguien que no era yo. ¿Por qué no podía ver su rostro? O el mío, o... lo que sea. Nada tenía sentido, y me estaba volviendo loca intentando unir todas las piezas.

Traté de levantarme, pero mis manos... ¡esas no eran mis manos! Eran grandes, con dedos largos y delgados. ¡Ni siquiera mi voz era la mía! Ok, esto ya estaba yendo demasiado lejos.

Corrí hacia el espejo más cercano y... oh no. Ahí estaba el reflejo de un chico, un elfo nada menos, con un perfil tan perfecto que parecía sacado de una novela romántica para adolescentes. ¡¿Qué demonios estaba pasando aquí?!

—Esto es demasiado. ¡Soy un elfo y... un chico! ¡Un chico!—. La realidad golpeó tan fuerte que sentí que el suelo bajo mis pies iba a desaparecer.

Era el colmo. Aquí estaba yo, en el cuerpo de un chico elfo. Y encima, él tenía mejor cabello que yo jamás tuve. ¡Qué cruel broma del destino!

Me acerqué al espejo para ver los detalles. El reflejo era de un joven de aproximadamente 17 años, con una nariz respingada y unos ojos azulados profundos, como el mar. ¡Y esas orejas puntiagudas! ¡Era un elfo! No podía dejar de mirar su cabello negro azulado, sedoso y brillante. ¡Era tan suave y bien cuidado que me dio una crisis existencial!

—Esto es cruel, ¿por qué tiene el cabello tan perfecto y yo tenía el mío tan... bueno, deplorable?— murmuré, tocando mi nuevo cabello con un poco de envidia.

De repente, sentí un dolor punzante en la cabeza, como si mis recuerdos estuvieran luchando por acomodarse. Mis pensamientos eran un torbellino de confusión. Los recuerdos del chico elfo, ahora Iván, empezaron a aclararse, pero no hacían más que añadir más caos a mi mente. Descubrí que Iván había sido abandonado por sus padres a una edad temprana, quedándose solo en una pequeña casa con algo de dinero y una cantidad notable de mana. ¡Magia existía en este mundo! ¡Y la gente aquí tenía diferentes tipos de parejas! Eso era un alivio, al menos no me tendría que preocupar por adaptarme a una norma social rígida, aunque no podía evitar la confusión de estar en un cuerpo masculino.

—¡¿Diferentes tipos de parejas?!— exclamé asombrada. —¡Esto es... interesante! Pero antes de que pudiera procesar más, mis pensamientos se volvieron sobre la jerarquía social. Reyes, consejo, nobles, y luego el pueblo. Iván, siendo un hijo bastardo, no había sido aceptado por ninguna familia, lo que era una historia trágica pero real.

—Vaya, qué egoístas fueron al olvidarse de él. ¡Qué tragedia tan cruel!— dije, sintiendo una mezcla de tristeza y frustración.

Finalmente, caí en el suelo frío, tratando de asimilar todo. Al final, lo único que sabía era que ahora estaba en el cuerpo de Iván, un elfo con una historia complicada, y tenía que adaptarme a esta nueva vida en un mundo lleno de magia y maravillas.

—¡Soy un elfo, un chico elfo con un nombre común!— me reí, aunque mis emociones seguían en un torbellino. —¡Esto es una locura, pero supongo que es hora de descubrir qué hacer con esta nueva vida!

Todavía sentado en el suelo, Iván —o quien fuera ahora— miraba el reflejo en el espejo roto que había frente a él. Cada vez que intentaba mover un brazo o levantar una pierna, su cuerpo se sentía como un extraño rompecabezas que no encajaba bien. Las manos eran más grandes, los dedos más largos, y la sensación de ser alguien distinto le quemaba en lo más profundo.

"¿Qué demonios hago ahora?", pensó, frotándose la cara con frustración. Sabía que, en algún lugar de este extraño cuerpo, estaban las respuestas. Sabía que si buscaba lo suficiente entre los retazos de memoria que no le pertenecían, algo tendría que darle sentido a todo esto. Pero cada vez que intentaba recordar más de lo que había visto, solo encontraba vacíos, como si las piezas importantes de su nueva vida estuvieran bloqueadas o... borradas.

Una reencarnacion fallidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora