D O S

46 4 0
                                    

 
           Un hombre, salido de algún salón madrugador, olía a alcohol y eructaba blasfemias. La gente lo miraba con repulsión. Pronto entre el peso y los pocos sentidos se convirtieron en un calvario que lo hizo caer al suelo. Cuando intentó levantarse, ya se había vuelto a caer. La agonía tras una noche a la luz de las velas y quién sabe cuántos tragos lo convirtieron en un ser despreciable en la sociedad. Estaba tocando fondo emocional y físicamente, sentía que la muerte le soplaba en la cara:
            ──¿Se encuentra bien, señor?
Una voz desconocida le habló, fue entonces cuando abrió los párpados y sus ojos se enfocaron dolorosamente en un chico que no tenía ni un solo bello en su rostro, "no pasará de los quince". Pensó.
            ──Oye, eres bien parecido... ── admitió el hombre.
            ──¿Q-qué?
            El chico, que llevaba una boina hasta las cejas y con una mochila en un solo hombro lo miró con un repentino rubor rojo que se proyectaba en su rostro por tan sorprendente comentario. El hombre no dejaba de verle la cara y esos segundos parecieron hacerse eternos. Sin perder más tiempo, el joven sugirió ayudarlo a levantarse; prometiéndole acompañarlo al hotel más cercano. El hombre quiso escupirle en la cara pero acabó tosiendo. El joven se alejó y luego se limpió la cara, de repente enojado le preguntó qué diablos le pasaba, a lo que el hombre simplemente chasqueó la lengua y se fue con la rabia alimentando su actitud desafiante, diciendo que no necesitaba la ayuda de un niño de la calle. Peinándose el bigote lleno de canas.
            ──Dios, la gente de hoy en día ──Se dijo el moreno, recogiendo la boina que se le había caído antes cuando intentaba escapar del aliento apestoso que emanaba de las fauces del borracho que intentaba ayudar.
            La tierra blanca subió por su pantorrilla mientras estaba de pie en medio del claro, mirando el humo que salía de la maquinaria en Charlottetown. Ese día le tocó a él ir precisamente a Charlottesville: los ojos de Gilbert Blythe estaban inyectados de una extraña melancolía que lo estremecía como las cortinas del teatro cuando se abren y se arremolinan hacia un lado. La nieve se acumuló entre sus dedos y se derritió hasta convertirse en lágrimas heladas que sucumbieron al precipicio de sus pequeñas arrugas. Su aliento se hizo visible cuando se sopló el flequillo y su chaqueta no lo cubría bien del frío; levantó la vista y caminó hasta donde la llama anaranjada de un sol extinguido se alzaba entre los tejados y chimeneas ardientes.

            Miró de soslayo hacia donde el hombre de la barba blanca se dirigía en su sinuoso camino, pero ya había desaparecido entre la niebla y el humo de Charlottetown.

LA VIDA ES EXTRAÑA

            No entendía como estaba allí, tampoco podía sentir nada, era una ola oscura donde nada nacía y nada moría. Trató de abrir los ojos con fuerza y luego vio.
            El viento peina con su lengua las vastas tierras y el cielo inmaculado, un cielo que no tenía sol; era como un ojo sin pupila.
            Estaba con las manos pegadas al suelo, tomando la tierra entre las uñas y allí, no muy lejos, se encuentra el cuadro de su casa. Era Green Gables. Marilla y Matthew estaban sentados en los escalones de la entrada, ambos mirándola con una sonrisa. Trató de salir de ese trance, pero fue imposible.

            Ella los llamó con sus gritos:── ¡Por favor, no me dejen!
            Lo repitió hasta quedarse sin habla. Ninguna de las dos figuras se movió. Y entonces... Gilbert apareció ante sus ojos y se le llenaron de agua, todo su dolor se filtró y dijo: ¡Anne Shirley-Cuthbert!

Negrura.

            Se levantó de un salto, sorprendiendo a la pobre Marilla que estaba de pie a un lado tratando de despertarla de su letargo.
──Santo Dios, un día de estos me vas a dar un paro. ¿Hasta qué hora te quedaste leyendo anoche?
            La pobre Anne, con el pelo enredado en la cara, la miraba con el vértigo de haber despertado de una de sus pesadillas más extrañas.
            ──¿Huh?
            ──Levántate niña, llevo llamándote como diez minutos; ya te dije que no te quedaras hasta tarde con tus libros ──Le reprochó y meneó un poco la cabeza en torno a un pensamiento «Porque nunca me escuchas» y entonces dijo:── Creo que voy a tener que retener tus libros.
            Anne se levantó y más veloz que un torbellino fue hacia su estantería a proteger sus tesoros.
            ──¡No Marilla! Por favor todo menos eso ¿Quieres que mi alma se llene de amargura y me muera en la más triste depresión?
            ──Talvez así aprenderias a acostarte más temprano.
            ──Pero estaría muerta...
            Marilla se quedó pensando en lo que acaba de suceder.
            ──No juegues conmigo niña.
            ──Solo no me quites a mis bebés, prometo acostarme temprano.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 11, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Me gustas cuando hablas  |I 𝓐𝓷𝓷𝓮 𝓦𝓲𝓽𝓱 𝓐𝓷 𝓔 I| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora