III

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Esta semana nos tocaba rodaje.

Alessandro me vino a buscar para llevarme.

Ava ya estaba allí, no se ni como había llegado al rodaje, tampoco le pregunté.

Cuando acabamos de rodar, Ava se fué, nos dijo que había quedado con un chico.

Alessandro y yo fuimos hasta una fiesta que había en su universidad.

No estaba acostumbrada a las fiestas de aquí, son muy distintas a las Españolas, realmente de lo único que me acuerdo es de Alessandro llevándome a casa, metiéndome en cama.

—Buenas noches Lea

—¿Lea, quien es Lea?

—Tú, boba.

Se me estaban cerrando los ojos, Alessandro me puso una manta y se fué.

Al día siguiente, vino Alessandro a mi casa.

Mi novio me llamo nueve veces, hasta que le cogí.

Sinceramente  me había olvidado de que tenía novio.

—¿Con quien estás, eh?

—Con un amigo, se llama Alessandro.

—¿Segura?

—Que si.

—Como no sea un amigo, te enteras ¿Me escuchaste?

Le colgué, pasaba de que me estresaste mas de lo que ya estaba, era demasiado tóxico, me ha hecho cosas muy duras, no se ni porque sigo con el.

Alessandro se levantó.

—No sabía que tenías novio.

—Emm...si...

—No lo dices muy convencida.

—Paso de hablar de el ahora.

—Tengo que irme, tengo que cenar con mis padres, nos vemos mañana Lea.

—No me llames así.

—Adiós Lea.

Lo fulmine con la mirada.

Esa llamada de mi "Novio" me bajo demasiado el estado de ánimo.

Me puse triste al instante.

Y allí estaba, otra vez, en aquel lugar que días atrás Alessandro me había llevado, ese edificio donde se veían todas las constelaciones.

Se me escapó una lágrima, odio lamentarme por mi pasado.

—¡Despiértate Nailea!

Esa voz no era de Alessandro eso estaba claro.

—¿Nico, que haces aquí?

Yo estaba alucinando, ¿Era un sueño? Que hacía mi "novio" en Nueva York.

—Vengo a ver a tu amigo, y a ti claro.

—¿Y quien te ha mandando venir?

—Como si te tuviese que pedir permiso.

—Es mi casa ¿sabes?

—Mira, si estoy aquí es por que te quiero.

—Si, ya se ve.

—Sabes que soy el único que te quiere, si no estás conmigo ¿Quien te va a querer, eh? Nadie.

—Y tú por que dices eso ¿Me quieres amargar la existencia?

—Y tú ¿Por que haces amiguitos sin preguntarme primero?

—Como si te tuviese que preguntar.

—¡Pues soy tu novio!

-¡Pues ya no!

Note que se le des configuraba la cara, sabía que en unos segundo iba a pasar lo que siempre pasaba.

—¿Te estás atreviendo a dejarme?

—Si.

Me agarro fuerte de el brazo y me lanzo a la pared.

—¡Déjame, déjame!

—Quien te crees que eres para dejarme, pregunto?

—Déjame, por favor.

Aquí empecé a llorar, me estaba asustando mucho, otras veces me hizo heridas, yo ya no aguantaba más.

—¡Te está diciendo que la dejes joder!

Espera ¿que hacía Alessandro aquí y como había entrado?

Corrí para encerrarme en el baño, no podía ver eso.

Cuando salí simplemente estaba Alessandro en el sofá, ni rastro de Nico.

—Alessandro estás bien?

—Yo estoy perfectamente ¿me puedes explicar quién era ese gilipollas y por que te estaba ahogando?

—E-e-es mi...novi-o, digo Ex, ahora ex.

No quería hablar del tema, esto era muy duro para mi, simplemente lo abracé y comencé a llorar, me quede dormida y al parecer el tambien.

Me ardía la mente, pensar en todo lo que acababa de pasar, y lo que pasó tiempo atrás, ese retrasado era el causante de mi ansiedad.

Me desperté, y desperté a Alessandro.

—Me merezco una explicación Lea.

—Nunca me gustó, solo tenía miedo a dejarlo. Me ha hecho mucho daño.

—No voy a permitir que se te vuelva a acercar ¿De acuerdo?

Lo abracé, no me apetecía hablar del tema, era muy difícil para mi.

—¡Despierta morsa!

—Alessandro ¿me puedes explicar como entras a mi casa?

—Vamos a ver el amanecer al edificio.

—No, tengo sueño.

Me cogió y me llevo a rastras hasta el baño para que me vistiese.

—Que pesado eres.

El cielo estaba precioso, un naranja rojizo.

—Me encanta esto, Lea.

—¿El qué?

—Todo en general.

Parecía que a él ya se le había olvidado la tragedia de una semana atrás, no se ni como hizo para echar a mi ex de ahí.

A mi aún se me revolvía el estómago cada vez que pensaba en eso.

—¿Has ido al psicólogo?

Fruncí el ceño.

—¿Eh?

Me acarició la cara.

—¿Te crees que no te lo noto?

—¿El que?

—Da igual, ya me lo contarás.

—¿Y por que insinúas que te lo voy a contar?

Lo vacile un poco.

—Te lo voy a acabar sonsacando.

Nos sonreímos.

Bajo las estrellas de Nueva YorkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora