Cuando el juego comenzó, John todavía estaba vivo.
El despertador sonó a las seis menos veinte. El timbre no logró despertarlo de todo, pero lo apagó antes de que sonase de nuevo. Su mujer, Anne, no tenía que madrugar tanto y no quería despertarla. John se levantó de la cama y la contempló. Su cabello castaño se desparramaba por la almohada blanca. Se inclinó y la besó en la mejilla, luego fue al baño para asearse.
A las seis y cuarto ya se había vestido con el uniforme de policía y había desayunado. Llevaba el cabello oscuro bien peinado y engominado. A Anne no le agradaba mucho el aceite que se ponía, porque le encantaba acariciarle el cabello y, de ese modo, se embadurnaba las manos.
Cogió las llaves de su coche y, justo cuando estaba listo para marcharse a la comisaría de Scotland Yard donde trabajaba, su mujer lo llamó.
-¿John?
Se giró y vio a Anne, ataviada con su albornoz y apoyada en el pasillo sin entrar en la cocina.
-Buenos días, me voy ya. Te he hecho café –informó señalando la cafetera.
-John -balbuceó, luego calló unos segundos-, cuídate. Últimamente, Londres está… distinto. Las calles son peligrosas.
-Para eso estoy yo –dijo guiñándole un ojo-. No te preocupes, Anne, estaré bien.
Se acercó a su mujer y le dio un apasionado beso. Anne retuvo aquella sensación, luego su marido se fue.
John bajó hasta el garaje por el ascensor y montó en su coche, un discreto modelo Citroën 3 gris. Arrancó el motor y salió del edificio. La comisaría en la que trabajaba se ubicaba en frente del famoso Hyde Park.
Londres comenzaba a levantarse. Las calles estaban prácticamente desiertas, aunque algunos ciudadanos, como él, se dirigían ya a su trabajo. Encendió la radio en su frecuencia habitual. Era el primer día de febrero y a aquellas horas los locutores estaban haciendo un resumen de las principales noticias del anterior mes. Por su trabajo, John estaba al corriente: robos con violencia, alunizajes, vandalismo…
En ese momento su teléfono sonó. Era el número del trabajo. Bajó el volumen de la radio y conectó el altavoz.
-¿Agente Farlane? –le llamó una voz de mujer. John reconoció a Alice, de la oficina. Ella no solía llamar a los agentes antes de que fichasen y además no llegaba tarde al trabajo, aún quedaban quince minutos.
-Sí, voy camino del trabajo, llegaré en seguida. ¿Ocurre algo?
-El jefe llegó hace unos minutos preguntando por ti. Le he intentado explicar que todavía no había comenzado tu turno, pero finalmente me ha obligado a llamarte. John, ¿has hecho algo malo? –preguntó con cierta preocupación.
-No que yo sepa. Dile que llegaré en seguida.
-De acuerdo. Nos vemos ahora.
Nada más colgar, apretó el acelerador. Comenzaba a preocuparse por lo que le quería decir su jefe. Arnold Hentz tenía raíces alemanas y no era un hombre impaciente. Si quería decirle algo con tanta urgencia debía ser importante.
Pasados cinco minutos llegó a Hyde Park. Aparcó el Citroën cerca de la comisaría y se apresuró a bajar. Entró en el edificio y después de dejar constancia de había comenzado su turno subió rápidamente a las oficinas. Alice, los esperaba en su rincón particular junto a la puerta del despacho del jefe de policía.
-Menos mal que ya has llegado –dijo, apartando la vista del ordenador por unos momentos-. Está a punto de estallar.
-Perfecto, yo tengo un asiento en primera fila.
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Héroes y Monstruos
Mystery / ThrillerEl mundo está dividido cual tablero de ajedrez, escaques blancos y escaques negros. La partida está llegando a su fin. Pero los últimos movimientos siempre son los más sangrientos y convulsos, y sobre todo cuando las piezas se revelan. Porque ante...