La habitación del hospital era pequeña y apenas daba cabida a las dos camas y a los asientos. La cama de la izquierda estaba libre y John reposaba en la de la derecha. Anne había pasado la noche dormitando en la incómoda silla frente a él.
Despertó con las primeras luces que se filtraron por la ventana. Su marido seguía igual. Perturbada, contempló el monitor al que estaba conectado. La línea verde marcaba sus constantes vitales. Eran bajas, pero estables. Había pasado una semana desde el ingreso y en toda la semana ella casi no había ido a casa.
Se levantó del sillón, entumecida. Caminó hasta el cabezal de la cama y observó a su hombre. De no ser por la sonda, parecería que estaba durmiendo tranquilamente. Anne le pasó la mano por la frente apartando un mechón de pelo. En media hora vendrían las enfermeras para atenderlo.
Anne cogió una silla y se sentó a su lado, luego le cogió la mano derecha; en la izquierda tenía el suero. Después abrió el libro por donde lo había dejado el día anterior y comenzó a leer en voz alta. Los médicos le habían dicho que si quería podía hablarle. Así que todas las mañanas le leía un poco de las obras de Shakespeare. Estaban en el último acto de El rey Lear.
Como tenía calculado las enfermeras entraron al cabo de media hora. Enmascaradas con una sonrisa esperanzadora comenzaron con su labor.
-¿Qué tal ha pasado la noche, señora Farlane? —preguntó amablemente una de ellas mientras cambiaba la botella de suero.
-Bien ¿qué tal está él? —atajó con frialdad.
La enfermera miró directamente a la mujer. Sus ojos verdes estaban vidriosos por las lágrimas y ojerosos por la falta de sueño.
-Si le soy sincera, nunca he visto a alguien que saliese tan bien parado de un disparo como ese —dijo intentando animarla-. La bala impactó cerca de su nuca. Por cuestión de centímetros habría afectado mucho más a su cerebro -Anne asintió con la cabeza-. Lleva aquí casi una semana, debería ir a casa a descansar un poco —le aconsejó.
-Gracias, pero estaré bien.
Pasados unos minutos la cuadrilla médica abandonó la sala y Anne continuó con su lectura.
Cuando terminó de leer el libro eran ya las nueve. Había hecho una pausa para tomar un café como desayuno. Entonces alguien llamó a la puerta y acto seguido entró un hombre. En seguida reconoció quien era.
-Oh, buenos días, Richard —saludó Anne levantándose.
Richard Flasher llevaba puesto el traje de policía. Aquel día no había rastro de barba alguna en sus mejillas y estaba bien peinado. John siempre se refería a él como Flasher, pero ella lo llamaba Richard. Por su parte, él usaba su segundo nombre.
-Quería venir antes, pero tuve que quedarme hasta tarde todos los días en el trabajo —se excusó-. ¿Qué dicen los médicos?
Anne le relató todo lo que le habían dicho los médicos, incluso el primer día, pese a que Flasher había estado presente. De hecho, él había sido uno de los primeros en encontrarlo.
-Mary, de parte de Scotland Yard, queremos que sepas que hemos localizado al culpable —susurró.
El corazón de la mujer dio un brinco.
-¿Quién es el hijo de perra que le hizo esto? —preguntó alterada-. Dímelo, Richard, dime quién le ha hecho esto. Juro que voy a matarlo.
-Cálmate, Mary. —Le agarró el brazo-. Por favor, no se lo digas a nadie. No solemos filtrarlo, pero confiamos en ti; John lleva doce años con Scotland Yard.
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Héroes y Monstruos
Mystery / ThrillerEl mundo está dividido cual tablero de ajedrez, escaques blancos y escaques negros. La partida está llegando a su fin. Pero los últimos movimientos siempre son los más sangrientos y convulsos, y sobre todo cuando las piezas se revelan. Porque ante...