17. They will betray you...

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TE VAN A TRAICIONAR…

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Cuando sonó la campana para anunciar el comienzo de las clases de la tarde, Harry, Ron y Emma se encaminaron hacia la torre norte, en la que, al final de una estrecha escalera de caracol, una escalera plateada ascendía hasta una trampilla circular que había en el techo, por la que se entraba donde vivía la profesora Trelawney.

Al acercarse a la trampilla recibieron el impacto de un familiar perfume dulzón que emanaba de la hoguera de la chimenea. Como siempre, todas las cortinas estaban corridas. El aula, de forma circular, se hallaba bañada en una luz tenue y rojiza que provenía de numerosas lámparas tapadas con bufandas y pañoletas. Harry, Ron y Emma caminaron entre los sillones tapizados con tela de colores, ya ocupados, y los cojines que abarrotaban la habitación, y se sentaron en la misma mesa de camilla.

—Buenos días —dijo al tenue voz de la profesora Trelawney justo a la espalda de Emma, que dio un respingo.

Era una mujer sumamente delgada, con unas gafas enormes que hacían parecer sus ojos excesivamente grandes para la cara. La acostumbra abundancia de abalorios, cadenas y pulseras brillaba sobre su persona a la luz de la hoguera.

—Estás preocupado, querido mio —le dijo a Harry en tono lúgubre—. Mi ojo interior puede ver detrás de tu valeroso rostro la atribulada alma que habita dentro. Y lamento decirte que tus preocupaciones no carecen de motivo. Veo ante ti tiempos difíciles... muy difíciles... Presiento que eso que temes realmente ocurrirá... y quizá antes de lo que crees...

La voz se convirtió en un susurro. Y entonces, sorprendiendo a todos en la sala, la profesora Trelawney se volvió hacia Emma.

—Querida... no logro entender por qué ahora tu aura es diferente... —dijo en ese tono de susurro—. Tiempos difíciles también te aguardan a ti y... aunque no son tan grandes... me temo que será un tiempo doloroso... En quienes creías confiar te traicionaran y... lastimaran...

La profesora Trelawney los dejó y fue a sentarse en un sillón grande de orejas ante el fuego, de cara a la clase. Emma intentaba mantenerse intacta ante las miradas de interés de todos. Estaban acostumbrados a que la profesora predijera lo peor para Harry, pero no para ella.

Emma sinceramente no sabía que pensar. ¿Le tenía que creer? Claro estaba que si se lo contaba a Hermione ella diría que no creyera en una sola palabra pero... Emma sentía que, muy en el fondo, lo que decía Trelawney era verdad.

—Queridos míos, ha llegado la hora de mirar las estrellas —dijo la profesora Trelawney-—: los movimientos de los planetas y los misteriosos prodigios que revelan tan sólo a aquellos capaces de comprender los pasos de su danza celestial. El destino humano puede descifrarse en los rayos planetarios, que se entrecruzan...

—¡Harry! —susurró Emma. Harry parecía estar en otro lugar en ese momento.

—¿Qué?

Harry miró a su alrededor. Toda la clase estaba fijando en él.

—Estaba diciendo, querido mío, que tú naciste claramente bajo la torva influencia de Saturno —dijo la profesora Trelawney con una leve nota de resentimiento en la voz ante el hecho de que Harry no hubiera estado pendiente de sus palabras.

—Perdón, ¿nací bajo qué? —preguntó Harry.

—Saturno, querido mío, ¡el planeta Saturno! —repitió la profesora Trelawney, decididamente irritada porque Harry no parecía impresionado por esta noticia—. Estaba diciendo que Saturno se hallaba seguramente en posición dominante en el momento de tu nacimiento: tu pelo oscuro, tu estatura exigua, las trágicas perdidas que sufriste tan temprano en la vida… Creo que no me equivoco al pensar, querido mío, que naciste justo a mitad del invierno, ¿no es así?

Emma y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora