CAPÍTULO 17

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—Han encontrado otro cadáver, dicen que fue cerca de la iglesia, las personas están asustadas...La policía le ha pedido a el centro que las personas no salgan de sus casas, hay muchos oficiales controlando las calles y revisando autos. Mich lo llama un toque de queda pero nadie quiere usar ese término.  —la voz de Alanna del otro lado del teléfono comenzó a oírse como una molestia en la lejanía, Lisa fue consciente de como se acelero su respiración así que alejo ligeramente el aparato de su rostro para limpiar el sudor de su frente con el dorso de su mano libre. 

El segundo cadáver encontrado luego de su padre. El tercer muerto en el pueblo. El asesino estaba alli fuera. Había algo acechando alli fuera. 

—¿Lisa? ¿Estás ahí? ¿Lisa?— las preguntas de su amiga la devolvieron a la realidad y Lisa se removió sobre sus pies descalzos para rascar la parte trasera de su cuello. 

—¿Eh? — murmuro para corregirse segundos después —¡Si, si! ¡Estoy aquí! 

Alanna chasqueo la lengua desde el otro lado de la línea. —¿Segura que estás bien? — indago con tintes de  preocupación en su voz —Has estado sonando rara desde que atendiste. ¿Quieres que vaya? 

La de cabello oscuro negó con la cabeza pese a que su amiga no podia verla —Todo esta bien — fingió un poco de tos — Creo que estoy con un resfriado, ya se pasará. — mintió, se lanzo una mirada a si misma, tenia el cuerpo empapado en sudor por una razón desconocida pese a que se encontraba con nada más que ropa interior sobre su piel. Su cabello amarrado en una coleta mal hecha y aquel aroma irritando su nariz. —Además no mencionaste algo de un toque de queda? Mejor deja de meterte en problemas antes de que tu madre te patee el trasero. — ambas rieron. Los ojos oscuros de Lisa notaron una ligera sombra proveniente desde su habitación y su cuerpo se tensiono. Dudo pero finalmente suspiro audiblemente —Tengo que irme, hablamos después. 

No fue consciente de lo que Alanna protesto antes de colgar el teléfono, solo se concentro en el velador que sostuvo entre sus manos mientras caminaba en silencio hacia la puerta de su dormitorio. Tomó varias respiraciones agitadas antes de elevar el objeto poco más arriba de su rostro e ingreso corriendo a su habitación con sus ojos escaneando cada rincón pero no había nada más que las ventanas abiertas y las cortinas ondeando por el viento con el atardecer haciendo estragos en el horizonte del cielo. Se sentiría cien veces más segura con todas las aberturas de la casa cerradas justo como las tenia antes pero no podia darse el lujo de hacer eso por el calor que le atravesaba, seguía sintiendo como si su piel fuera a caerse por el ardor, como si estuviera parada sobre una fogata ardiente. De un segundo a otro, lanzo un quejido ante el incremento en aquel olor a azufre, sentía que  su nariz ardía a cada respiración que daba. —¡Que mierda es esto! — se quejo con brusquedad antes de dejar el velador sobre su cama y tomar dos partes de algodón para hundirlas en sus fosas nasales intentando calmar ese olor. Estaba harta, cansada y hasta se sentía bordeando la locura. Caminando justo por el precipicio de un acantilado sin saber para que lado caería. 

Busco controlar sus respiraciones agitadas por la frustración y mientras lo hacia, el sonido de unos pasos sonaron en la sala. Producto de la adrenalina en su sistema, se movió con rapidez hacia alli para no ver nada más que las puertas dobles que daban al lago abiertas. Nada, nada, nada. Solo ella. 

Pero no solo ella. 

Una risa resonó en el pasillo vacío y Lisa pego la espalda a la pared por el susto. Apretó su cabeza con sus manos y lanzo un sollozo hacia la nada. Susurros inentendibles comenzaron a surcar el aire dentro de la casa, aquella voz inhumana que le había atormentado en pesadillas ahora parecía estar alli, justo junto a ella susurrándole en los oídos como una promesa de muerte. Lisa apretó los ojos con fuerza mientras lloraba y se deslizo por la pared para dejarse caer en el suelo, de repente el miedo le paralizo todos los sentidos. Sabia que debía levantar el teléfono y llamar a alguien pidiendo ayuda, pero también sabia que nada de aquello estaba cerca a ser normal, sabia que la psicóloga estaba buscando una excusa para internarle, que las personas en el centro comenzarían a mirarle raro si la hija de un asesinado de repente perdía la cabeza completamente mientras seguían apareciendo cadáveres. Sabia que debía cerrar todas las ventanas porque estaba por anochecer, sabia que debía hacer tanto para protegerse pero no podia. 

Aquello era su cabeza, nada más. 

No movió las manos de sus oídos para limpiar sus lágrimas, ni tampoco para parar el sangrado nasal que le ataco de un momento a otro, los pequeños algodones terminaron en el suelo envueltos en aquel liquido carmesí que recorrió desde su nariz hasta la entrada a sus senos manchando todo a su paso, pero alli seguía aquel olor a azufre. Lisa solo pudo suplicar en voz baja mientras que aquellos susurros que prometían llevarla al infierno se volvían cada vez más fuertes. Lisa suplico por silencio, por calma, por tranquilidad, suplico porque la luz del día no se fuera y porque aquella sensación de estar quemando viva desapareciera completamente. 

Suplico por no volverse completamente loca. Pero Dios no podia oír nada proveniente de Wellright. 





Cuando Sam Murich noto la oscuridad total en la casa de Lisa Freber, sintió su corazón saltar desbocado hasta la parte baja de su garganta, aquel sudor helado avisando que algo podría estar pasando. Era entrada la noche pero había aprendido en el tiempo que compartió con Lisa, que ella siempre dejaba algunas luces encendidas porque aquello le hacia sentir más segura, en especial con los sucesos recientes. No se preocupo en cerrar el auto cuando descendió de el, simplemente troto hasta la puerta principal y toco el timbre una vez. 

Nada. 

Tocó nuevamente. La misma respuesta. Fue consciente de las luces en la casa de enfrente. Propuso el tranquilizarse a el mismo, quizás su paranoia se debía al nuevo cadáver hallado hacia horas, a la seguridad de que había alguien alli afuera, y que Lisa podia caer en sus garras. —¿Lisa? — esa vez golpeo la puerta de madera con fuerza y espero unos minutos. Nada. Bufo y comenzó a caminar alrededor de la casa para finalmente llegar a una parte que le daba acceso al muelle, y por consiguiente, a el ventanal de la casa. Maldijo en voz baja cuando noto que este estaba abierto de par en par y desenfundo su pistola con agilidad. —¡Lisa!— llamó con seriedad antes de atravesar el lumbral hacia el interior de la sala, apenas se podia ver dentro, y tuvo que hacerse cercano a una de las paredes con la intención de encontrar el interruptor, cuando logró encender la luz, se obligo del protocolo al ver una silueta femenina tirada en el suelo. 

La imagen le hizo sobresaltar; Lisa tirada en el suelo casi desnuda, con un charco de agua a su alrededor, el rostro ensangrentado y casi haciéndose un bollito sobre si misma. Los zapatos de Sam sonaron cuando piso el liquido, se acuclillo a su lado notando lo que parecían ser hielos a los costados y debajo del cuerpo de la joven. Llamó a su nombre. —Lisa, ¿Qué sucedió? — pregunto repetida veces. Pese a que la joven mantenía los ojos abiertos y respiraba, parecía estar completamente fuera de si, se movia ligeramente mientras susurraba cosas entre sus labios. —¡Necesito una ambulancia en el 15 del camino viejo, casa de los Freber! — grito Sam a su intercomunicador. —¡Repito, necesito una ambulancia en la casa de Lisa Freber! — cuando le ofrecieron una respuesta afirmativa, batió la sala con sus ojos para devolver su completa atención a la joven. —Lisa, tranquila, todo esta bien. Todo esta bien. — repitió antes de intentar cubrirla con su chaqueta, la joven solo grito que no quería, que se quemaba en aquel momento. 

—Estoy en el infierno,— susurro ella. Sam frunció el ceño. —Estoy en el infierno. 



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