Capitulo uno

150 13 4
                                    

Ahí estaba ella. Como todos los viernes.
Desde hacía ya unas semanas que el había notado su presencia. Y quizás ella apareció desde mucho tiempo atrás, pero con su forma de ser, tan concentrado e inmiscuido en sus propios asuntos, probablemente no la habría notado. Pero fue por mera casualidad, que al oír bastante cerca una voz extrañamente dulce, levantase la mirada y se encontrara con aquellos ojos en los que se perdería para siempre.
Aquel hombre rubio no se habría enamorado. Por supuesto que no. O su mejor amigo lo habría golpeado.

-

Al ser un día de semana como cualquiera, Erwin Smith, una persona cuya personalidad trabajadora y persistente se expresaban en cada acción, estaba aprovechando el día de ofertas en el supermercado. Su mejor amigo, Levi Ackerman, trabajaba de cajero, por lo que inevitablemente lo veía seguido al salir del trabajo, y pasarse por su tienda. Realmente no necesitaba ir tan seguido, pero desde que la vio, intentaba coincidir con su presencia la mayor cantidad de veces posible. Quizás lo hacía inconscientemente. Quizás no. Pero no podía negar que gozaba con estar cerca suyo, aunque no supiera quién era en verdad. El se sentía atraído por el aura que generaba la chica (cuyo nombre desconocía) a su alrededor.

Aquella chica, de piel aparentemente suave, que parecía frágil; aquella chica que despedía un aroma atrayente, cuya mirada pocas veces se alejaba de los productos en rebajas; aquella chica, había cautivado al rubio. Pero este no se atrevía a hablarle. Ya llevaba tiempo viéndola disimuladamente en aquel supermercado, analizando sus movimientos cuando estaba distraída, respirando su casi imperceptible perfume, buscando hacer contacto visual con ella.

Erwin sentía un gran deseo de perforar su piel y llegar profundo a su interior, oír su voz, analizar cada pigmento del color de sus ojos. El quería conocerla. Se emocionaba cada vez que oía sus pasos acercarse al pasillo donde estaba el.

Pero no comprendía. Desconocía que era lo que tenía ella para poder volverlo loco.

Su concentración vacilaba cada vez que ella ingresaba a aquella tienda. Parecía que llegaba caminando, siempre sola. Era amable con todos los trabajadores del lugar, inclusive con su amigo de menor estatura, quien parecía estar de mal humor todo el tiempo. El rubio y ella jamás habían cruzado palabra, más que la primera vez que la conoció: cuando ella le pregunto si podía tomar la última bolsa de papas fritas que quedaba en la estantería, a lo que Erwin asintió con una sonrisa, casi chispas en sus ojos, un leve sonrojo y un retumbar en su pecho. Y así descubrió la encantadora sonrisa que ella podía mostrar, además de su cantarina voz que casi tarareaba un "gracias".

No sonreía mucho, aunque a veces lograba oír una carcajada de su parte, quizás porque veía algo en su celular, o por las veces que resbalaba casi cayendo al suelo, por el piso mojado (momentos en los cuales, hasta Erwin intentaba mantener la risa). Podía ser torpe algunas (muchas) veces, pero era muy silenciosa hasta al caminar. Y a pesar de ello, el, siempre que podía, la seguía con la mirada.

Quería creer que ella también notaba su presencia. Quería creer que lo veía cuando se distraía. Pero aún así, no tomaba el valor de invitarle un café, hablarle, saludarla, preguntarle su nombre, algo. No sé animaba a nada, a pesar de que sus amigos siempre lo llamaban cobarde.
El mismo se justificaba, diciendo que si una persona extraña se te acerca en el supermercado y te invita un café sin siquiera saber su nombre, es un poco extraño. Era lógico. Pero a veces hay que tomar riesgos.

Maldita sea.– se oyó decir al chico detrás del mostrador. Me estoy hartando de ver tu cara por aquí tan seguido, cejas.–

– No es como si viniera por ti.– refuto el más alto en forma de broma, mientras terminaba de guardar sus compras en bolsas plásticas. – Ya me voy, hagamos algo el fin de semana.– se despidió, alzando sus comestibles.

Números | Erwin SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora