Capitulo tres

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¡Por dios, al fin somos libres! – exclamó esa misma tarde Sasha, tras salir junto a sus dos amigas, Mikasa Ackerman y t/n, del salon de clases dónde habían hecho sus últimos exámenes del mes.

– Habla por ti, – le respondió la menor. – yo aún debo ir al trabajo.– hizo un leve puchero, por lo que su amiga de cabello negro se puso frente a ella y le apretó las mejillas.

– Deja de quejarte, el fin de semana lo tendrás libre. ¿Haremos algo juntas? – pregunto Mikasa.

– ¡Si! Vayamos a un antro en busca de culos. – bromeo la castaña. Por lo que sus amigas la miraron sarcásticamente levantando sus cejas, siendo que ella tenía a su novio Niccolo, quien se alteraría si la escuchaba decir un chiste de ese estilo. – Ah, no, esperen. T/n aún debe invitar a salir a la tumba de su abuelo.

Maldición, – exclamó molesta. – ¿Hasta cuándo seguirás con eso? – t/n jalo un poco el pelo de su amiga, en señal de molestia.

Pero era cierto. Ella le había "prometido secretamente" a su rubio, tener algo parecido a una cita el fin de semana próximo a su último examen. A pesar de que Erwin no sabía cuando acababa, ella estaba casi segura de que igualmente el intentaría invitarla a salir indirectamente, y esa vez no se haría de rogar.
Con sus amigas decidieron verse el sábado por la noche, así t/n podría salir un viernes. Quizás estaban planeando de forma anticipada las cosas, pero realmente estaba muy ansiosa por ver al Smith. Tanto así, que tras ir a su trabajo de medio tiempo en una cafetería, cometio uno que otro error. El gerente de la cafetería era su amigo Eren, quien le tenía muchísima paciencia. Pero no podía negarle a el que su mente estaba divagando.

– Hoy estás más distraída que lo usual. – indagó el mayor.

– Lo se, y lo siento mucho. – se avergonzó un poco tras casi romper una taza y su platito. – no sé dónde tengo la cabeza.

– Seguramente estás pensando en mi, tranquila ____, que tu amor por mi no te supere, no quiero limpiar más café del suelo. – ambos rieron por su broma.

El problema es que aún no había recibido ningún mensaje del rubio, lo cual la tenía un poco preocupada. Estaba evitando pensar en ello demasiado.

La mañana de ese mismo día, Erwin se encontraba casi ahogado en trabajo. Era profesor de historia en la universidad nacional de su ciudad, y tenía demasiado papeleo que hacer, exámenes que corregir, etcétera. Y probablemente permanecería así hasta la tarde. Le agobiaba mucho su trabajo, pero a la vez, lo disfrutaba mucho. Siempre quiso ser profesor, debido a su padre, a quien de verdad admiraba mucho. Uno de los mayores sueños de el siempre fue ser profesor de historia, conocer como fue el mundo, como es y como podría llegar a ser. Se sentía orgulloso de haber llegado hasta donde se encontraba, aún era joven y tenía muchos planes. El romance en realidad nunca había sido una de sus preocupaciones. Las ex parejas que pudo tener, se presentaron de forma espontánea, pero jamás duraban demasiado. Acababa sintiendose asfixiado, frustrado, o hasta decepcionado. Jamás sintió la necesidad de compartir su vida, sus días, sus planes y proyectos, con alguien más. Jamás se interesó profundamente en una chica, ni le atrajo alguien por demasiado tiempo, haciendo que t/n fuera su única excepción. Sus pensamientos siempre acababan recordando la sonrisa de aquella chica, por mas ocupado que se encontrara.

Pero ese día, se sentía bastante agobiado. Necesitaba cambiar de aire, y no se hubiera negado a cualquier propuesta que involucrara alejarse de su despacho.

– Erwin, – se asomo por la puerta de la oficina, una mujer alta, delgada y con curvas bien pronunciadas. Quien traía un blazer rosado que combinaba con su falda angosta pegada a sus delgadas piernas. Sus tacones hacían ruido en el mármol del suelo, y su cabello largo ligeramente recogido, dejaba ver la blanca piel de su cuello y pecho. – Has estado trabajando toda la mañana y la tarde ¿No estás aburrido ya?

Números | Erwin SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora