Prólogo (segunda parte)

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―Huh, no es tan grandioso como me lo imaginaba.―decía Loona al momento de entrar en la Iglesia. La perro infernal parecía un poco inquieta por estar en un lugar santo, pero Collin le aseguró que mientras no tocara nada consagrado como el agua, la eucaristía (1) o las cruces, estaría bien. ―. Pero no quiero quedarme mucho tiempo, así que busquemos tus cosas y salgamos de aquí.

―No te preocupes, ya regreso.―Le dijo Collin antes de echar a volar en dirección a los dormitorios donde durmió durante casi un año.

Abrió la puerta y se detuvo al ver tres camas que no parecían haber sido tocadas en los últimos seis meses que habían pasado. Todas sus pertenencias estaban en su sitio: El kit personal de Cletus para sacarle brillo a su halo estaba junto con escondidas botellas de alcohol. Los vestidos favoritos de Keenie que usaba en la Iglesia junto unas dagas clavadas en una diana que tenía un dibujo mal hecho de los tres diablillos. Y los libros de literatura humana favoritos de Collin junto con una bolsa de tapas de botella que había empezado a coleccionar por diversión. Los latidos de su corazón aumentaron cuando pasó por delante de las dos camas junto a la suya.

Recogiendo sus cosas en una bolsa de lona que compró poco después de su exilio, Collin se debatió entre recoger cosas de sus ex-amigos hasta que sus ojos se desviaron a una foto enmarcada junto a una lámpara del escritorio junto a su cama. Una foto de los tres querubines  frente la entrada de la Iglesia, sonriendo y usando sombreros de fiesta ya que ese día era víspera de Año Nuevo. Una época en la que a pesar de estar exiliados, tenían esperanza y fe de superar sus pruebas.

...Y ahora dos de los tres habían caído de la gracia.

Lentamente y con sus cascos temblando, Collin agarró la foto, se sentó en su cama y sostuvo la foto cerca de su corazón, sollozando. Estaba claro que había muerto cualquier vínculo entre ellos y eso dolía más que nada. Le dolía saber que de ahora en adelante estaría solo en su intento de ganarse su derecho a volver al Cielo; Aquellos a los que antes consideraba sus hermanos habían traicionado todo lo que representaban, siendo capaces de lastimarlo en aras de su venganza.

Estaba a punto de coger el resto de sus cosas cuando un fuerte grito de dolor hizo que su corazón casi se le saliera del pecho. Saliendo a toda prisa hacia la sala principal de la Iglesia, jadeó al ver a Loona tumbada de lado y con muecas de dolor: Dos grandes flechas de plata angelical estaban clavadas en ambas piernas, sangrando.

― ¡Loona!

― ¡No, es una trampa!―gritó Loona al tiempo que Collin voló hacia ella, sólo para recibir una flecha dentada demoníaca en un costado, inmovilizándolo contra la pared. Collin gritó de dolor al sentir la esencia demoníaca calando en sus huesos, abriendo los ojos y jadeando al ver a quien levitaba ante él... Gruñendo, siseó:

Cletus. Keenie.

Al haberse condenado, sus apariencias otrora angelicales habían cambiado: Ya no tenían halos sino cuernos rojos demoníacos con puntas negras y colas curvas. Ojos color rojo sangre con rendijas amarillas. Sonrientes fauces de dientes afilados y alas ya no de plumas, sino de murciélago. Incluso sus ropas habían cambiado, Keenie usaba un vestido negro oscuro con volantes rojo sangre y un lazo púrpura en el pecho con un símbolo de pentagrama, mientras que Cletus seguía usando su enterizo, pero con una camiseta negra y no amarilla.

 Incluso sus ropas habían cambiado, Keenie usaba un vestido negro oscuro con volantes rojo sangre y un lazo púrpura en el pecho con un símbolo de pentagrama, mientras que Cletus seguía usando su enterizo, pero con una camiseta negra y no amarilla

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