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En el Reino Helado, unos pasos cortantes se escucharon entre los pasillos de loza y una sombra aterradora se asomaba; Mobei-Jun, había llegado al Palacio con una furia similar a la de una bestia. Los sirvientes al sentir su presencia bajaron la mirada aterrados, sus manos temblaban intentando huir lo más rápido posible, sin embargo, la voz gruesa y fría de aquel demonio erizó los vellos de sus espaldas.

"Quiero que bajen al salón"

Un silencio confuso, rodeó a todos los sirvientes, pero antes que si quiera volteasen a ver a su Rey, Mobei-Jun nuevamente ordenó.

"¡Ahora!"

Cuando se le escuchó gritar, no tuvieron más dudas y todos los sirvientes bajaron hacia el gran Salón y, antes de siquiera llegar a la puerta, unos golpes que azotaban contra la sangre fresca, empaparon sus oídos con terror.

No obstante, aún así, tuvieron que entrar. Y, cuando ingresaron, su respiración se paró, su temperatura bajó.

Algunos de sus compañeros estaban colgados del cuello y brazos, sangrantes de los costados y desgarrados de las piernas; el líquido carmesí, era recogida por una copa de oro, mientras que la soga que amarraba sus brazos ya estaban perforando la piel rojiza y fresca al tacto.

"De ahora en adelante, el siguiente que se atreva a traicionarme, pasará por lo mismo "

Mobei-Jun había aprendido que nunca debía fiarse de sus sirvientes, porque hasta el perro más dócil, puede llegar a morder la mano de su amo.

Después de ese acontecimiento, Mobei-Jun, ordenó que, la canasta que le dio ese extraño, fuera analizada a fondo, para encontrar algún tipo de sustancia que pudiera hacerle daño. Nadie más iba a intentar burlarse de él.

Así, con todo un cambio en su vida de por medio, Mobei-Jun, regresó a atender sus deberes como legítimo rey del Desierto del Norte, pero, esta vez, su mandato sería distinto, la sangre de demonio que corría por sus venas dejaría ver su silueta más oscura.

Con el pasar del tiempo, todos y cada uno de sus sirvientes, le agarraron un terrible terror a Mobei-Jun, en sus ojos reflejaba frialdad y con sus acciones daba a conocer que tan despiadado podía llegar a ser.

El humor de Mobei-Jun era muy irritable, tanto que nadie podría a hablar demás o actuar de una manera diferente a como dictaban sus palabras. Su afirmamiento en el trono se arraigo profundamente; Mobei-Jun claramente estaba en su posición actual, no solo por su origen, sino también porque reunía las cualidades para ello.

Aunque las cosas se estabilizaron, Mobei-Jun, aún tenía un problema que rondaba en su cabeza sin descanso; desde que había regresado, dentro de él mismo, llegaba a sentir calidez y sus latidos se aceleraban en cuanto comenzaba a pensar en ese cultivador humano.

En un primer lugar, consideró la idea de estar bajo algún veneno, lo que tendría mucho sentido; estuvo inconsciente durante una cantidad de tiempo indefinido, cualquier cosa era posible que pasará.

Y, a pensar de que, todo lo dado por el humano estaba completamente limpio, Mobei-Jun no pudo encontrar otra respuesta a la incógnita.

Así que, por dentro, cargaba un enorme deseo de venganza, pero, más que nada, de encontrar la cura a su condición. A causa de ello, se propuso encontrar al humano con todos los datos que pudo sacar durante ese pequeño encuentro

Según logró percibir, no era alguien común, ya que tenía una base de cultivación envidiable y, sin duda, había llegado a la etapa de la inmortalidad, además, muy probablemente, pertenecía a una secta poderosa con renombre. Percatándose en los diseños de su vestimenta, tan únicos e impecables, solo se le vino a la mente un lugar: Cang Qiong

La Nueva Oportunidad De Hermano AviónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora