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Los ángeles existen al igual que los demonios, todos ellos son reales incluso cuando las masas traten de negar su existencia, existen, y no pueden hacer nada algo al respecto. Tal vez no son precisamente como los imaginamos, no son como Dante los describió en la Divina Comedia, pero sin lugar a dudas ahí están.

Los cielos donde los ángeles habitan es como ir a una ciudad moderna, una en la que solo existe el bien, donde no hay juegos de azar, ni lujuria, ni pecados, donde todo es brillante y reluciente. 

El infierno por otro lado es una ciudad igual de moderna que el cielo pero con todo aquello que los ángeles despreciaban, lujuria, egoísmo, pecados, siendo sinceros no era muy diferente del mundo humano, solo que ahí no habia lugar para los humanos.   

Muchos creían que ambas razas se odiaban pero no, como todos tenian sus diferencias pero a decir verdad coexistían con bastante naturalidad, incluso había parejas de ambos lados siendo felices. 

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En las nubes blancas como el algodón estaba sentado un ángel, sus pies colgaban mientras los balanceaba de derecha a izquierda, le gustaba ver a los humanos, ver las buenas acciones, la bondad y la felicidad. Nunca fue muy fanático de las desgracias y los pecados pero sabía que eran esas cosas las que los hacían humanos, el pequeño ángel nunca perdió la esperanza en los humanos.   

— Mitchy. — Lo llamó riendo Chifuyu mientras se sentaba a su lado. — Oh la señora porfin acepto que a su hija le gustan las mujeres. — Dijo moviendo su vista hacía abajo.

— Te dije que lo haría. — Sonrió Takemichi.

— Bueno supongo que ganaste pero tu sabes todo, eres un ángel previsor. — Rodó los ojos. 

— Y tú un angel de la amistad. — Le respondió sonriendo cosa que saco de sus cabales al Matsuno.

Como todos los ángeles también tenían divisiones, cuando un ángel nacía en sus ojos se veria que tipo de ángel sería.

Takemichi era un ángel previsor, el único en ochocientos años, él era capaz de ver la línea de vida de una persona en cuanto nacía, sabría que tipo de vida elegirían y trataría de ayudarlos a tomar la mejor decisión posible, ese era el porque veía lo bueno en todo, siempre había un lado bueno en todo mal ó al menos eso pensaba. Por su parte Chifuyu era uno de los muchos ángeles de la amistad, uno que bendecia a aquellos que valoraban la amistad como de verdad debía ser valorada, no a aquellos superficiales.

— Mitchy te estábamos buscando. — Llego Ran sonriendo mientras guardaba sus enormes alas.

— Hermanito nuestro. — Rindou corrió, mejor dicho voló a abrazarlo.

Ran y Rindou eran ángeles penitencieros, ellos eran aquellos de castigaban a todos aquellos que ni siquiera tenían el derecho a ser castigados por los demonios, los demonios eran bondadosos al lado de los ángeles penitencieros. Los gemelos tenían casi cien años cuando su hermano menor nació, si los ángeles penitencieros eran raros, los angeles previsores se consideraban un milagros, por eso cuando los tres nacieron con clasificaciones tan poco comunes en la misma familia fue una gran noticia en el cielo por al menos doscientos años.

— ¿Sucede algo? — Pregunto respondiendo el abrazo.

— Izana y Kakucho llegaron diciendo que el infierno pidió una reunion urgente. — Ran sonrió entretenido.

— ¿Izana y Kakucho? Que raro pensé que su relación con el infierno era mala.

— Parece que el señorito tengo problemas con mi familia lo soluciono. — Se burlo Rindou.

Izana y Kakucho eran la muerte, ¿Quién dijo que la muerte era solo una persona?, la muerte era juez, imparcial, así que para tener un balance correcto cada cierta cantidad de tiempo un ángel dejaba el cielo y un demonio el infierno, así nacía la muerte, ambos vagaban por el mundo llevandose a aquellos que su tiempo en la tierra se había acabado. Kakucho solía ser un ángel e Izana un demonio, todos sabían como se amaban tanto que renunciaron a sus orígenes para no pertenecer a ningun lado, volverse la muerte fue su forma de ser felices juntos.

— Ese no es el problema Mitchy, el problema es que te acusan de meterte en sus asuntos. — Suspiro Ran resignado, esa era la única regla, el cielo no se metería en los asuntos del infierno y viceversa.

— ¿Eso es así? — El rostro del Hanagaki no prestaba ningun cambio, la misma suave sonrisa de siempre lo adornaba.
 
— ¡Hanagaki Takemichi esto es serio tendras que ir al gran consejo! — Chifuyu estaba muy preocupado por su mejor amigo.

— Calmate Fuyu estaré bien, entonces lo mejor sera ir al gran consejo, no quiero dejar esperando al superior Taiju.

Sus alas se abieron, dos grandes alas blancas, tan puras, en ellas se demostraba que nunca habia cometido un solo pecado, estaba tan limpio e inmaculado como las alas. Ran y Rindou solo pudieron suspirar mientras acompañaban a su hermano menor al gran consejo, siendo sinceros no dudaban que su hermano fuera culpable, su Mitchy era capaz de cualquier cosa con tal de ayudar a los humanos, cosa que ellos no entendían, los humanos que veían siempre eran iguales, malvados, sin culpa, sin ser capaz de abrazar su propia humanidad y volverse monstruos, muchas veces incluso los demonios les parecían buenos a comparacion de muchos humanos que castigaban. 

Circunstancias | MiTakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora