iii. xxii

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Run away.


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Febrero 1981

La varita en la mano de Jesabella bajó lentamente cuando no escuchó más los llantos y súplicas, sintió sus ojos llenarse de lágrimas mientras en su cabeza repetía una y otra vez una disculpa, esperando el perdón de un inocente que pudiera quitarle el peso sobre sus hombros, pero no iba a conseguir nada, al contrario lo único que sintió fue la mano de su padre posarse sobre su hombro a modo de felicitación, pero aquella acción solo le causó asco y sintió ganas de vomitar, se convirtió en lo que siempre odió, su mano apretó con fuerza la varita entre sus manos.

— ¿Puedo retirarme? —preguntó en un susurró y tan solo gracias a la risa de Bellatrix Lestrange el temblor en su voz fue oculto, su padre la miró y asintió con su cabeza, alejándose de ella luego de darle luz verde a qué se fuera.

— ¿Te vas tan pronto?

— Mei está sola. —respondió a la pregunta de Bellatrix, la mano de la mujer sujeto su brazo, no había suavidad en su agarre probablemente porque quería verla retorcerse de dolor, pero era un gusto que Bellatrix no obtenía de Ella, la mirada de ambas mujeres se encontró y solo de ver la sombra en los ojos de la mujer de cabellos castaños el agarré de Lestrange se aflojó.

— Recién empezaba la diversión. —mencionó con un puchero para luego sonreír— Salúdame a la pequeña Mei.

Ella asintió guardando las ganas de atacar a todos ahí, sin esperar otra palabra de la mujer desapareció del lugar recibiendo el aire frío de la noche, el sonido de las piedras debajo de sus pies era el único sonido que sus oídos podían recibir, porque no había nada más en su cabeza que la imagen de aquella familia muriendo y cómo ella fue parte de eso, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas que ahora no le importó ocultar y entonces los sollozos se hicieron más fuertes, sus pasos se detuvieron al no poder soportar más, su cuerpo cayó al suelo, ni siquiera el dolor de las piedras clavándose en sus rodillas se comparaba con el dolor que sentía.

Las lágrimas siguieron cayendo de sus ojos por lo que para ella fue una eternidad, pero en realidad fueron un par de minutos, sentía que ni siquiera se le permitía llorar y todo estaba acumulado dentro de ella, tomó varias bocanadas de aire antes de sentarse de mejor manera y observar sus rodillas ensangrentadas, con sus manos quitó los rastros de suciedad y piedras para luego curar las heridas, dejando tan solo el rastro de sangre. Sus manos cayeron sobre su regazo quedándose en el suelo observando el oscuro paisaje, una escena un poco tétrica debido a la escasa luz, pero fue gracias a eso que pudo escuchar más allá de tan solo sus sollozos, el sonido de ramas rompiéndose, el aullido de un animal y luego silencio, los ojos de Ella se posaron por dónde parecía venir el sonido, sin embargo, su cerebro la detuvo de salir corriendo hacia él.

Con un nudo en su garganta y sintiendo su corazón ser apretujado en su pecho se levantó, limpiando la suciedad de su ropa y poniéndose una máscara entró a la enorme y silenciosa casa, sus ojos escanearon el lugar, no había vida en aquel lugar, incluso si por el día el suave reír de Meissa inundaba el lugar este seguía sintiéndose frío y silencioso, porque ese no era un hogar, Jesabella no podía sentir ese sitio como su hogar incluso si de su boca lo hacía sentir como uno ante los ojos de otros. Aún con esa pesadez recorrió el lugar hasta llegar a la habitación donde descansaba su hija, abrió la puerta con cuidado y de la misma manera caminó hacia la cama, recostándose a un lado del pequeño cuerpo que descansaba ignorante a todo lo que ocurría fuera de la protección de aquella casa.

La mano de Ella acarició con suavidad el cabello de la menor, observando como automáticamente se acercaba a su cuerpo y se acurrucaba a su lado, una suave sonrisa apareció en el rostro de la mujer, un suspiro salió de sus labios dejando que el sueño pudiera ayudarla a olvidar todo lo ocurrido, que tonto pensar eso. Los últimos meses se convirtieron en la pesadilla de Ella y se podía notar al ver su rostro sombrío y con unas ojeras, perdió peso, se notaba cansada, pero nadie más parecía percatarse de esas cosas ante los sucesos que estabas ocurriendo.

Su padre la usó, todo lo que no pudo hacer con Eleazar o Holland lo hizo con ella, incluso si en su brazo no había la marca de quienes apoyaban a Lord Voldemort ella parecía haberse convertido en una fiel seguidora de él, sentía como si su padre estuviera poco a poco llevándola a la locura, estaba aterrada, ni siquiera dentro de aquella casa encontraba seguridad, las noches se convirtieron en su peor enemigo, constantemente se preguntaba cuándo iba a terminar todo, cuando sería el día en que pudiera respirar con tranquilidad y olvidar todo pero los días pasaban y Ella no parecía encontrar aquella paz incluso si entre sus brazos tenía a la única luz en su vida.



─ ✦ ─



— Esto le va a ayudar. —dijo su elfina doméstica mientras le entregaba una taza caliente, los ojos de Ella la miraron y asintió— Todo va a mejorar.

— ¿Lo crees?

— Shania cree que todo lo malo pasará.

— Entonces también voy a creerlo. —la elfina sonrió y se alejó, sonaba estúpido creer que en realidad todo iba a pasar, pero por primera vez en tanto tiempo se permitió creer que de verdad iba a poder estar bien al menos si eso era por tan solo un corto periodo de tiempo.

La atención de Ella regresó al libro que llevaba en su regazo, sintiendo a su lado a Meissa moviéndose para encontrar una mejor posición para seguir con su siesta, ni siquiera el sonido de la fuerte lluvia en el exterior interrumpía el sueño de la menor a su lado, le tenía cierta envidia, pero también deseo que siempre fuera así, deseo que ella nunca tuviera que creer que lo malo iba a pasar, quería que solo tuviera que pensar en cual siguiente cosa buena iba a llevar a su vida, Ella quería que Mei tuviera todo lo que ella no pudo tener: una vida feliz.

El sonido de la lluvia poco a poco fue siendo menos intenso, por lo que fue más fácil escuchar como alguien aparecía y luego la voz de su madre llamándola, Ella frunció el ceño, pero avisó de su paradero mientras tomaba la varita que descansaba en la mesa a su costado y se levantaba para recibirla, más la imagen con la que se encontró no era la que siempre tenía de su madre.

— ¿Qué pasó? —preguntó al verla con aquel aspecto.

— Tu padre murió.

Tres palabras que la dejaron estática en su lugar, no sabían que decir porque su cabeza solo pensó en una cosa mientras miraba a Mei: huye.

Flicker ➳ Marauders EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora