Capítulo III: "me quiero morir"

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La mañana del lunes llegó demasiado rápido

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La mañana del lunes llegó demasiado rápido. Por las ojeras que Damián cargaba bajo sus ojos, pude suponer que él opinaba lo mismo que yo. Damián cansado y de mal humor no era un buen público de mis bromas, así que las reprimí cuando nos encontramos en la calle para ir al colegio. Luego de las diez de la mañana quizá podría empezar a burlarme de la borrachera accidental en la que estuvo sumido el sábado. Yo, en cambio, me encontraba bastante alegre, soplaba una linda brisa, viento a favor para la bici, no hacía calor, ya era de día, hoy no teníamos matemáticas. Se avecinaba un buen día.

Mi amigo incluso pedaleaba más lento que lo usual. En teoría la resaca tendría que haber terminado, pero supuse que su malestar anímico estaba intacto. Ayer me había pedido disculpas un mínimo de diez veces porque yo fui quien tuvo que meterlo a su casa y posteriormente hacerle compañía mientras él vomitaba en el inodoro. La verdad no me lo había pasado mal, me reí mucho. Nico y Charly me acompañaron hasta su casa, pero con el asunto del vómito me dejaron bastante solo.

El sábado habíamos ido al mismo bar al que íbamos todos los fines de semana, pues en la ciudad sólo había dos y ese era el que dejaba entrar menores de edad. ¿Por qué vendían alcohol en un lugar repleto de menores de edad? No estaba seguro de por qué corrían ese riesgo, pero era moneda corriente. La verdadera pregunta era por qué Damián había tomado tanto sin darse cuenta. Fuimos por separado al lugar, él con sus amigos y Sara, con quién pasaba mucho tiempo desde que decidieron anotarse a la misma carrera y estudiar juntos para el ingreso. Yo aún no había tenido el gusto de conocer realmente a mi potencial reemplazo, y esa noche no fue la excepción. Yo fui con mis amigos y allí nos encontramos con Ariana y sus amigas. Antes del último año no solíamos hacer esto de salir todos juntos, pero la nostalgia del último trimestre de clases atravesaba todas las actividades. Sentíamos que estábamos haciendo todo por última vez. 

No tenía especialmente ganas de beber esa noche, pero era un tipo fácil de entretener, mientras hubiese música decente y pudiese bromear con alguien, estaba conforme. Había saludado a Damián apenas entré, pero entre toda la gente que saludé lo perdí de vista bastante rápido.

—Vi a tu novio afuera, Moreau, está bastante borracho —me comentó Lautaro en un punto cerca de las dos de la madrugada.

No era la primera vez que lo llamaba de esa forma, a él le parecía muy gracioso. Era increíble cómo este chico estaba en todos lados y dispuesto a molestar a cualquiera. A mí me caía particularmente mal, pero a mis amigos parecía agradarles, solían invitarlo seguido. Quizás lo que más me molestaba de todo era la forma en la que siempre me llamaba por mi apellido y pronunciando todas las vocales. No es que yo pronunciase exactamente como se debe mi apellido, pues en teoría es francés y no tenía idea cómo funciona ese odioso idioma. Durante toda mi vida lo pronuncié como tío David. Y Lautaro me oía, y a los profesores, y también a los chicos, y elegía decirlo mal adrede.

—Estaba con esa amiga suya, muy linda por cierto —comentó Julián.

Julián era de esos que me agradaban todo el tiempo, nos conocíamos desde niños, me seguía la corriente.

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