Capítulo 7: varón cisheterosexual y blanco

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La casa de Ben me parecía más acogedora que la mía

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La casa de Ben me parecía más acogedora que la mía. En la suya se notaba que vivía gente, a pesar de que solo eran dos y mantenían el orden. Entrabas y sabías que allí vivía una señora y un adolescente, se desprendía de las paredes. Las telas de Abi, los hilos, los cacharros de Ben pululando, las fotos en el pasillo. La radio prendida constantemente en la cocina aunque sea a volumen muy bajo, que solo silenciaban cuando miraban la tele a consciencia. La ausencia de café, porque Abi lo había dejado y Ben nunca pudo tomarlo realmente. 

El guiso de lentejas de la señora era lo que necesitaba para terminar de recuperar la temperatura. Ellos hablaban bastante en el almuerzo, en mi casa generalmente se ponía la televisión y yo tenía pleno derecho de usar mi celular. A Abi no le gustaba que su nieto use ese aparato despreciable en la mesa, por ende yo tampoco lo agarré. Abi era de esa gente a la que quieres caerle bien, sin saber explicar por qué. Supongo que Ben también, pero ese no fue un problema para mí. 

No es que me molestara cómo eran las cosas en mi casa, generalmente no sabía qué decirle a mis padres, aunque intentaran hablar conmigo. Cuando estaba Emma las cosas eran más fáciles, a veces la extrañaba por eso. No se lo diría jamás. 

Antes de volver a mi casa, tuve que ponerme un uniforme extra de Ben. El pantalón me quedaba enorme, pero sólo tenía que entrar a mi casa, saludar vagamente a mis padres y cambiarme en mi cuarto. Usé el sweater que había llevado al bosque, Abi nos había hecho ponerlos junto a las estufa. 

A veces deseaba que mis padres fuesen como ella, no le hacía problema a Ben por cosas que no tenía sentido hacer un drama. Simplemente le dijo que no debíamos saltarnos las clases. Agradecí que haya aceptado no decirles nada, no quería que sigan encontrando razones para retarme. Últimamente parecía que no podíamos coincidir en nada.  

Luego del delicioso guiso de Abi, me dirigí a mi casa rezándole a Dios, el cual estaba bastante seguro que no existía, que mis padres no notaran nada raro. 

No lo hicieron, solo me saludaron y preguntaron qué tal la escuela.

—Aburrida como siempre, nos dieron otro trabajo de Historia —comenté, porque recordé que Ciro le había dicho eso a Ben.

—Les están dando muchas tareas este año.

—Dicen que nos preparan para la universidad —deseaba que llegue el momento perfecto para huir sin que noten que había algo raro. Como el pantalón de por lo menos una talla más grande que el mío. 

—Era hora —comentó mi papá. 

—¿Por qué comiste de Benjamín? —cuestionó mi madre, pero sin ánimos de retarme aparentemente.

—Abi me invitó a comer su guiso de lentejas.

Saqué de mi mochila la bolsita de papas con la basura dentro y la tiré en el cesto de la cocina. 

—¿Le habrá sobrado? —comentó mi padre para molestar a mi mamá, ya que aparentemente ella había cocinado y no Lisa. 

Por alguna razón, mi mamá no se enojó con ese comentario. A mí me hubiese caído pésimo. Miré su plato, habían cocinado carne. Arrugué la nariz. 

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