Los grandes superhéroes de los cómics tienen historias increíbles de autodescubrimiento o el despertar del poder o de cómo se hicieron poseedores de sus cuantiosas habilidades: Superman es un extraterrestre indestructible, los X-Men son producto de una mutación genética en la naturaleza humana, Spiderman fue mordido por una araña modificada en un laboratorio, Capitán América usó drogas para convertirse en un súper soldado. Sin embargo, el caso de Chandler no resulta algo épico y no, tampoco tiene una gran inteligencia ni los millones de Iron Man o Batman.
Cuando él comenzaba a hablar, solía desconcertar a sus padres porque entablaba largas pláticas con una supuesta niña que no estaba presente, los pediatras decían que era algo normal; un amigo imaginario en hijos únicos y con alta creatividad, como él, era común ya que forma parte del juego y la fantasía. Cuando salían de paseo, Chandler pedía muñecas para Charlotte, su amiguita y aunque al padre le incomodaba andar por las calles con un niño que hablaba solo y llevaba una carreola, lo dejó ser, después de todo, solo era una etapa.
El problema empezó después, él culpaba a la niña “imaginaria” de muchas cosas que pasaban en casa o a sí mismo:
—¡Chan-chan, hay que hacerlo! —dijo la niña.
—Charo, es muy alto.
—¿No quieres volar como Superman?
Aquella escena sobre el tejado de la segunda planta, ocurrió a la edad de diez años, Chandler se asomaba al borde y sentía palidecer. Anteriormente estuvo en líos por usar los cuchillos de la cocina para practicar puntería y telequinesis o en su defecto, intentar emular a Magneto, ¿resultado? Un tremendo caos, muchas cortadas y todo porque Charlotte se lo pidió; también se fracturó el brazo hace dos años porque la niña dijo que debía trepar en el exterior de la casa hasta su alcoba, igual que Spiderman, pero no contaron con el desprendimiento de la canaleta, casi a punto de alcanzar la ventana, ni que acabaría aterrizando contra su codo derecho.
Sí, era claro que tenían una fijación con los superhéroes y en mayor medida la niña, ya que cada locura era una propuesta de ella. La habitación de Chandler estaba repleta de pósters y coleccionables ligados a los comics, además de dibujos de él y la niña con trajes de héroes o luchando contra monstruos.
Sin embargo, a raíz de dichos incidentes, los padres dejaron de reforzar la idea de la amiga imaginaria y empezaron a verlo como un problema, solían decirle: “Charlotte no es real; ¡ya basta, Chandler!”, con el tiempo y ante la falta de creencia, aprendió a fingir delante de los mayores, aunque esa niña crecía a su ritmo y siempre buscaba maneras de hacerle reír.
Al estar libre de adultos, solía jugar y hablar con Charlotte, aunque en momentos como ese, con él a poco de saltar desde el tejado y ella echándole porras, deseaba internamente no volver a verla u oírle.
—¡Chan-chan! ¡Vamos, Chan-chan! —gritó Charlotte entusiasmada mientras Chandler corría hacia el borde— Vuela, vuela, ¡vuela alto!
Y lo hizo.
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La Luz de Géminis
FantasyUn cuerpo, dos almas distintas y un pacto para vivir media vida. De día, un joven universitario; de noche, una desenfrenada drag queen; cada uno posee habilidades secretas y tendrán que debatirse entre seguir ocultos o enfrentar el mal que amenaza a...