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[Escrita en código por el remitente y desencriptada por el destinatario]

Dover, Inglaterra, 1 de enero de 1943.

Meliodas:

Un año nuevo ha comenzado, pero es difícil notarlo, perdida como estoy en los días grises que corren uno tras otro sin ti. Tus letras son lo único que me ancla a este mundo, solo tu amor me da fuerza suficiente para soportar la carnicería humana que desfila ante mí diariamente. Eres mi luz en medio de estas tinieblas que parecen infinitas. Eres mi paz. Y es por eso que hoy quiero ofrecerte un poco de la que me has dado para que, al dormir, puedas volver a descansar.

Amor mío, no sigas castigándote. En tu última carta me dijiste que estabas aterrado ante la idea de volver a ser lo que eras en el pasado, ese hombre sanguinario entrenado para seguir órdenes sin pensar o sentir. Dices que, de no hacerlo, no serás capaz de salvarme a mí ni a nadie, y llevas en tu espalda el peso de todas las vidas que perdimos. Te ensucias las manos con muerte para que otros puedan vivir y, aún así, nunca te parece suficiente. Y sufres, creyendo que con cada nueva mancha te amaré menos, o te volverás un hombre menos digno de mí. Meliodas, eres un tonto.

Yo jamás podría rechazarte por ser quien eres. Puedo sentir como en tu pecho aún late ese corazón que es solo mío. No eres un asesino. Eres un soldado, y nunca podría reprocharte por hacer lo que te dicta el deber. Muchos meses han pasado desde que te uniste a la resistencia como agente doble y, pese a todo, no ha pasado un solo día en el que me sienta menos orgullosa de ti. Sé que aún soportas la culpa de sentirte un traidor, un criminal que le dio la espalda a su nación y su familia. Para mí, no existe un mayor héroe en esta guerra. Eres un hombre que pelea para protegernos a todos y, si eso es un pecado, gustosa lo cargaré contigo.

Pero Mel, el mejor soldado y la mejor enfermera del mundo no podrían rescatar solos todas vidas que peligran. No podemos cargar por siempre con el dolor de nuestros fracasos. Debemos seguir, pelear, y proteger a quienes aún están aquí. Por lo tanto: cariño, felicidades por ser ascendido a capitán. Te lo mereces, aunque sé que no estás de acuerdo. Y así sea un blasón que te da el enemigo sin saberlo, para mi es una más de las cicatrices que llevas y que besaría cuando vuelva a tenerte entre mis brazos. Deja de pensar en los que perdiste, y piensa en los que ya salvaste.

A propósito de esto, me alegra decirte que nuestros amigos por fin se han ido. Pese a su reticencia en dejarme, logré que partieran hacia América varias semanas atrás junto con el grupo de escondidos que ayudaste a escapar. Jamás creí que el hermoso cabello rubio de Elaine dejaría de protegerla en su propia nación. Jamás creí ver a un chef como Ban usar sus cuchillos para ayudarme en una cirugía de emergencia. ¿Sabías que las otras enfermeras del regimiento han comenzado a llamarme "Ellie sangrienta" por como termina cada noche mi delantal? Yo prefiero cómo me llamaban los Renard en secreto: señora Dämon.

Porque lo soy, y estoy muy orgullosa de ello. Añoro el día en que vuelva a verte, en que no deba esconder mi verdadero apellido nunca más. Aún lejos, siempre estás conmigo. Aunque no duermas en mi lecho, siempre estás en mis sueños. Aunque no pueda tocarte, siempre estás dentro de mí. En mi piel. En mi sangre. En mi deseo de vivir. Te amo Meliodas.

Por siempre tuya:

Por siempre tuya:

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Nuestra Promesa - Especial de San Valentín 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora