1

363 47 11
                                    


[Carta escrita en la residencia Märchenwald, durante la visita de la familia Liones a Alemania]


Berlín, Alemania, 5 de febrero de 1937.

Estimado Herr Dämon:

Estoy gratamente sorprendida. Su misiva ha sido del todo inesperada, y aún más el contenido de la misma, el cuál me dejó tan intrigada como halagada. Pese a todo, le confieso que me hace muy feliz saber que sus sentimientos por mí no eran en absoluto los que creía. Y más aún, le agradezco sinceramente que me haya demostrado que todas las suposiciones que tenía sobre lo que ocurrió la noche pasada estaban totalmente equivocadas. Permítame ser más explícita sobre esto.

Mi primera impresión fue que la rumoreada frialdad del temperamento de los hombres germánicos era cierta, y que nuestro primer encuentro había sido, a lo mucho, un evento aburrido para usted. No lo hubiera culpado. El baile de los Göttin parecía solo una ocasión más para la vanidad, y aunque estoy muy feliz por el reciente compromiso matrimonial de mi primo Ludociel, sé que no es el tipo de reuniones a las que un joven tan digno como usted le gusta asistir.

Cuando fuimos oficialmente presentados, me pareció notar que  no era de su agrado; sus labios fruncidos lo delataban, la fiereza de su mirada lo ratificaba, y no pude sino pensar que su suspicacia hacia mí era debido a mi familia. Sé que los Dämon y los Göttin son rivales de larga tradición, ambos en la cúspide de la milicia, los dos al servicio del Führer. Debe parecerle poco patriótico que los segundos tengan lazos tan fuertes con Inglaterra. Despreocúpese. Los Liones poco o nada tenemos que ver con asuntos políticos de nuestros parientes, y menos yo, que encuentro el tema bastante deprimente. Pero volvamos al baile.

Al extender su mano para invitarme a la primera pieza, pensé que solo lo estaba haciendo por cortesía. Su toque era cálido, mucho más gentil de lo que esperaba, y su agarre era firme, tanto que no pude evitar ruborizarme. Al terminar, pareció querer alejarse de mí lo más rápido posible, y eso me dejó con la impresión de que mis sospechas sobre su aversión eran ciertas. Entonces, unos minutos después, solicitó una segunda pieza, y eso me dejó incluso más desorientada que todos los giros que dimos al bailar. ¿Cómo debía interpretar aquello?

Luego vino el tercer baile, y con él, su primera sonrisa. Y entonces no pude más. Fue ese el momento en que solicité a mi padre que nos retiráramos de la fiesta, y no pude seguir haciendo conjeturas, ciertas o no, sobre su persona. Le pido una disculpa. Los sentimientos que aquel gesto provocó en mí me sobrepasaron. No sabía cómo reaccionar y, pese a que irme parecía la única acción lógica que podía realizar en ese momento, ahora me arrepiento de haber dejado la velada tan pronto. Aunque quizá no del todo, ya que eso lo motivó a enviar su carta, y creo comprender ahora las razones de su comportamiento.

Lo que usted siente no es desagrado, sino lo opuesto. Es un espejo de lo que evocó en mí, algo más complejo que simple gratitud por un baile. Lo que en verdad quiero decir, en respuesta a sus letras, es que acepto gustosa su invitación para ir a recorrer la ciudad juntos. Berlín parece maravillosa, y aunque vaya a estar aquí por poco tiempo, estoy segura que su compañía hará de mi visita algo inolvidable. Pero por favor, apiádese y adelánteme algo, ¿qué es eso tan misterioso de lo que quiere hablar? ¿Es algo que no podría decir frente a otros? ¿Y cuál es el significado de la pequeña flor blanca que envió junto con su carta? Queda establecida la promesa de nuestro reencuentro, y espero con ansias su próxima respuesta.

Atentamente: 

Atentamente: 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Nuestra Promesa - Especial de San Valentín 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora