—Saluden. —todos se inclinaron hacia delante— Posición de lucha. —dijo y todos obedecieron.
El sensei Lawrence pasó por a lado de Halcón y le puso la pierna más adelante.
—Estabilízate, Halcón. —le dice. Y así como el día anterior. Leah estaba en medio de los dos chicos. Halcón y Miguel— Mantén el equilibrio, rota al golpear
—¡Sí, sensei! —da un puño al aire. El sensei asiente y pasó a lado de otro niño, quien se asusta al verlo.
—¿Temblaste, Virgen? —le pregunta. El chico se quedó en su posición. Va hacia otro chico, que hace como si le vaya a pegar y el chico saltó— Mierda, estamos llenos de miedosos.
—¡Sí, sensei! —gritan todos.
—¡No era una pregunta! Levanten la mano si nunca les pegaron en la cara. —medio dojo alzo la mano. Menos Aisha, Miguel y Leah— Bajen la mano. —el sensei caminó hasta al frente de todos— Toda su vida han evitado peleas para no romperse la nariz ni perder un diente. Por la estupidez de lastimarse. Así que hay una solución: antes de irse del dojo, todos recibirán una trompada muy fuerte en la cara. —el sensei miró a Leah— Señorita Jones, prepárelos. Quíteles el miedo. Incluido tu novio. —señaló a Halcón y se fue.
—Sí, sensei... —miró a Miguel y a Aisha. Miguel le dio una seña de que empezara.
Leah se salió de su puesto, y fue con otro chico. Decidió que Halcón para lo último. El chico la miró con terror y ella le dio un solo golpe, sin tener piedad.
Siguió. Siguió. A lo último, con un dolor en la mano, le dio un último golpe en la cara a su novio que lo mandó chispeando por allá.
—¿Estás bien? —le pregunta la chica.
—Estoy bien. —se paró y fue hasta ella, le dio un beso en la frente— Solo fue un diente. —la chica rio.
*
—¿Entraremos en el torneo? —le pregunta Miguel al sensei.
—No estamos listos. —vieron como a Halcón lo chispearon por allá. El sensei mira a Miguel, pone la cara de "¿Si viste? Eso es" y le quitó la revista—La niña tiene buenos gustos igual. —dijo viendo como la chica lo ayudaba a pararse.
—Sí. Estoy orgulloso de ellos. —dice Miguel.
—Por un momento pensé que tú y ella salían. O se gustaban —Miguel frunció el ceño—. Todos los días van juntos a la escuela, a veces ella pasa contigo en casa, a veces de aquí se van juntos a casa y a veces los veía conversando por el parque. —explicó y Miguel asintió entendiendo todo.
—No, ella y yo solo somos amigos. Mejores amigos, de hecho. —el sensei sonrió en grande— Eso de estar juntos, nos ha hecho conocer más.
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