Capitulo 3: Familia

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Al día siguiente el sonido de su celular despertó a Abigail. Malhumorada y sin abrir los ojos tomo su celular y contesto.

—¿Si?
—Buenos días, Aby—dijo feliz un hombre de 26 años, Fernando—. ¿Paso por ti?
—¿Qué hora es?
—Las 6:00 am.
—¿¡Qué!?—grito abriendo los ojos—. Ya es tarde y todavía tengo que ir a la reunión—dijo levantándose.
—¿Entonces paso por ti?—pregunto de nuevo.
—¡Sí!
—Llegare en 10 minutos—dijo antes de colgar.

Abigail se apresuró a arreglarse, tomo la mochila de su habitación y antes de salir, escucho que tocaban la puerta.
—¡Aby!—grito Fernando.
—¡Voy!—dijo tomando sus llaves para abrir la puerta—. Gracias por venir—le agradeció mientras salía y cerraba la puerta.
—No te ves bien—comento su compañero al verla—. ¿No dormiste?
—No me pone de humor las "reuniones"—respondió mientras bajaban las escaleras para después subir al auto.
—Pareces preocupada—dijo mientras comenzaba a conducir.
—¿Recuerdas a mi amiga?
—Creo, es la del cabello largo ¿No?
—Sí, es ella, ayer iba a venir, siempre llega puntual pero no vino.
—Al menos lo estás tomando con mejor humor que la última vez—comento nervioso.
—¿A qué te refieres? Esta es la primera vez que no viene.
—¿Lo olvidaste? Hace días estuviste molesta por lo mismo.
Al llegar a su destino, Fernando detuvo el auto estacionándose.
—No lo recuerdo—respondio Abigail bajando del auto.

Ambos adultos ingresaron al edificio, saludaron a la recepcionista y se dirigieron a la sala de juntas. Al entrar vieron a sus compañeros y a su jefe.
—Abigail, Fernando—hablo un hombre de 43 años al verlos, Guillermo, el jefe general—. Tomen asiento, comenzaremos la reunión. Cómo saben hoy se cumple otro año en el que nosotros, los policías, perdimos contra los militares quienes ganaron la confianza del pueblo. Sé que para todos esto es humillante, nosotros que día a día arriesgamos nuestras vidas para proteger a todos los ciudadanos somos tratados y llamados como los perros traidores, siendo este nuestro castigo que debemos recordar día y noche. No debemos olvidar el daño que causamos pero aún con el desprecio del pueblo deben mantener la frente en el alto. ¿¡Quedo claro!?
—¡Sí, jefe!—respondieron todos.
—Bien, ahora el siguiente punto—dijo mientras abría una carpeta que tenía al frente—. Los ciudadanos han comenzado a presentar quejas por la desaparición de sus familiares.
He decidido que se organizarán por grupos, el primero hará una rutina de vigilancia de 24 horas, mientras el segundo seguirá investigando. Ambos grupos serán relevados antes de terminar su turno. El supervisor les asignará un caso a cada grupo. Encontramos al responsable de esto en menos de una semana.
—Jefe, mi equipo y yo llevamos más de un mes en esto sin tener resultados—hablo Daniel, un hombre de 29 años.
—¿Por qué no cerramos los casos?—cuestiono Ulises, un hombre de igual 29 años —. Ya perdimos mucho tiempo buscando los cuerpos.
—¡Es una orden!—sentencio Guillermo—. No cerraremos ningún caso hasta encontrar al responsable. Pueden retirarse y no olviden presentar sus informes al terminar la semana.

Todos salieron de la oficina sin objeción alguna.
Mientras que en la recepción, tres personas conversaban.

—Quizás solo escapó de casa—dijo un hombre de 27 años, Axel, mientras volvía a beber de tu taza de café.
—Los hijos acostumbran a hacer eso—comento una mujer de 30 años, Francisca—. Que irresponsables.
—Ella no vivía con sus padres—dijo molesta una mujer de 23 años, Lulú, mientras sostenia una carpeta—. Dios, sean más empáticos, con este ya serían cinco casos de desaparecidos.

A lo lejos solo se oían los murmullos de la conversación.
—Oye, Fer—le llamo Abigail deteniéndose al ver la discusión, ambos se dirigian al cuarto donde les asignarían  un grupo—. ¿De qué hablan?
—Creo que es por la chica de 25 años que desapareció, su madre reporto que desde hace 2 semanas no sabe de ella—respondio Fernando deteniéndose también.
—2 semanas... 25 años—pronunció nerviosa al sentir un escalofrío—. Debe ser una coincidencia—pensó para si misma.
—Aby—le llamo su compañero—. ¿Estás bien? Te pusiste pálida.
—¿Eh?—dijo reaccionando—. Sí, solo pensaba. ¿Sabes cómo se llama?
—No pero podemos preguntarles.

Ambos se acercaron dónde estaban los demás.
—Oigan—les llamo el hombre alzando la mano para saludarlos.
—Hola, Fernando y Abigail—saludo la mujer que sostenía la carpeta.
—¿Cómo?—dijo Abigail sintiendo sus manos temblar—. ¿Cómo se llama la chica que desapareció?
—¿Te refieres a la que escapó de su casa?—le pregunto Axel pero al ver la mirada furiosa de su compañera Lulú, guardó silencio.
—Puedo mostrarte su expediente con sus datos—dijo la mujer abriendo la carpeta para entregarle la hoja—. Es ella.
Abigail se quedó rígida al leer el nombre.
—¿Por qué?—miro la foto y de repente su visión se torno borrosa.
—¿Te encuentras bien?—le pregunto Axel.
—Abigail—pronuncio Lulú.
—¡Aby!—gritó Fernando preocupado, sosteniendola para que no cayera al suelo.
—Estoy bien—pronunció con dificultad, apoyándose en el hombro de su compañero para levantarse—. ¿Puedo tomar el caso?
—Aby—le llamo Fernando—. A nosotros nos van asignar a un grupo de los casos que ya están presentes.
—No, tengo que tomar este caso—dijo negándose.
—Ve con el supervisor—le dijo Francisca—. Por tu expresión parece que conoces a esa chica.
—Es mi amiga—afirmo.
Lulú miraba preocupada a Abigail quien aún sostenia la hoja.
—Acompañenme—pidio Lulú a ambos—. El supervisor puede darte el caso si tienes a un compañero que te apoye.
Abigail miro a Fernando esperando que aceptará.
—Esta bien—dijo resignado Fernando—. Te ayudaré.

Los tres se dirigieron al cuarto del supervisor. En el camino Abigail le había entregado la hoja a Lulú para que la guardara en la carpeta.
Al llegar, Lulú tocó la puerta tres veces hasta oír un pase desde el otro lado, los tres adultos entraron.

—¿Qué necesitan?—pregunto el hombre de 35 años, Alberto.
—Vengo a entregar el expediente de la chica que desaparecio—dijo Lulú entregando la carpeta.
—¿Y ustedes?–pregunto serio, mirando a los otros dos adultos.
—Quiero tomar el caso de... De la chica de 25 años que desapareció recientemente—respondio Abigail sin poder pronunciar el nombre.
—Y yo apoyaré con el caso—dijo Fernando.
—Ustedes ya estaban asignados para un grupo—les aclaro Alberto.
—Lo sabemos pero ella... Es mi amiga, por favor, déjeme ese caso a mí—pidio Abigail.
—Tenemos más oportunidad de encontrarla nosotros que otra persona que no sabe nada de ella—argumento Fernando.
El supervisor los miro en silencio sin cambiar su expresión sería.
—De acuerdo, les asignare este caso pero serán relevados al concluir su turno al igual que los otros. Por hoy estarán en el primer grupo de vigilancia, mañana estarán en el de investigación. Pueden retirarse.
—Sí—respondieron ambos.
Los 3 salieron de habitación sin decirle otra palabra.
—Me retiro—dijo Lulú una vez que salieron—. Tengo que seguir archivando.
—Nos vemos—le dijo Fernando.
—Hasta luego y... Gracias—dijo Abigail despidiéndose.

Ambos continuaron caminando en silencio hasta llegar al estacionamiento y subir a una de las patrullas
—¿Estás bien?—pregunto su compañero antes de subir al auto pero no recibió ninguna respuesta, se volteo a mirarla—. Tierra llamando a Aby—dijo moviendo ambas manos frente a su compañera haciendo que reaccionara.
—¿Qué pasa?—pregunto confundida.
—Es lo que me pregunto yo—respondio Fernando—. Tienes la mirada perdida desde que salimos.
—Solo estoy preocupada—dijo subiendo al auto—. Vamos o se hará tarde.
—Hoy será un largo día—suspiro Fernando antes de subir al auto.

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