Capítulo 4: ¿Quién es para ti?

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Ya habían transcurrido 4 horas desde que comenzaron su recorrido y sin tener ningún avance se detuvieron en un local de comida para que pudieran almorzar ambos.

Fernando termino primero mientras que Abigail continuaba comiendo en silencio, observando por ratos la mirada de los civiles y escuchando por momentos sus comentarios de desprecio.

—No les prestes atención, Aby.
—¿Te vas a poner de su lado?—pregunto después de comerse el último bocado.
—Ellos no tienen la culpa—argumento suspirando, alzó la vista para ver el cielo nublado.
—Tampoco nosotros.
—Aún nos quedan 10 minutos, podemos hablar de otro tema—pidió nervioso, volteando a verla, sabiendo que sería una batalla perdida.
—Claro—respondió disgustada.
—¿Por qué no me cuentas de tu amiga? Creí que no eran tan cercanas, no hablas mucho de ella.
—¿Acaso te gusta?—pregunto molesta, mirando fijamente a su compañero.
—Creo que prefiero el otro tema—murmuro sin que escuchara.
—No quería que supiera a lo que me dedico y preferí decirle que soy guardia de seguridad—dijo mirando a otro lado, recordando—. Ella y yo somos muy diferentes por eso no la menciono mucho.
—¿Diferentes?
—Como si fuéramos de otro mundo... Es algo que nos gusta decirnos, que aunque nuestra manera de vivir era diferente de algún modo coincidía, la conozco desde hace 3 años pero perdí comunicación con ella por casi un año.
—¿Por qué? ¿Pelearon?
—No, bueno, no sé. Es algo complicado, ella se alejó pensando que era lo mejor para todos.
—Creo que entiendo—dijo confundido mientras se levantaba para estirarse y luego ir al auto—. Vamos, ya pasaron los 30 minutos, hay que continuar porque aún no terminamos.
—Si estuviéramos en el grupo de investigación ya hubiéramos terminado. Fer, esto es una perdida de tiempo—pronuncio molesta Abigail para después subir al auto.
—Son protocolos, tampoco estoy de acuerdo pero son las reglas—le recordo subiendo él también para comenzar a conducir.
—Las reglas se hicieron para romperse.
—Quien te oyera—dijo con gracia Fernando—. Somos policías, no podemos romper las reglas, debemos dar el ejemplo.
—Sabes que me molesta cuando me regresas mis palabras.
—Te molestan varias cosas—sonriendo pensó en tomar su mano pero no podía al estar conduciendo—. Y aún así te quiero.
—Estamos trabajando... También te quiero—murmuro.
—Lo sé... Abigail—le llamo serio mientras seguía la ruta programada.
—Es raro que me llames por mi nombre.

Fernando solo suspiro con pesadez mientras ella miraba por la ventana.

—No es nada, tranquila, volviendo al tema. ¿Tienes alguna pista?
—Solo tengo su mensaje de hace 2 semanas, aún no entiendo cómo confundí los días—respondio mientras sacaba su celular y volvía a mirar la conversación.
—¿Qué dice?
—Solo dice que ya estaba cerca de su casa.
—¿Pero no menciona de dónde venía? Su madre dijo que no salía, quizás salió tarde del trabajo.
—No lo creo—dijo ya sin ánimos, guardando su celular—. Trabajaba en una biblioteca.

Aquel tono de voz no paso desapercibido por Fernando, quien detuvo el auto.

—¿Por qué te detienes? Sabes que...
—Abigail—le interrumpió seriamente, sin separar las manos del volante—. ¿En verdad no recuerdas lo que pasó ese día que quedaron de verse o al día siguiente?
—No, no lo recuerdo—respondio ahora algo molesta por su actitud—. Déjate de suspensos, di lo que tengas que decir.

Fernando agachó la mirada dudando en contarle, respiro profundo y soltó el aire tranquilamente.

—Un día antes de que te vieras con ella te invite al cine pero dijiste que ya tenías planes con una amiga, al día siguiente te pregunté cómo te había ido y solo dijiste "pase todo el día en la casa, hubiéramos ido al cine".
—Pase todo el día en la casa hubiéramos ido al cine—repitió al mismo tiempo sorprendida Abigail, finalmente recordando—. No puede ser, por eso me preguntaste por ella, yo te había dicho—dijo sin terminar la oración. ¿De que amiga me hablas? Aquella pregunta resonó en su mente.
—Crei que habías peleado con ella.
—No pelee... Ay Dios—Expreso aterrada cubriéndose la boca al recordar una conversación que tuvo con ella.

—Yo creo que todos serían más felices si me olvidan—dijo sonriendo la chica de pelo largo.
—Lo dudo porque hay varios que te aprecian.
—¿Hasta tú?
—Eres mi amiga, claro que te aprecio.

—No puede ser, es imposible.
—¿De qué hablas?
—No, no puedo explicarte a detalle pero estoy segura que el día que yo no la recordé, ese mismo día ella desapareció.

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