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Caminaba por las calles de Nueva York. Huía de mi pasado, incluso de mi presente. Ser una vampiro original y más una híbrida no era algo que sucedía todos los días. Muchos pensaban que lo sobrenatural no existía. Existía el mundo sobrenatural y no solo el mundo sobrenatural, había un más allá. Me había tocado sobrevivir en el mundo, con cambios, guerras y muchas cosas más.

Mi familia siempre estuvo ahí, bueno, parte de ella. Tenía un hermano gemelo, Niklaus, o como muchos lo conocían, Klaus. Él era un híbrido al igual que yo, con una historia casi tan perturbadora como la mía. No teníamos una muy buena relación. No le agradaban algunas cosas sobre mi vampirismo. Mis demás hermanos estaban en ataúdes dagados gracias a Klaus. Digamos que él es un poco paranoico y ese es el castigo que les da a nuestros otros cuatro hermanos. Durante los años, me acostumbré al dolor, sufrimiento y venganza. Algo normal en la familia Mikealson.

Me encargué durante cada año, cada década, cada siglo de dejar mi huella. Nunca fallé, siempre me temieron, siempre temblaron al escuchar mi nombre. Mi vida se resumía en eso: matar, asustar y disfrutar burlándome de las personas.

Hace tan solo unos meses había llegado a Nueva York después de estar huyendo durante mucho tiempo. En el proceso, conocí al magnate Howard Stark, un empresario que se dedicaba a la fabricación de armas y otros proyectos importantes, aunque no podemos descartar que fuera todo un mujeriego. Cuando lo conocí, no dudó ni un segundo en coquetearme, pero recibió un buen puño de mi parte, ganándose mi amistad. ¿Raro, no? Él y yo nos hicimos grandes amigos, al punto de que decidí contarle mi secreto. No dudó ni un segundo en hacerme miles de preguntas, se veía fascinado con tal tema, y yo solo me dedicaba a verlo como si estuviera loco.

Así estuvimos meses siendo grandes amigos y compañeros de laboratorio. Gracias a mis diversos títulos universitarios y mi gran coeficiente, lo había ayudado en grandes proyectos. Uno de ellos había sido en conjunto con el Dr. Erskine, un suero capaz de hacer al hombre más fuerte, veloz, entre otras cosas; aún no estaba terminado, pero ya estábamos a punto de hacer el mayor de los descubrimientos. Necesitábamos ese suero, queríamos ganar la guerra, vencer a Hydra y sus cómplices. Solo necesitábamos al soldado correcto.

Las calles de Nueva York se veían llenas de soldados, familias y mujeres siendo acosadas por hombres pidiendo una cita, todo un caos. Agudicé mi oído y escuché una riña, seguí caminando tratando de buscar el lugar de donde provenía. Miré dentro de un callejón y vi a un hombre delgado, bajo y sin capacidad para defenderse de su atacante.

Me acerco con velocidad sobrenatural y tomo al chico del cuello para estamparlo contra la pared. Bajo mis ojos emergen las distintivas venas de los vampiros y mis ojos se tornan de color dorado. A diferencia de mi hermano, yo era una híbrida. El hombre me mira aterrado, lo comprendo o eso creo.

𝕷𝖆 𝖍𝖗𝖎𝖇𝖎𝖉𝖆 𝖔𝖗𝖎𝖌𝖎𝖓𝖆𝖑 • S.RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora