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"Cortejar"

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"Cortejar"

Sentía mis ojos pesados y cómo cada parte de mi cuerpo dolía, sin excepción. La preocupación me invadía de forma abrumadora. Los nazis conocían a los vampiros y todos sus secretos. Estaba en graves problemas, y no solo yo, sino todos los que me rodeaban.

—Estás despierta. — miré a Klaus entrar a la habitación con una copa llena de sangre que me extendió. Me sentí un poco más cómoda y miré las sábanas blancas teñidas del carmesí de mi sangre — Tus enemigos conocen tu secreto. Deberías estar muy lejos de aquí.

—No puedo irme ahora. Steve y Peggy me necesitan; Estados Unidos me necesita. — Me levanté de la cama y dejé la copa a un lado — Necesito cambiarme de ropa y volver. — Entré al baño, y Klaus entró detrás de mí, rodando los ojos.

—¡Tenemos que irnos! Esto puede llamar la atención de Mikael. Puede atraerlo a ti y poner tu vida en peligro. — Lo ignoré mientras me quitaba la ropa para pasar un paño limpio por la sangre seca — ¡Te estoy hablando, Adeline!

—¡Te estoy escuchando, Niklaus! Hasta hace unas horas me querías muerta. Ahora te preocupas porque siga respirando. Gracias por preocuparte, Klaus, pero prefiero que me sigas odiando. — Me puse la bata de baño para salir del baño y del cuarto, bajando a la cocina para prepararme café.

—¡No te odio! — me tomó del brazo para hacerme quedar frente a él — Eres mi hermana, mi otra mitad; nunca podría odiarte. — Rodé los ojos — Quiero lo mejor para ti, y lo mejor en este momento es que nos vayamos de Nueva York.

—No quiero irme; por fin encontré un lugar donde encajo y no me temen. Tengo amigos sin necesidad de obligarlos. Personas que me aceptan como soy. — Me sinceré y vi cómo él asentía con la mirada perdida — Entenderé si quieres irte; estás en todo tu derecho.

—No te abandonaré, hermana. Me quedaré a tu lado para apoyarte en todo lo que necesites. — Me dio un beso en la sien y sonreí.

—No pensé que diría algo como esto, pero... me alegra que estés aquí conmigo. — Me sinceré.

[•••]

—Coronel Phillips, mi comité exige algunas respuestas. — entré al lugar secreto del ejército y escuché la voz del senador, lo que hizo que rodara los ojos.

—¡Bien! — habló el coronel con sarcasmo — Empecemos por cómo un espía alemán accedió a mis instalaciones secretas en su coche. ¿Qué tenemos? — cuestionó a Stark — Sigues viva. — me miró, y asentí incómoda.

—Modestia aparte, soy la mejor ingeniera mecánica de este país. Pero no sé qué tiene aquí adentro ni cómo funciona. Su tecnología está fuera de nuestros alcances. — miré a Howard, que me sonrió, y le devolví la sonrisa.

𝕷𝖆 𝖍𝖗𝖎𝖇𝖎𝖉𝖆 𝖔𝖗𝖎𝖌𝖎𝖓𝖆𝖑 • S.RogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora