Capítulo I

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Ocho años después.


Narra Elizabeth

Desperté por el insistente sonido de unos toques en mi puerta, había soñado con la noche en la que conocí a Will y Daiana...

-Elizabeth, ¿Estás bien? ¿Estás presentable?- Reconocí la voz de mi padre hablándome desde afuera.

-Un momento, padre- Me levanté rápidamente de mi cama y coloqué una bata sobre mi camisón. -Adelante.

Mi padre abrió la puerta, ya vestido y luciendo su clásica peluca blanca.

-Oh, ¿Aún en cama a éstas horas?- Mi padre me miró sonriente, por instinto miré de reojo mi collar para verificar si estaba bien oculto de la vista de mi padre, era la moneda que llevaba Daiana cuándo los encontré -Hace un día precioso.

Las sirvientas corrieron las cortinas de mi cuarto haciendo que me quedara cegada por la luz del sol por unos minutos.

-Tengo un obsequio- Habló mi padre.

Miré ansiosa la caja que unas mujeres traían y cuando papá la abrió me quedé muda, era un precioso vestido color beige.

-¿Puedo preguntar el motivo?- Pregunté elevando una ceja, agarro el vestido para observarlo mejor.

-¿Necesita un padre un motivo para adorar a su hija?- Sonrie mi padre.

-Vamos, ve a probarlo- Insistió mi padre. Me dirijí detras del cambiandor y las sirvientas me ayudaros a colocarme el vestido. -En realidad, yo he pensado que querrías llevarlo en la ceremonia de hoy- Cambio de tema mi padre.

-¿Cuál ceremonia?- Pregunté bufando.

-La ceremonia de ascenso del Capitán Norrington- Dijo yendo directo al grado de la situación.

-¡Lo sabía!- Exclame para nada contenta con esa noticia.

-Comodoro Norrington, es lo que va a convertirse- Mi padre ignoraba mis quejas mientras me colocaban el corsé, apretandolo más de lo que me gustaría -Todo un caballero, y como sabes, se siente atraído por ti, Elizabeth.

Mi padre seguía halagando a Norrington mientras yo casi no repiraba por culpa del corsé.

En uno de los apretones solté un quejido.

-Elizabeth, ¿Estás bien?

-Es difícil de decir- Me era muy complicado hablar, sentía que en cualquier momento me desmayaría.

-Me han dicho que es la última moda en Londres- Mi padre sonaba preocupado.

Una de las mujeres que me ayudaba con el corsé, nuevamente lo apreto y me volví a quejar.

-Pues las mujeres en Londres deben haber aprendido a no respirar

¿Qué clase de moda era ésta?

Mientras me terminaba de vestir, un hombre llamó a mi padre.

-Mi lord, tiene visita- Con una disculpa mi padre bajó.

Narra Daiana

Will y yo estamos esperando para hacer la entrega del obsequio que le dará el Gobernador al Comodoro Norrington, en la ceremonia de hoy, es una espada que mi hermano hizo.

Él observa con mucho detenimiento el lugar, mientras que yo ojeo el libro que tomé de la biblioteca.

Conozco muy bien el lugar como para que me entretenga mirandolo, Elizabeth siempre me trató como a una hermana menor por lo que, cuando éramos más pequeñas siempre me invitaba a jugar.

Un ruido hizo que saliera de mis pensamientos. Dirijí mi mirada hacia Will, para llevarme la sorpresa de que tenía una parte de la lampara en la mano.

Abrí mis ojos como platos y susurré: -Escondelo.

Él me miro y luego miro la pieza que tenía en la mano. Hizo el amague de meterlo en su bolsillo pero rápidamente negué con la cabeza, por lo que lo metió en el recipiente donde guardan los paragüas.

Un empleado de la casa pasó con una bandeja sin siquiera mirarnos, lo que agradecí mentalmente.

Al elevar un poco la mirada pude ver al Gobernador Swann bajando por las escaleras.

-Ah, Señor Turner, Señorita- se dirigió a nosotros -Que alegría verlos.

Guardé mi libro para dirigirle una sonrisa.

-Hola Señor- Saludó cortésmente mi hermano, se dirigió hacia la mesa y en ella dejo la caja con la espada. -Ya tengo su orden- La abrió y la tomó para luego entregársela.

-Vaya- El Gobernador desenfundó la espada para observarla.

-La hoja es de acero plegado y tiene filigrana de oro en la empuñadura- Explica -¿Se la muestro?- Pregunta extendiendo sus manos.

El Gobernador contentó con un "aja" y se la extendió.

-Balance perfecto- Deja la espada sobre uno de sus dedos -El ancho del talle es el de la espada- Luego la lanza hacia arriba para que ésta de una vuelta en el aire y la toma para extenderle la empuñadura al Gobernador.

-Impresionante, muy impresionante- Él la toma y yo sonrío orgullosa de mi hermano. -Si lo es- La enfunda de nuevo -El Comodoro Norrington va a estar muy complacido con ella- Se la tiende a Will y éste la deja en su sitio -Hágale llegar las felicitaciones a su maestro- Mi sonrisa automáticamente se borra.

-Claro- Dice con un tono bastante decepcionado. -Un armero se complace cuando su trabajo se aprecia.

Cuando termina de decir eso, veo a Elizabeth bajando por las escaleras, de reojo veo a mi hermano, sé muy bien que éstos dos se gustan.

Tiene puesto un vestido color beige que combina con su pelo café, el cuál está recogido.

-Oh, Elizabeth, te ves maravillosa- Su padre sonrió orgulloso al verla bajar.

-¡Daiana, Will!- Exclamó emocionada, bajando aún más rápido las escaleras hacía nosotros, ignorando por completo a su padre -¡Que gusto verlos! Acabo de soñar contigo- Dijo mirando a mi hermano, cuándo se dió cuenta del error lo corrigió -Con ustedes.

Will se sorprendió con lo que dijo. Deduje por la cara de su padre, que a él no le agradó el comentario, y por mi parte, intentaba ocultar la gran carcajada que amenazaba por escapar de mi boca.

-¿Con nosotros?- Preguntó sorprendido mi hermano, pero yo creo que quería preguntar "¿Conmigo?"

-Si, Will, sobre el día en que nos conocimos- Dijo alternando la mirada entre Will y yo.

Puede que la familia Turner no tuviera un rango poderoso pero Will era el que se había ganado el corazón de Elizabeth.

-Señorita, no olvido ese día- Contestó mi hermano un poco incómodo por la mirada del padre de Elizabeth.

Ella hace una mueca de disgusto.

-¿Cuántas veces te lo he pedido? Dime Elizabeth

-No las suficientes, creo. Señorita- Responde él.

-Un gusto, el muchacho conoce de propiedad, ahora tenemos que irnos, ya- Dijo tomando una maleta. -Ven- Se dirigió a su hija.

-Joven Turner- Dijo Elizabeth en despedida, claramente disgustada. -Adiós Dy- Se dirigió a mi con una sonrisa, y usando el apodo que me pusieron cuando era niña.

-Adios Lizy- También usé su apodo.

-Vamonos- Se dirigieron al carruaje.

-Hasta luego- Se apresuró a decir Will, pero Elizabeth no le volvió a dirigir ninguna mirada a mi hermano, lo que claramente le dolió. -Elizabeth- Susurró pero ya se había ido.

Coloqué una mano en su espalda a modo de consuelo.

-Tranquilo hermano, sé que el amor duele- Coloqué mi mano sobre mi frente para hacer una pose dramática.

Él solo negó con la cabeza pero a la vez sonriendo, con una cara divertida.

Piratas del Caribe: La maldicion del Perla Negra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora