Laia

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Teme a una mujer que después de herirla, te mira y sonría. Esas bestias son las más asesinas.

Laia le susurró al oído que era el hombre más interesante que había conocido con su picardía de costumbre. Le acarició el brazo lentamente y le convenció para que le comprase un whisky. Tras tomarlo salió del restaurante Palace llevando consigo el reloj del millonario y se dirigió a su usual escondite en la zona más peligrosa, rodeada de discotecas, bares y edificios en ruinas o abandonados, como en  su caso.
Una discoteca que hace unos años quedó calcinada por un suceso desconocido.
Al entrar colocó el reloj junto con el resto de sus pertenencias robadas.
Eran las dos de la mañana y no tenía sueño. Su gato Póker ronroneo en sus piernas. El había sido tan maltrado como ella. Con mucha pereza se dirigió al roto espejo para desmaquillarse y pudo ver en sus grises ojos el parecido con su madre y con un bruto movimiento volvió a romper el espejo ya que la odiaba...
Se acercó a su cama y no pudo evitar fijarse en la escarlata mancha que se encontraba en su cama. ¿Quién había estado allí?
-¿Póker, no te habrás traído a nadie a casa verdad?-
Póker torció la cabeza.
Laia se dio cuenta de que el gato se había quedado pensativo mirando aquella mancha. Al mirar más detenidamente se dio cuenta de que había algo escrito..."Ven al callejón dentro de tres días al anochecer, ven sola"
Laia pensó en alto:
-Con quien quieres que vaya, ¿Con mi gato?-
Mientras ella deducía tranquilamente quien podría ser, llamaron a la puerta. Demasiadas cosas raras en una noche...

Nota de las autoras:
La cosa empieza a ponerse interesante.
Esperamos que os guste

The two sides of LaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora